María Jiménez, a su manera
Perfil
La cantante sevillana acaba de publicar nuevo disco tras 18 años de silencio artístico
El año pasado superó un cáncer que a punto estuvo de costarle la vida
18 años ha tardado María Jiménez en abandonar el silencio discográfico en el que ella misma se había recluido para volver con una colección de versiones del cancionero latinoamericano en la que se recrea, como sólo ella sabe, en el engaño, los celos y el final del romance. "El amor es muy light; prefiero el desamor para pelearme con las canciones", explica la artista sevillana en la presentación del disco La vida a mi manera (Universal), que acaba de salir al mercado y constituye su primer trabajo de estudio desde Bienaventurados (2006).
Sus ánimos revividos llegan tras recuperarse en 2019 de un cáncer de colon que la tuvo ingresada e inconsciente casi tres meses, por lo que este aciago 2020 de pandemia podría parecerle casi un paseo, más allá de que retrasó la salida del nuevo álbum, que ya estaba "enjaretado" cuando le tocó confinarse en marzo. "Yo me confino mucho en mi casa sin darme cuenta. Me llevo meses sin salir como no sea para la compra o un aperitivo. Por eso para mí esto no ha sido pesado", cuenta Jiménez (Sevilla, 1950).
La verdad es que la vida de María Jiménez parece estar escrita con letras de dolor y desgracia. Como un mal fario, dicho de los calés. Lo que puede adjudicársele por su condición de medio gitana. Un cuarterón de esa sangre riega sus venas, lo que es poco conocido en su biografía. Su abuelo paterno, Baltasar, era de esa raza. El padre de María renegaría de él, pues contaba que Baltasar se había jugado a su mujer en una partida de cartas. Y la perdió. El progenitor de la futura cantante se ganaba los garbanzos como podía: en una fábrica de aceite y conservas de los Luca de Tena, cargando y descargando mercancías de los barcos. Cayó enfermo y entonces la madre hubo de ponerse a servir.
Con tres churumbeles a los que criar, la primogénita era María. Pasaron temporadas de hambre, malviviendo en una corrala con muchos vecinos. En la calle Betis, desde donde se contempla la Giralda, la Torre del Oro y la Maestranza. Hasta que el gobernador de Sevilla les procuró una vivienda, de las llamadas casas baratas. Duró poco su estancia en el colegio, porque María tuvo que ponerse a trabajar de criada, y en un obrador de la popular calle Sierpes sevillana.
Mediados los años 60 seguía fluyendo la emigración andaluza a Cataluña. María hizo la maleta, de esas que se cerraban con una cuerda de guita, y en Barcelona continuó fregando escaleras de seis de la mañana a las doce de la noche. Un día, paseando por las Ramblas, encontró al propietario de una taberna flamenca que, tras escucharla cantar, le procuró actuaciones en su local a razón de 200 pesetas por día. "¡Ya no soy chacha, sino artista!", se dijo para sí.
Un año más tarde regresó a Sevilla, donde conoció a un importante ganadero con el que vivió un apasionado idilio del que nació su hija María del Rocío en 1968. Ser madre soltera le causó muchos sinsabores. Para salir adelante trabajó en varios tablaos: Los Gallos, La Cochera... El padre de la criatura, adinerado personaje y bien conocido entre la élite social andaluza, nada quiso saber de María y mucho menos de su bebé. Y María tuvo que aceptar un contrato para cantar y bailar en Caracas, luego en Amsterdam y finalmente en Madrid, donde a base de mucho tesón y noches de duermevela pudo ir dejando atrás aquel negro período en el que las pasó, literalmente, canutas.
