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Ser o no ser

Educación

Ser o no ser
Juan Manuel Gutiérrez

19 de mayo 2015 - 01:00

RESULTA curioso, que una reflexión tan sencilla como ésta, haya conseguido posicionarse entre las frases más famosas de la literatura. La cuestión es sólo el principio de un texto que refleja fielmente la gravedad que, en ocasiones, llega a alcanzar la duda, la incertidumbre y la inseguridad sobre nuestras propias creencias. La duda y la incertidumbre, albergan frecuentemente importantes miedos que pueden llegar a convertirse en alteraciones mentales y a atormentar a quienes las padecen, hasta el punto de perder la ilusión de vivir.

La famosa frase forma parte de un intenso y dramático monólogo, escrito por William Shakespeare a principios del siglo XVI, llamado Hamlet, príncipe de Dinamarca, traducción del original The tragicall history of Hamlet, prince of Denmark (Shakespeare, 1605). En él, se refleja la angustia que, probablemente, sólo puede ser bien entendida por aquellos que la han padecido o por los que la hemos conocido a fondo como parte de nuestra profesión.

"¡Ser o no ser: He aquí el problema! ¿Qué es más levantado para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna, o tomar las armas contra un piélago de calamidades y, haciéndoles frente, acabar con ellas? ¡Morir..., dormir; No más!

¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne!

¡He aquí un término devotamente apetecible! ¡Morir..., dormir! ¡Dormir!.

Este extracto del monólogo refleja claramente la angustia que puede llegar a experimentar cualquier persona en un estado de depresión, planteándose tomar una decisión tan irracional como es la posibilidad de morir. La visión de Hamlet sobre sus circunstancias coinciden con la de muchos pacientes deprimidos: o las cosas son así o mejor no son. En psicología, lo llamamos pensamiento dicotómico, para entendernos mejor, pensamiento todo o nada. Esta forma de ver la realidad, junto con otros factores, contribuye en numerosas ocasiones al desarrollo de importantes alteraciones emocionales y graves conflictos tanto personales, como laborales o sociales. Y claro, es que, entre el negro y el blanco no están sólo los grises, sino que podemos encontrar todos los colores, absolutamente todos.

Sin embargo, no es tan difícil que cualquiera de nosotros utilice este tipo de mecanismo en distintos momentos de la vida. En numerosas ocasiones, pretendemos que las circunstancias sean perfectas para sentirnos bien. Si vamos a quedar con unos amigos, por ejemplo, se hace necesario saber con quién vamos a quedar, dónde vamos a ir, qué tiempo va a hacer, qué ropa voy a llevar, para asegurarnos de que merece la pena ir. Sin embargo, aunque todos estos requisitos puedan resultar deseables para tomar una decisión, hay quien sabe sentirse bien sólo con poder asistir al evento.

¡Tal vez soñar!

¡Sí ahí está el obstáculo! ¡Porque es forzoso que nos detenga el considerar qué sueños pueden sobrevenir en aquel sueño de la muerte, cuando nos hayamos librado del torbellino de la vida!

¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al infortunio!

Porque ¿quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo, la injuria del opresor, la afrenta del soberbio, las congojas del amor desairado, las tardanzas de la justicia, las insolencias del poder y las vejaciones que el paciente mérito recibe del hombre indigno, cuando uno mismo podría procurar su reposo con un simple estilete?

El protagonista de la obra, como muchas de las personas que sufren emocionalmente, continúa sin plantearse la posibilidad de evitar el dolor. Su sentido de la honestidad y de la justicia, no le permiten considerar ni la menor alternativa posible ante tan elocuentes agravios. Es decir, la afrenta del soberbio, las insolencias del poder o las vejaciones del hombre indigno a las que Hamlet hace referencia, han de provocar necesariamente sufrimiento. De nuevo, al volver a nuestro siglo, podemos encontrar una cantidad, casi inagotable, de prestigiosos estudios psicológicos sobre diferencias entre personas que sufren ante estas circunstancias y personas que no sufren ante ellas. Una de estas variables, es la que llamamos el estilo atribucional, la tendencia a asumir responsabilidad de los acontecimientos o por el contrario, a atribuir la responsabilidad a otras personas o circunstancias. Las personas que mejor superan con éxito la adversidad, son aquellas que saben que pueden utilizar determinadas estrategias para manejar sus sentimientos.

¿Quién querría llevar tan duras cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida afanosa, si no fuera por el temor de un algo, después de la muerte, esa ignorada región cuyos fines no vuelve a traspasar viajero alguno, temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen, antes que lanzarnos a otros que desconocemos?

Impresiona, como además, en este mismo monólogo que puede ser considerado toda una exaltación a la duda, se contemple, a la vez, la única certeza absoluta, describiendo detenidamente el miedo a la muerte. Un miedo que, paradójicamente, impide disfrutar lo que más se aprecia, la vida. Pero claro, el éxito de este monólogo no se basa sólo en esta idea dimensional de vida o muerte, sino que además, en un momento de la obra, Hamlet alude a lo posibilidad de ser como uno de sus familiares; siendo cruel y despiadado o manteniéndose en el camino justo de la honestidad y la honradez.

Shakespeare, plantea de esta forma, uno de los debates científicos que durante siglos se ha mantenido en el ámbito de las ciencias humanas, averiguar si el hombre nace o se hace. De nuevo, por fortuna, podemos regresar a nuestro año, 2015, para resolverlo, ya que los estudios sobre genética han aportado suficiente evidencia para demostrar que nacemos con una carga genética que nos predispone a comportarnos de una forma determinada y se modifica en función de las experiencias que vivimos a lo largo de toda la vida. Así, aquellos que en nuestros días sufren por temor a parecerse a unos padres maltratadores o despiadados, pueden estar tranquilos, ya que pueden aprender a ser quienes quieren ser.

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