El lebrijano que firmó en una servilleta del Gallo Azul el inicio de la farmacia de Icovesa
Ángel Aumesquet | Farmacéutico
Se crió en la casa de sus abuelos, estudió la carrera en Granada y tras mucho buscar, compró un pequeño local en la avenida de la Serrana
Su farmacia fue la primera en abrir 24 horas en Jerez
Las farmacias registran falta de medicamentos: desde antihistamínico hasta uno para el párkinson
Ángel Aumesquet siempre lleva una estampita de María Auxiliadora encima. Tiene devoción por los salesianos, congregación con la que estuvo unos años interno en Utrera y de la que guarda un bonito recuerdo, y habla con profundo amor de sus abuelos. Ahora, una calle de Icovesa lleva su nombre, porque no sólo ha sido vecino del barrio durante muchos años, sino porque su apellido da nombre a una institución en la zona.
Nació un 7 de enero en Lebrija. Su madre era ama de casa y su padre veterinario, profesión con la que creció y a la que se quiso dedicar hasta el último momento. Pero si importantes son sus padres, a Ángel se le ilumina la cara al hablar de sus abuelos, con los que prácticamente se crió.
"Quedarme con mis abuelos marcó mi vida, fue decisivo para todo", recuerda Ángel. En su familia hay tradición farmacéutica, con familiares dedicados a la profesión en varios puntos de España, e incluso su tío, que dormía con él en el mismo cuarto, era también boticario. Y sin embargo, él quería ser veterinario como su padre.
Un coche marcó la decisión final
Cuando ya estaba a punto de matricularse en la Facultad de Veterinaria de Córdoba, su padre le dijo: "Ángel, ¿tu tío Emilio qué es? Le contesté que farmacéutico. ¿Qué coche tengo yo?, me preguntó. Un Citroën 2 CV, le dije. ¿Qué coche tiene tu tío?, volvió a preguntarme, a lo que contesté: un Peugeot. Un coche que era magnífico, a nivel de clase media. No estudies veterinaria, métete en Farmacia". Y así hizo.
Se fue a estudiar a Granada, donde conoció a su mujer Consuelo Fernández. Terminó la carrera, hizo los estudios de análisis clínicos, hizo la mili y comenzó la aventura de encontrar una farmacia para empezar a trabajar. Junto a su padre visitó varias, pero eran demasiado caras para poder hacer frente al pago.
"Apaleado" en la búsqueda, Ángel remarca que "en mis tiempos no fue nada fácil encontrar una farmacia, no es un problema de ahora. No había sitio para un farmacéutico en toda España, es que no te podías colocar. Además, con mi padre nos recorrimos toda la provincia de Sevilla mirando, pero todas para él eran o muy pequeñas o muy grandes, cuando lo que pasaba era que no tenía dinero".
Y llegó a Jerez con un contrato en una servilleta del Gallo Azul
Conocía Jerez por la profesión de su padre, por todo lo relacionado con los animales, y por el vino, puesto que la familia de Ángel tenía bodegas en Lebrija. En el aspecto farmacéutico no sabía cómo estaba la ciudad, pero un día, sin haberlo planificado, firmó un contrato.
"Mi madre era diabética y yo le hacía los análisis. Venía a Jerez, a la calle Francos donde estaba la ortopedia Leiva, familia a la que estoy muy agradecido. Un día, en una conversación, Leiva me preguntó si era farmacéutico, 'pues en mi barrio puede usted poner una farmacia'. No daba crédito. Me desconcertó. Se lo conté a Lolo Berdejo, que se dedicaba al corretaje de ganado y era muy amigo de mi padre, y me preguntó que qué me pasaba. Le dije que sólo tenía 10 pesetas. Y se sacó de su bolsillo un fajo de billetes de 500", relata Aumesquet.
Salió corriendo del Gallo Azul hasta Icovesa para ver el local, "pues puede caber". Se volvió al Gallo Azul con Berdejo y se enteraron de que el inmueble era de "la gente de Porro, de las Bodegas Sánchez Romate. Tenían los pisos vendidos, pero no los locales". Berdejo llamó, preguntó por el local, llegaron a un acuerdo y firmó en una servilleta el acuerdo de venta. El 18 de marzo de 1969 abrió Farmacia Aumesquet en la avenida de la Serrana.
