Adiós al último 'filósofo' del Mesón El Patio
La muerte de Francisco Salazar del Águila 'El Caco' cierra el círculo de una generación de personajes excéntricos a los que la sociedad jerezana ha mimado desde hace décadas
La muerte de Francisco Salazar del Águila 'El Caco' el pasado martes cierra el círculo de uno de los grupos más singulares que han campado por Jerez, el de los "filosofos del Mesón el Patio', como los definiera hace años Juan Pedro Simo.
Fue el pintor José Lorenzo Gallego 'Jologa' quien los inmortalizó en varios retratos, obras que durante décadas decoraron las paredes de dicho mesón, que regentaba Miguel López 'Chinini' y que, de alguna forma, se convirtieron en un reclamo más de su negocio y una parte de la historia de este Jerez tan pinturero. Juanele, El Peñita, Emilio El Guardia, El Barilla, Miguel Cardoso ‘Guallarmino', El Pantoja, El Caco....
Éste último nos dejaba esta misma semana dejando una estela de cariño entre todos los que le conocieron. No trabajó nunca, pero como bien lo recordaba estos días Paco Poyato, una especie de ángel de la guarda en sus últimos años de vida, "siempre iba como un pincel, le encantaba vestir bien".
El Caco había nacido en Jerez un 8 de agosto de 1935 y había sido bautizado, como él mismo se encarga de recordar a menudo, por el mismísimo "Padre corona", todo un emblema de Santiago. No obstante, su tránsito siempre estuvo entre los dos barrios flamencos de la ciudad, Santiago y San Miguel, donde seguía siendo una persona muy querida.
Soñó con ser futbolista, sin duda una de sus grandes pasiones, aunque más de una vez reconoció que su profesión frustrada era la de guardia. En el fútbol hizo sus pinitos y aunque no llegó a explotar, sí que tuvo la ocasión de vestir la camiseta del mítico Kimber-Utrera, aquel club que vivió sus mejores épocas entre finales de los cuarenta y los años sesenta. "Le daban dos mil pesetas, que entonces era un dinero", aseguraba estos días Paco Poyato.
Eso sí, su amor por el balompié, y en especial por el Xerez Club Deportivo y el Real Madrid, le hacía tener un amplio universo memorístico de jugadores y anécdotas. "Se sabía todos los jugadores antiguos, de la época de Rafa Verdú, en eso era una enciclopedia", recalca Poyato, en cuya tienda de la calle Corredera se sentaba a diario.
Siempre se sintió orgulloso de ser español, algo que llegaba a gala, y como buen jerezano dominaba como nadie temáticas como los toros y el flamenco. "El que baila bien es Joaquín Grilo, ese mueve los brazos como se deben mover, y hace los bailes cortos", aseguraba. Pero además, afirmaba Paco Poyato, "conocía el flamenco a la perfección, era solo escuchar una voz y ya sabía que era El Torta o El Sernita". Además, en más de una ocasión exhibió con algún que otro replante, toda la teoría que a veces mostraba.
Los problemas respiratorios le habían hecho ingresar en más de una ocasión últimamente en el sanatorio, un lugar por el que sentía especial apatía, pues según él "todo el que va para el sanatorio, se va payá", recordaba Paco Poyato.
Francisco Salazar del Águila, era familiar directo del mismísimo guitarrista Rafael del Águila, vivió siempre la vida a su manera y su día a día dependía de la bondad y amabilidad de sus paisanos. "A veces venía y me decía, Paco, que no he comido nada en todo el día, y se tomaba un caldito de puchero en el bar de al lado, porque si no era yo el que se lo pagaba, era otro".
Con la muerte de El Caco, como ocurrió entonces con el añorado Peñita, aquel cuyas volteretas amenizaban los partidos del viejo Domecq, o Juanele, apoyado en el quicio de la esquina de la calle Tornería, se pierde parte de la historia de Jerez pues de alguna forma, como otros muchos de su generación, habían sido capaces de sobreponerse a una España complicada, la de la posguerra, a base de la generosidad de otros muchos. Eran pues de una época diferente. DEP.
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