Suelos vivos, vinos vivos... y de culto
Bodega Muchada-Léclapart
Blancos del Marco de Muchada-Léclapart y "vinos de culto del futuro", palabra de Jancis Robinson en Financial Times
La crítica de vinos y Master of Wine los equipara con los elitistas Le Pin (Burdeos) y Sassicaia (Toscana), grandes estrellas de los 80 inaccesibles
Hay que estar ciego para no ver la oportunidad que brindan los nuevos blancos del Marco, vinos sin fortificar que rememoran tradiciones en desuso y en muchos casos recuperan variedades de uva autóctonas otrora empleadas en la elaboración de los jereces; vinos que cuentan con la bendición de críticos y la alta restauración y que, sobre todo, pueden aportar prestigio y valor a los infravalorados sherries.
Precisamente, una admiradora confesa del jerez, la periodista y crítica de vinos británica Jancis Robinson, se ha hecho eco del potencial que atesoran los conocidos como 'nuevos jereces', aunque no cuenten todavía con el amparo de la Denominación de Origen, que todo se andará si no se tuerce o demora en exceso el proceso iniciado en el seno del Consejo Regulador para su reconocimiento.
Con más de cuarenta años a sus espaldas catando y escribiendo de vinos, Robinson sabe de lo que habla y el caso es que no tiene la más mínima duda de que estos blancos están llamados a encumbrarse entre los "vinos de culto del futuro", reflexión que –para que no se entere nadie– ha compartido a través de su columna en el Financial Times, en la que habla maravillas del proyecto Muchada-Léclapart en Sanlúcar, al tiempo que alude a otras realidades e iniciativas surgidas en la zona. En concreto, cita la incursión en el mundo del jerez del enólogo danés afincado en Rueda y padre de Pingus Peter Sisseck, o el sobresaliente trabajo conjunto y por separado de los jóvenes enólogos Willy Pérez y Ramiro Ibáñez.
La también Master of Wine (MW) –fue la primera mujer ajena al mundo del vino en conseguir el título– hace una exclusiva selección en la que incluye los blancos de palomino de Muchada-Léclapart, que equipara con los elitistas Le Pin (Burdeos) y Sassicaia (Toscana), bodegas y vinos que se convirtieron en los años 80 en objetos de culto prácticamente inaccesibles y cuyos precios se miden en miles de euros. "Son los vinos de aperitivo más excepcionales", afirma Robinson en su artículo.
Muchada-Léclapart es el resultado de la fusión entre la experiencia del productor biodinámico y referente del 'Champagne de vigneron' David Léclapart, y la fuerza y el entusiasmo de Alejandro Muchada, joven arquitecto de ascendencia gaditana metido a cosechero y bodeguero.
Emprender un proyecto vinatero de la mano de David Léclapart es como montar un taller de confección apadrinado por Amancio Ortega. "Si el jerez lo hiciera un francés valdría tres veces más", decía Beltrán Domecq en una entrevista publicada por este medio con motivo de su renuncia el pasado mes de junio a ser reelegido presidente del Consejo Regulador del jerez.
Muchada tuvo la fortuna de coincidir allá por 2011 en un viaje de mochilero por Francia con David Léclapart, heredero de una larga tradición familiar en Champagne y Borgoña, además de devoto del culto a a la tierra y a lo artesanal en aras de la máxima calidad, que al fin y al cabo es lo que viene a significar ‘vigneron’.
El joven arquitecto se embelesó por este 'loco' de la biodinámica y sus formas en las dos vendimias que compartió con los Léclapart en Champagne. Y el maestro francés no dudó en asociarse con su alumno aventajado cuando años más tarde, en 2016, le planteó el proyecto sanluqueño, donde compraron y arrendaron tres hectáreas de viñedo tras una cuidada selección –básicamente cepas viejas de palomino fino de más de 60 años en el Pago de Miraflores, próximo al mar– y una bodega en el Barrio Alto de Sanlúcar.
Las tierras albarizas del Marco, ya se sabe, tienen muchas similitudes con los suelos calcáreos de Champagne. No es que fuera coser y cantar, pero algo o mucho tenía ganado, según se mire, la pareja franco-española, que empezó a aplicar en la viña el manual de la biodinámica, que al margen de regirse por las constelaciones, entre otras particularidades fomenta la vida en el suelo desde el máximo respeto por la naturaleza con labranzas superficiales que permiten mantener los microorganismos. En palabras del socio español del proyecto, "es un tipo de viticultura más sutil que la ecológica" donde "se observa la planta de otra forma, como si te pusieras unas gafas", y en la que priman prácticas tradicionales y artesanales.
"Si la bodega es la primera dimensión de los vinos de Jerez y el terruño, la segunda, los suelos vivos son la tercera; y suelos vivos, vinos vivos", sentencia Muchada, quien describe sus vinos como "grandes blancos de añada, secos, sin maquillaje que muestran el alma de la zona: salinidad y frescura de las tierras albarizas, y la mineralidad y elegancia de la uva palomino".
Del cuidado máximo de la viña se pasa a la intervención mínima en la bodega, donde por fermentación espontánea se obtienen estos vinos sin fortificar, con el mínimo de sulfuroso –menos de un 10% de lo habitual– y sin filtrar.
El precio de los vinos de Muchada-Leclápart no alcanzan cuatro cifras, de momento, pues oscila entre 30 y 50 euros, por encima de muchos vinos de Jerez que, con una crianza mayor, pueden encontrarse desde el entorno de 3 euros en los supermercados.
Presumen de codearse con los grandes referentes internacionales de Borgoña o Champagne, y su buque insignia, Lumière 2017, que procede de viñas viejas de palomino de más de 60 años de la parcela La Platera, obtuvo 94 puntos Parker y fue comparado con los vinos de François Ganevat, el viticultor y productor de vinos de moda en Francia.
Los rendimientos limitados a 6.500 o 7.000 kilos en las tres hectáreas de viñedo –además de dos parcelas de palomino fino en el pago de Miraflores, aunque de clones menos productivos que los usados para el vino de Jerez, tienen una tercera de moscatel arrendada en el pago de Abulagar– dan pie a producciones igualmente limitadas, sólo 10.000 botellas al año que son cuidadosamente distribuidas, aunque se venden solos, también en el exterior, donde Muchada indica que estos blancos “se identifican más como vinos de Andalucía que como jerez, que se relaciona más bien como vinos generosos dulces”.
Lumiére y Elixir, otra de sus referencias, salen al mercado ras un año de crianza en barrica vieja de roble francés y otro en botella, mientras que Univers, el más joven de la gama, fermenta en depósito de acero inoxidable y no toca madera.
La exportación representa la mitad de sus ventas y la otra mitad es para el mercado nacional, donde sobre todo tienen gran predicamento en la alta restauración. En la provincia, por ejemplo, pueden encontrarse en A Poniente, El Campero, El Faro, así como en El Espejo, Avante Claro y Taberna der Guerrita en Sanlúcar.
Lumiere Wine Club
Durante el confinamiento, Muchada-Léclapart ha puesto en marcha Lumiere Wine Club, un club de amigos para afianzar la relación con los consumidores más cercanos y apasionados y a través del que se tendrá acceso a cupos especiales, sacas únicas, eventos privados, visitas a la bodega y la viña...
Según Muchada, se han fijado un máximo de entre 100 y 120 personas y ya hay unos 60 inscritos de toda España.
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