Canibalismo urbano
Patrimonio
El abandono y los robos en 'Cartonajes Tempul' son una pesadilla para los vecinos. Un espacio del que algunas de sus piedras forman parte de la Carta Arqueológica de la ciudad.
Jerez/na virgen sin cabeza preside la entrada. Entrecruza las manos cerca de su pecho. Parece que ruega, porque llorar ya no puede, por lo que cada día pasa allí donde la colocaron. Lo que en un tiempo fue un vergel del empleo, hoy es un campo abierto al expolio, al canibalismo urbano y arquitectónico, de un edificio jibarizado por una ‘tribu’ que con el paso de los años ha ido dejando en los ‘huesos’, en su esqueleto, a las antiguas instalaciones productivas de Jerez Industrial (JISA) de artes gráficas de la calle Taxdirt, o ‘Cartonajes Tempul’, que están abandonas prácticamente desde el cese la actividad de este grupo, hace ya cerca de 20 años, asfixiado por la crisis del sector bodeguero, en el que se especializó.
Desde su umbral, por la antigua calle ‘la Sangre’, se intuye el fantasma que habita su interior y que sus antiguos trabajadores trataron de espantar en su día con otras iniciativas empresariales. Finalmente, ganó el espectro. Un gran edificio, hecho para triunfar, que se ha convertido en la pesadilla de los vecinos de la zona, que tienen que soportar cómo cada día entran a robar en el solar, a llevarse lo que vaya quedando a base de porrazos, golpes, martillazos y fuego. “Es horrible el abandono en el que está sumido todo esto. Vivo aquí desde hace 14 años y escuchamos golpes todo el día”, dice una vecina. Esta semana mismo los bomberos han tenido que sofocar un incendio, uno de los muchos que se provocan aquí. Esta vez, una quema de cables para sacarles el cobre. Pero ya va quedando poco a lo que echarle mano, como el techo de la superestructura de hierro, un riesgo para quien quiera hacerse con él, una aventura que le puede costar la vida.
Pero la decadencia también está a la vuelta de la esquina. En la parte de atrás de la empresa, por Marqués de Cádiz, el aspecto es aún más desolador, incluso entristece. Dos grandes puertas de acero dan acceso al lugar. Un botín inalcanzable, de cientos de kilos de peso, con el que aún nadie ha podido. Si han sido sin embargo arrancadas de cuajo las del interior, como si un gigante las hubiera engullido de una vez. Tampoco quedan ventanas, sólo huecos por los que asomarse y ver un campo de batalla, una zona en conflicto, un trozo de tierra que parece estar en guerra mientras el resto de la ciudad le da la espalda.
“Llevo 65 años viviendo aquí, y al menos hace 20 que estoy viendo el abandono de la fábrica. La policía sólo viene cuando la llamamos. Ya hemos denunciado muchas veces esta situación y aquí seguimos igual. Estamos dispuestos a hacer y firmar un escrito a quien sea necesario para acabar con esta situación”, asegura otra señora, que ya ha tenido que reponer el pomo de su puerta de entrada en varias ocasiones “de la cantidad de veces que me lo han robado”. Mientras, otro vecino recuerda los buenos tiempos de la fábrica, “cuando los caballos del ejército venían aquí a hacer sus ejercicios. Esto es una dehesa de ellos, de las bandas. El otro día creí escuchar cohetes, ¡pero eran tiros! Cuando acaben con todo lo que hay ahí, vendrán a por nuestras casas. En la mía sólo van a encontrar calzoncillos”, dice atemorizado.
JISA fue fundada en 1937 por Antonio Salido Paz, Manuel González Gordon y Tomás Domecq Rivero, que en 1945 la convertirán en un importante holding de las artes gráficas en toda España, con fuertes vínculos e intereses con el sector de la industria del vino. De ella llegaron a depender hasta ocho empresas distintas y repartidas por toda la geografía española, entre las que se contaron Inex, Eurosur, Gráficas Reunidas, Litografía Espinosa, Industrias Gráficas Orla, Cartonajes Pribec, Gráficas Santo Domingo, y la propia Jerez Industrial (JISA). Su sede central estaba en la calle Taxdirt, 30, según Jerez Siempre. Hoy, estos metros cuadrados son de propiedad privada, quizás con una intención inicial de construir viviendas, hasta que la crisis del ladrillo explotó.
Uno de los elementos de gran valor de la fábrica son las piedras litográficas que adornaban la antigua fachada, que por suerte están localizadas, y que figuran en el Catálogo de Bienes de Carácter Singular incluido en la Carta Arqueológica. Incluso aún quedan rastros de ellas impresos en el cemento. A este respecto, la propietaria del inmueble apunta que las piedras litográficas, “se cederán al Ayuntamiento dado el valor que tienen”, y aseguran que respecto a los robos, “se hizo todo lo posible por limpiar el solar y protegerlo, incluso por parte de antiguos trabajadores, cuando la empresa se encontraba en litigio por su propiedad”. Lo que está claro es que hace ya tiempo que la zona quedó desprotegida. Asimismo, ha sido imposible conocer el futuro que le depara a este solar por parte de sus dueños.
Desde el Departamento de Disciplina del Ayuntamiento de Jerez aseguran que se ha abierto “una investigación a petición de vecinos que denunciaban que se estaban produciendo robos en la antigua fábrica de ‘Cartonajes Tempul’, y a la vista de las pesquisas, se está tramitando un expediente ya que el inmueble está protegido por el PGOU y, en breve, se procederá a realizar actuaciones administrativas para solicitar al propietario que restablezca el orden urbanístico”. Sin embargo, fuentes fiables aseguran que “nadie del Ayuntamiento se ha puesto en contacto con el poseedor de dichas piedras litográficas para solicitarle su entrega al Consistorio. Es decir, no se está haciendo nada”.
“Esto era un vergel –insiste otro residente–, de una calle tranquila, con sus trabajadores. Hoy..., mire en lo que se ha convertido”. Y hace referencia también al chalet que colinda con ‘Cartonajes Tempul’, abandonado desde hace décadas, en el que la arboleda no deja ver qué esconde. “Pero, ¡¿por qué no arreglan esto ya?! Es que da vergüenza pasar por aquí”, se queja un hombre mayor con su bastón. “Desaparece ‘Cartonajes Tempul’, desaparecen las bodegas... ¿Con qué se va a quedar Jerez?”, añade otro. Y mientras tanto, un joven baja de su moto y entra en el solar para hacerse con los restos de un sanitario. Sin pudor. Un gesto que parece normalizado.
A vista de pájaro, se comprueba la dimensión, la inmensidad de la fábrica. Un espacio que en un tiempo fue surtidor de riqueza y empleo para la ciudad, y que hoy es un templo del ‘sírvase usted mismo’, en el que no se libra ni la madre de Dios.
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