El calor se une a Jerez en su camino hacia la Blanca Paloma
El Rocío
Fue una primera jornada dura pero dentro de la normalidad. La Real Hermandad embarcó a las cinco de la tarde rumbo a la playa de Malandar, ya en el Coto de Doñana
Cinco mulos, cinco. Uno más según las tradiciones rocieras jerezanas, que dicen que son cuatro. Pero eran cinco los que tiraban de la carreta, con el Simpecado bien colocado, aderezado con flores frescas. Tiro de plata fina con racimos de uva, referente de la peregrinación hasta la aldea del Rocío.
El alcalde de carreta, serio mientras intenta dominar a los animales, responde en la puerta de Santo Domingo: “Tenemos este año una más y hemos decidido colocarla para tener una punta más larga”. Pura casualidad. O no. Una vez iniciada la andadura, allá por donde las jacarandas de la Porvera hacen de bóveda que cubre a los romeros, salíamos de dudas. Andaba más rápido que nunca la comitiva camino del Calvario. Una suelta de palomas en la Escuela de San José, una pequeña parada en la Victoria y una llegada con la lengua fuera en la gruta de Fátima, donde la hermandad entraba en el Hospital San Juan Grande para saludar a los enfermos y llevar las oraciones de los necesitados hasta las plantas de la Virgen. Eran, más o menos, las diez de la mañana.
Antes, a las ocho, se iniciaba la misa de romeros en Santo Domingo. Un lleno hasta la bandera. No cabía ni un alfiler. Al fondo se escuchaban las palabras de José Mazuelos Pérez, obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez, que exhortaba a los romeros a vivir la Pascua de Resurrección en esta recta final para llevar este espíritu de vida ante las plantas de la Virgen que habita en Almonte y es la Reina de las Marismas.
La hermandad inició el camino -siempre duro- de la primera jornada. Singladura en la que el calor se palpa a través de esos brillos del asfalto que forma un espejismo que parece agua cristalina. Ante el panorama, nadie se engalla en la primera jornada. Todo aquel que se ensalza será… ya saben. Hay que tenerle respeto. Los cuerpos están fríos y el asfalto no se sabe muy bien si es peor que las ‘roas’ que esperaban.
El rengue con el Ángelus incluido en el Barrosillo se cumplió casi con puntualidad británica. Fue una oración sentida. Con palmas por sevillanas al finalizar, y con ganas de seguir adelante.
Ya lo comentó Raúl Rodríguez Galisteo, el hermano mayor. El Ventosillo será un rengue breve. Sólo para que las bestias beban. Así las cosas, la tracción de motor continuó adelante en busca del fresco que se acercaba desde Sanlúcar mientras los animales paraban brevemente en esta zona ya clásica camino del abrevadero improvisado.
La calma y la normalidad fueron la tónica de toda la jornada. Apenas algunos pequeños problemas de mecánica en algunos vehículos. Una carriola que estaba a unos pocos kilómetros de Sanlúcar estaba embarcada... pero en una grúa. No llegó hasta Bajo Guía. Tampoco se supo a qué hermandad pertenecía.
Una vez en Bajo Guía, el fresco de ese maravilloso paisaje donde desemboca el Guadalquivir era como un lenitivo para los peregrinos que andaban horas sobre el recalentado asfalto. Una brisa que sabía a gloria. Allí, sobre las tres de la tarde, ya había vehículos de Jerez que estaban embarcando.
Desde los dispositivos de Protección Civil se comunicaba que tal y como fueran llegando irían tomando lugar en la barcaza hacia Malandar. En cualquiera de los casos, finalmente, y en contra de lo que quería la junta de gobierno de la hermandad, la carreta tomó posesión del Coto de Doñana cuando ya habían pasado las cinco de la tarde. Más o menos, que en el Rocío no existen las horas exactas.
Y de la playa, hasta Marismilla. Por un sendero con un kilómetro y medio más largo pero en las entrañas de Doñana. Sin bordear el río, que las mareas andan revueltas. Nota a tener en cuenta es que la barcaza llevó a los romeros más allá de la entrada del coto. Mucho más allá. Casi frente a Bonanza. Cosas de la mar de fondo. Que son cosas también del Rocío.
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