La Bazana, jerezana por partida doble
Un jerezano se alza, con su equipo, con el primer premio de un concurso europeo de arquitectura en esta pedanía extremeña
“El perfecto equilibrio entre todas las variables”. Son algunas de las palabras con las que el jurado de los premios del concurso internacional de jóvenes arquitectos EUROPAN 14 España ‘Ciudades Productivas’ (bienal), describió el proyecto ‘BAZANA GO!’. Un trabajo cuyos autores son el jerezano Nicolás Gutiérrez Pérez y la madrileña Virginia de Jorge Huertas. Un certamen con diferentes emplazamientos en los que actuar. En este caso, los participantes eligieron el de ‘La Bazana’ (Jerez de los Caballeros) en el que trabajaron con los colaboradores Berta Calle, Jaime Cored y Marta Monzón. Un pueblo de colonización fundado en 1954, y cuyo arquitecto fue el prestigioso y reconocido Alejandro de la Sota.
El objetivo era proponer una reconversión del modelo económico del pueblo. “Proponemos una especie de cooperativa para aglutinar todos los terrenos y que los gestionen los propios vecinos, con productos ecológicos. También la propuesta incluye la recuperación del pueblo a través de una serie de plazas, unas piscinas naturales... Lo más importante es destacar que lo que se protende es un modelo de supervivencia para los pueblos del medio rural, que se encuentran en éxodo demográfico”, cuenta Gutiérrez.
Un proyecto cuya puesta en marcha depende de las administraciones extremeñas, un proyecto para el que hace falta “una inversión mínima, simplemente con la gestión propia de los vecinos, con una dirección técnica, al ser un pueblo de colonización y ser cada uno de los vecinos propietario de los terrenos”, añade este profesor en la Escuela de Arquitectura de Alcalá de Henares, donde está desarrollando su tesis doctoral.
‘BAZANA GO!’, “logra –en opinión del jurado–, el perfecto equilibrio entre todas las variables: trabaja con la población local y su industria productiva de pequeña escala, identificando la variedad de productos agrícola-ganaderos con un enfoque de cooperativa ecológica sustentable; identifica nuevos usuarios y residentes que de forma gradual se van integrando al tejido urbano y contribuyen a un crecimiento paulatino; trabaja con el tejido urbano de una manera muy respetuosa, extendiéndolo dentro de la ciudad con pequeñas intervenciones, y culmina con un gesto fuerte y sencillo: un muro integrado en el paisaje y articulado con agua, símbolo del riego de estas comarcas, que genera una nueva identidad complementaria y no en competencia con lo concebido por de la Sota. Es una propuesta sensible, de pequeñas intervenciones a lo largo del tiempo. Es fácil imaginar cómo puede ser implementada en fases e ir autocorrigiéndose en base a las experiencias acumuladas y de bajo costo y bajo riesgo, flexible y fácilmente adaptable a una variedad de programas”.
“El proyecto –añade el jurado– asume una estrategia de crecimiento sostenido alrededor de una cooperativa productiva ecológica. Propone un crecimiento de 150 habitantes en 14 años y critica la última ampliación urbana que contradice el plan de Alejandro de la Sota. El proyecto propone reparar el tejido original, completando vacíos urbanos y ampliando el número de viviendas. Junto a una serie de pequeñas y sensibles intervenciones dentro del tejido urbano, dibuja un nuevo “límite” entre el pueblo y su valle, recuperando los canales de riego que se transforman en un espacio paisajístico, alternando líneas de aguas con piscinas naturales que delimitan al pueblo y constituyen “la verja” hacia el paisaje. El proyecto es simple y, en lo físico, de pocos recursos, así como muy respetuoso con el concepto original de Alejandro de la Sota. El marco de producción ecológica para la región suena posible y parece una buena estrategia. El gesto de la línea de agua y sus piscinas naturales dotaría al pueblo de un fuerte elemento de identificación. La presentación, de textos cortos y claros y los dibujos de una clara estética, son de un alto nivel”.
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