Acento jerezano en la viña francesa

Alrededor de 200 jerezanos marchan cada año al país vecino para recoger las uvas de sus campiñas Los más experimentados destacan sus excelentes condiciones de trabajo

Acento jerezano en la viña francesa
Acento jerezano en la viña francesa
Álvaro Rodríguez Jerez

29 de agosto 2016 - 01:00

Del comercio, la construcción e incluso la universidad, al campo. Esto no sería tan extraño si al hablar de campo, lo hiciéramos de la campiña jerezana, más concretamente la del marco rural de Torrecera, desde donde se impulsa esta iniciativa, pero no es el caso. Cada uno con una historia, han terminado coincidiendo para marchar en un mismo coche hacia Narbona, a unos 1.300 kilómetros de sus familias. Los protagonistas son Adrián, Manuel, Paco y Emilio, y a todos los mueve la necesidad y las ganas de trabajar en la vendimia francesa. El pasado viernes se citaron en una reunión en el salón multiusos de Torrecera, en la que concretaron la hora de partida -más de 12 de carretera- y demás aspectos para una buena organización.

Yendo al origen, hay que tener en cuenta en primer lugar la persona de Manuela Parra. A pesar de que nació en España, viajó a Francia siendo muy niña con sus padres, quienes se aventuraron a buscarse la vida en el país vecino. De esta forma, y habiendo adquirido un gran nivel tanto del idioma como del conocimiento del territorio, Manuela volvió a España en 2002. Una década después, aprovechando su experiencia y ante la mala situación de muchos vecinos de Torrecera, comenzó con su andadura en la misión de conectar personas en paro con empresas francesas para llevar a cabo tanto la vendimia como la recogida de manzana.

De esta manera, Manuela sirve de nexo entre estas personas y empresarios franceses que acogen esta mano de obra con los brazos abiertos para, durante unos meses, cumplir con la recogida y que los trabajadores regresen a España con una remuneración que les permita llevar a sus familias hacia delante.

Paco y Adrián -de 53 y 28 años respectivamente-, que repiten este año, son quienes mejor pueden hablar de lo que allí se experimenta. En cuanto al alojamiento, ambos coinciden: "está bastante bien. Dependiendo de la oferta de alojamiento, conviven más o menos personas. Salvo que haya alguien que ponga más dificultades de la cuenta, no suele haber problemas, pero eso como todo. En lo referido a las viviendas, no tenemos queja ninguna".

Cualquier trabajo tiene ventajas y desventajas, pero aquí lo tienen claro. A pesar de tener que dejar a mujer e hijos en Jerez, algo triste para cualquiera, coinciden sin titubear en las magníficas condiciones laborales que se viven en el país galo. "Esto ya no va de 1 franco igual a 14 pesetas. Ahora está el euro, y si aquí el sueldo base es de alrededor de 650 euros, allí se acerca a los 1.500, y así nos pagan también a nosotros". apunta Paco Villalba, quien ya vivió la experiencia en 2015 y habla de ella con gran optimismo. Emilio interrumpe para dar, sin haber ido todavía a Francia, de las carencias de España. "Aquí cada vez hay menos vendimia. A nadie le gusta irse, pero además de la diferencia entre jornales, la vendimia jerezana cada vez se encuentra más mecanizada, prescindiendo de mano de obra y dejando a la gente sin opciones".

Pero no sólo le dan importancia al dinero. Paco habla de "un mundo laboral aparte". "El trato del empresario con los trabajadores está muy por encima del de España. Existe un respeto entre el 'patrón y el campesino' que muy difícilmente se logrará en nuestro país, y los horarios se respetan a rajatabla", apunta Villalba, convencido de sus palabras. Hace referencia, además, a la ayuda que reciben por parte del empresario en todos los ámbitos y afirma que "si el que manda necesita 10 horas más de trabajo, se incentiva la contratación de otra persona, no horas extras gratuitas de los ya contratados, como es común aquí".

Al tratarse de pura necesidad, nunca se sabe con certeza cuantas plazas pueden existir cada año. No hay una preferencia para personas que en años anteriores hicieron la vendimia pues, como manifiesta Paco, "quizás el año que viene tenga un trabajo aquí, y no me haga falta éste, por eso esto no va por preferencias". Con esto también se incluye la colecta de la manzana, fruta en la que Manuela Parra está verdaderamente especializada y a cuya recogida se destinan este año 230 personas de Jerez y alrededores mediante esta empresa.

Otro de los trabajadores noveles en esta labor, alentado por la compañía de su primo Adrián, es Manuel Nieto. Ingeniero de telecomunicaciones y tras un breve paso por algún medio de comunicación de la ciudad, se queja de la situación. "Sólo encuentro trabajos muy precarios y de muy pocas horas. Además, siempre te piden que seas autónomo, que utilices vehículo propio... Tengo 23 años y no encuentro nada, así que he decidido tirar para Francia para aportar algo a mi casa y poder invertir el resto en algo que me pueda ayudar a continuar en mi verdadero trabajo". A pesar de que se muestra asustado y con el conocimiento de que las jornadas son de bastantes horas a pleno sol, recalca las ganas de trabajar. "No sé concretamente lo que me voy a encontrar allí, pero por lo pronto, bien".

Emilio Villalba, de 56 años, también vivirá su primera vendimia en estos días de agosto, septiembre y octubre. Tras una vida dedicada al comercio y posteriormente trabajar en empresas de restauración de patrimonio, sector que también se fue 'a pique', se ve obligado a partir para poder pagar los estudios en la universidad de su hija. "Si aquí no lo hay, hay que buscarlo fuera. El trabajo está, y si además es en buenas condiciones, no importa donde se encuentre".

Para finalizar la reunión, Paco y Adrián resaltan el compañerismo existente entre los vendimiadores. "Es un trabajo duro y lejos de tu gente, y es normal que te puedas venir abajo por momentos. Sin embargo, es ahí cuando tus compañeros te sirven de apoyo para que no te desanimes. Nos apoyamos mucho entre nosotros, ya sea entre jerezanos o entre personas de otros lugares. El compañerismo es otra de las virtudes que he encontrado en Francia. Buen rollo, simpatía y un espíritu colectivo que te empuja a sacar fuerzas cuando parece que se te acaban".

Con el fin de convertir una colecta extranjera en un buen salario que les permita tener por unos meses la nevera llena, estas cuatro personas trabajarán junto a unos 200 jerezanos bajo el sol de un país vecino cuyos empresarios esperan con los brazos abiertos.

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