Alegremente
Educación | Psicología
Mantener la mente alegre no es siempre tarea fácil. Sufrimos depresiones, miedos e inseguridades muy a menudo. Nos obsesionamos con asuntos que no merecen nuestra atención. Nos irritamos con más frecuencia de la que nos gustaría e incluso hay quien se arrepiente y se castiga por haberlo pasado bien durante demasiado tiempo. En una ocasión, un paciente me contaba que por mucho que luchara, no podía dejar de pensar que su mujer le era infiel sin tener ningún motivo para creerlo, otro paciente pensaba continuamente que tenía alguna enfermedad grave que ninguno de los numerosos facultativos que había visitado habían sido capaces de detectar y también recuerdo aquella chica que aun teniéndolo todo para ser feliz, creía no valer nada y ser un completo desastre.
Cuando atiendo, como psicólogo, a alguien que se encuentra lejos de un mínimo nivel de bienestar emocional, tanto si son niños como si son adultos, prefiero hablar con ellos de cómo se comporta su cerebro y no de cómo se comportan ellos mismos. Al igual que interesa entender la función del estómago en el proceso de digestión para saber que no conviene hacer un ejercicio excesivo después de una comida generosa, también nos ayuda saber cómo funciona nuestro cerebro en determinadas circunstancias para poder tomar las decisiones más acertadas en un momento concreto. Sólo de esta forma se accede a tener un cierto control sobre él y se logra evitar que vaya por libre, alejándonos a punta de pistola de nuestros mejores deseos.
Aparte de ser un derecho, educar en salud mental en colegios e institutos es una necesidad inaplazable: en el año 2020 según el Instituto Nacional de Estadística en España murieron por suicidio 314 menores de edad, casi uno cada día. Menores que no supieron gestionar sus conflictos y sus emociones, que probablemente no se atrevieron a pedir la ayuda necesaria para sentir alivio y conseguir una perspectiva diferente de su situación.
Por ello, enseñar a vivir a los menores es urgente. Cuestionar si un menor requiere una ayuda para aprender a gestionar sus alteraciones emocionales es perder un tiempo esencial. Pero educar no consiste, como viene ocurriendo en los últimos tiempos, en tratar de evitarles todas las dificultades que pueden encontrar en el camino. Más bien, todo lo contrario. Se trata de que aprendan a manejar esos recursos que la investigación ha demostrado que son efectivos para gestionar las alteraciones emocionales y, además, eficientes. Es decir, conocer qué estrategias son las que conducen a los mejores resultados con lo menores costes o perjuicios.
Se trata de aprender a vivir alegremente, con la confianza de que cuando surjan las dificultades en la familia, con los amigos, en la pareja, en el ámbito laboral o incluso las insatisfacciones personales, van a poder superarlas igual que lo han conseguido en ocasiones anteriores. El primer paso para conseguir evitar la frustración que genera no conseguir un objetivo muy deseado, es buscar todas las perspectivas posibles sobre lo que ha ocurrido. He conocido niños quien piensan que son muy torpes y no lo van a conseguir nunca, algunos niños piensan que ha tenido mala suerte simplemente y no es culpa suya y otros piensan que no importa porque seguro que lo consiguen a la próxima. Cada una de estas formas de pensar están ya muy bien definidas y estudiadas: estilo atribucional interno en el primer caso, estilo atribucional externo en el segundo caso o refocalización en metas en el tercero. La cuestión es aprender a utilizar estas estrategias cuando necesitemos regular nuestras emociones. No hay una verdad absoluta, sino formas de entender lo ocurrido. Cuando dudes en este sentido pregúntate si prefieres sentirte bien o tener razón y luego decide qué hacer.
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