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La transformación de Charlene de Mónaco

La esposa de Alberto II ha reaparecido tras la cuarentena más relajada, bella y feliz que nunca.

Los príncipes Alberto y Charlene, sonrientes, en su última aparición pública. / Efe
Fátima Díaz

16 de junio 2020 - 21:29

Charlene de Mónaco nunca ha sido como el resto de princesas. Para empezar, jamás ha abandonado su corte de pelo bob. Su comodidad para lidiar con los niños ha convertido este estilismo en uno de los llamados mom hair, pero además puede que para la sudafricana también resulte práctico para realizar sus deportes acuáticos favoritos, de la natación al surf. Ya antes de casarse lo dijo: que iba a ser una princesa, pero a su manera.

Charlene, en sus tiempos de nadadora.

La imagen que siempre ha dado Charlene ha sido fría y frágil, y los rumores de su tensa relación con el príncipe Alberto tampoco contribuían a eliminar el apodo de 'princesa triste' que le otorgaron los medios ya en su boda con el soberano monegasco. Pero, en las últimas semanas, algo ha cambiado en el Principado, y en su princesa. Desde su reaparición –con mascarilla incluida– no se suelta del brazo de Alberto II y parece menos incómoda, más dulce y contenta en su rol durante los actos públicos. ¿Habrá propiciado el covid-19 y el confinamiento de su esposo lejos de su familia, un acercamiento entre Charlene y Alberto de Mónaco? ¿Se habrá replanteado ella su papel como primera dama?

La princesa, en su primera aparición pública tras la cuarentena, del brazo de su marido, Alberto II. / Efe

El último fin de semana la princesa de Mónaco y sus mellizos, Jacques y Gabriella, acompañaron al príncipe Alberto a las carreras de Le Mans, que este año se han celebrado de manera virtual. Con sus labios pintados de rojo, Charlene se mostró especialmente cariñosa con su marido y con sus hijos, a los que no dudó en abrazar y coger de la mano a pesar de la presencia de cámaras. También ha compartido últimamente una serie de imágenes familiares en Instagram, a pesar del celo por preservar su intimidad que siempre le ha caracterizado.

Charlene abrazando a sus mellizos, Jacques y Gabriella. / Europa Press

Conocida por su afición a los retoques estéticos, el rostro de la princesa luce más natural y joven que nunca. Quizás en su caso sea la felicidad el mejor tratamiento de belleza al que podía recurrir.

Algunos medios apuntan a que el asomo de la sonrisa en la cara de Charlene coincide con la misteriosa desaparición de la princesa Carolina, su cuñada. Sea como sea, la 'princesa triste' ya no lo está tanto.

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