Visto y Oído
Broncano
Tribuna libre
QUERIDO Fermín: Te has ido en silencio, dulcemente. La muerte, aunque presentida, no ha dejado lugar a despedidas.
En estos duros momentos de tu partida se me agolpan los recuerdos de tantos hechos compartidos que formaron tu vida y eran pura expresión de tu carácter, especialmente el nacimiento de tu extraordinaria afición al caballo. Decidiste ser rejoneador, sin ninguna ayuda familiar (de ello doy fe) sin maestros ni protectores y llegaste a lo más alto por tu tesón, valor y conocimientos. Trabajo reconocido por todos y felizmente continuado por tu hijo Fermín.
Tu otra pasión, el toro bravo, ha sido el escenario de grandes éxitos ganaderos continuando brillantemente el camino emprendido por tu padre. En estas actividades públicas has paseado el nombre de Jerez, al que tú tanto querías, con dignidad, prestancia y buena imagen.
El motivo de estas líneas es darte las gracias. Lo hago no sólo en mi nombre, que tuve la suerte de disfrutar de forma excepcional de tu afecto y cariño, sino también en el de tantos amigos y conocidos que se beneficiaron de tu cordial acogida, de tu alegría, de tu buen humor, de tu generosidad. Todos cabíamos en tu corazón. Tantos años juntos me permiten afirmar que jamás escuché de ti una palabra de crítica a otra persona. A lo mejor se lo decías directamente pero sin maldad.
Bueno, Fermín, tú que eres profundo creyente, seguro que estarás mucho mejor que nosotros. Por eso te pido que no te olvides de los que estamos aquí abajo, tus hijos, tus amigos, Mercedes y de este hermano.
Te has ido pero siempre te tendremos presente.
Algún día nos volveremos a ver. Abrazos.
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