María Jiménez fue apodada 'la Gitana Ye-Yé'. De imitar en lo posible a Marifé de Triana pasó a copiar un poco a Chavela Vargas. Rumbas desgarradas. A las que iría más adelante insuflándoles un toque de erotismo. Así pasó por El Duende, tablao madrileño que regentaba la legendaria Pastora Imperio y su yerno, Gitanillo de Triana. Y luego por Las Brujas, cuyos dueños presumían de tener el cuadro de bailaoras y cantaoras más hermosas de Madrid. De allí saltó al mundo del disco y a las salas de fiesta, donde popularizó Con golpes de pecho, primero de sus posteriores éxitos musicales. Ya cincuentona llegó a confesar que para grabar sus primeras canciones tuvo que someterse a los abusos de algunos directivos. "¡A mí me follaron gratis!", reveló descarnadamente.
"Para mí el sexo es amor y sólo entonces cabe todo, nada es sucio y la fantasía no tiene límites. He querido a muy pocos hombres", precisó. El más importante fue el actor José Sancho, un galán del cine y el teatro que empezó a ser popular tras su paso por la serie Curro Jiménez, en el papel de El Estudiante. Se casaron el 1 de junio de 1980. Pepe –para María y todos los amigos– adoptó a Rocío como hija propia, dándole su apellido, Asunción. La pareja pasó por distintas etapas. Días de vino y rosas. Noches de discusiones y peleas. José era un seductor nato y los ojos le hacían chiribitas cuando se encaprichaba de otras mujeres. Hasta a una amiga de María se convirtió en su amante pasajera, sin disimulo, mientras María lloraba por los rincones, como la zarzamora.
El 17 de febrero de 1983 fueron padres de Alejandro. Todo iba sobre ruedas hasta que en 1984 el matrimonio explotó. Pepe no controlaba sus impulsos amatorios y coronaba a María con los cuernos de rigor. Al año siguiente, María vivió la más trágica experiencia de su vida: la muerte de su hija Rocío en un accidente de coche. Pocos días antes, había pasado el Año Nuevo en París con su padrastro, José Sancho. La muerte de Rocío volvió a unir en el dolor a María y a Pepe. En 1987 volvieron a casarse en Costa Rica. Fue una decisión improvisada. En Bali también se dieron el 'sí quiero', con exclusiva de por medio. Tres bodas, a cual más estrafalaria, para al final, en 2002, separarse definitivamente y tirarse los trastos televisivamente.
A mitad de los 80 la fama de María Jiménez había ido decayendo. Sus discos se entonces apenas se vendieron. En 1992 sus canciones medio eróticas ya entusiasmaban muy poco. Del apagón de su popularidad la libraron más tarde La Cabra Mecánica y Joaquín Sabina, con quienes colaboró en algunas grabaciones. Se divulgó mucho el tema La lista de la compra, con aquel estribillo de "Yo que soy tan guapa y tan lista..." En adelante, su carrera continuó con altibajos, aunque reapareciera de vez en cuando en algunos programas de televisión. Quien tuvo, retuvo, aunque fueran ya destellos aislados de su estilo pop con gotas de contenida sensualidad. Los años no traicionan.
María Jiménez se despachó a gusto en 2003 en su libro de memorias, Calla, canalla, transcrito por la periodista María José Bosch, donde entre otras lindeces decía a su ex: "Me casé enamorada tantas veces como lo he hecho con el mismo hombre y viví enamorada y ciega. Incapaz de ver cómo me iba destruyendo poco a poco mientras él me desdeñaba, haciéndome sentir algo inútil, sin valor, perdida en una casa llena de soledad. Tuve ganas de suicidarme, pero no fui capaz de hacerlo".
José Sancho murió en marzo de 2013 y María no asistió al sepelio; sí lo hizo su hijo Alejandro. Aquel que no se separó de su cama el año pasado durante los más de dos meses que estuvo en la UCI, al borde de la muerte, debido a un cáncer de colon. Cual Ave Fénix, resurgió de sus cenizas cuando muchos ya escribían su obituario. "Soy un animal de escenario", afirma a sus 70 años esta auténtica superviviente, del arte y de la vida. "Resucitaré cada vez que me muera", augura en una entrevista reciente. Como leona que es, promete dar guerra. Como está en su esencia.
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