Aumesquet abre en Icovesa
Un auxiliar, su mujer y él echaron a andar la farmacia. En aquellos tiempos, las mujeres tomaban especial protagonismo en las bodegas con el embotellado a mano en fechas claves como las ferias y la Navidad. "Tú veías venir a las mujeres una de tras de otra a la bodega. Cuando llegué lo que hay enfrente de la farmacia era un liang shan po. Lata sobre lata, calles echas a base de pisar, no había número de casas, había muchísima miseria", recuerda.
"En ese momento había un conato de formar barrios más urbanitas, fuera del centro. Y comenzó a formarse Las Torres, Icovesa, la parte de las Casitas Bajas... Tanto es así que la gente pasaba por la puerta y cuando le preguntabas a dónde iba, te contestaban 'a Jerez'. Había pobreza pero había más seguridad", subraya el farmacéutico.
De esta forma Ángel -que se quedó a vivir con su familia en un bloque junto a la farmacia- vio cómo zonas aisladas se fueron convirtiendo en barrios con identidad y además, los vecinos comenzaron a hacer comunidad: "Había un médico, el doctor Luis Espinar, que era un fuera de serie a todas horas. También había un enfermero y estaba yo. La gente no acudía al Hospital, y eso que estamos cerca, sino que la gente acudía a la gente del barrio".
Hay familias que aún paran a Ángel y a sus tres hijas, Rocío, María del Mar y Maite, para darle las gracias por cómo les ayudó. Siempre fue muy solidario con las personas más necesitadas, y a veces el pago de leche para los bebés o para una analítica eran huevos, patatas, fruta o nada.
"Hace poco nos encontramos a una mujer con su hija y nos paró, y nos dijo que si no hubiera sido por mis padres y por cómo se portaron con ella, su hija hoy día no estaría aquí. Después vamos a la frutería y le dicen a mi madre: señora, no se acordará de mí, pero mis hermanos y yo nos quedamos huérfanos y nos ayudaron a salir para adelante. Esa es la esencia de él", relata María del Mar.
La primera farmacia 24 horas y una calle con su nombre
"Ha sido la labor de muchos años, de ponerme gustosamente al servicio de la gente", añade. Comenzó con la farmacia, pero pronto abrió el servicio de análisis clínicos (su pasión), la óptica y desarrolló la formulación magistral. Lleva más de 50 años a la cabeza de la 'institución' Aumesquet y el cariño del barrio es tan grande que los vecinos solicitaron darle una calle. Hace unos días, se inauguró.
Ahora son 25 personas en plantilla, entre ellas están sus tres hijas, mujeres que no dudaron en estudiar también Farmacia. Aumesquet recuerda con orgullo haber tenido la primera farmacia que abrió 24 horas en la ciudad. Primero hicieron el turno de 12 horas y dieron el salto a las 24 en 2004.
Aumesquet tiene además la única 'sala blanca' en la farmacia en la ciudad. Su función es garantizar la calidad en operaciones de fabricación y control, dando un paso más en los servicios. Además, al estar 24 horas abierto, los resultados de las analíticas y otras pruebas se pueden recoger en cualquier momento.
Los empleados que tenían que hacer el turno de noche siempre agradecían que Ángel se pasara por la farmacia, quedándose en muchísimas ocasiones hasta la medianoche en la rebotica. Tras la pandemia, ha bajado el ritmo, pero sigue estando muy presente.
Nunca pensó que le fueran a dedicar una calle y reconoce que “me da mucha alegría, sobre todo por el personal de aquí. Para mí es un orgullo decirles que unos metros de esa calle son vuestros (de los trabajadores). Me siento más reconfortado por ellos, por compartir este homenaje. Me enorgullece estar rodeado de ellos. ¿Y yo? No me quiero ir de aquí. Estoy muy agradecido a la vida y tengo que seguir dando de mí a la gente”.
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