Cabalgata
La Cartera Real recorre hoy Jerez: horario e itinerario

El Castillo de Berroquejo

En torno a Jerez

Un sobreviviente de las luchas de frontera

José Y Agustín García Lázaro

20 de abril 2014 - 01:00

Jerez/A mitad de camino entre Jerez y Medina, la autopista -y la antigua carretera, reutilizada como vía de servicio- ciñe los pies de un mogote de roca caliza sobre el que se alzan, resistiendo el paso de los siglos, las ruinas del Castillo de Berroquejo. Conocido también, como del Berrueco o Barrueco, poco queda ya de este enclave medieval levantado en un lugar estratégico por el que atravesaban los caminos que desde tiempo inmemorial enlazaban el norte y el sur de la provincia, las tierras del Estrecho con las campiñas. Junto al cerro del castillo, aún discurre la vía pecuaria conocida como Cañada de Lomopardo o Medina que unía esta última población con el río Guadalete pasando también por El Mojo y la Laguna de Medina.

El topónimo de Berroquejo o Berreuco hace referencia a un "peñasco elevado que tiene semejanza con un gran hito o mojón" y que se presenta aislado sobre las tierras que lo rodean, tal como sucede con el montículo en el que se levanta el castillo. Es nombre muy común en la geografía española y en la provincia de Cádiz encontramos también otros "berruecos", como el cerro que se encuentra entre Medina y Chiclana, en el que se explotó una gran cantera, o el Peñón del Berrueco, en las proximidades del Mojón de la Víbora, entre Ubrique y Cortes, que es una referencia en el paisaje serrano y, como los citados, está constituido por un mogote calizo que emerge aislado en el terreno circundante.

El paraje del castillo de Berroquejo está situado en las proximidades de otros lugares que han sido también escenario de episodios singulares de nuestra historia como Fuente Rey, La Matanza, La Matanzuela, el Cerro de la Mezquita… Por sus cercanías discurría el acueducto romano de Tempul a Cádiz, que atravesaba tierras cercanas en uno de sus tramos menos conocido: el comprendido entre Las Piletas, El Pedroso y los Llanos de Guerra.

El Castillo de Berroquejo, "presenta la fisonomía de una típica construcción militar cristiana de tipo mudéjar de época alfonsí y su atribución principal era la de controlar las razzias que… realizaban tanto los benimerines del rey de Fez, como los más cercanos ejércitos del reino nazarí de Granada" (1). Aunque carecemos de datos sobre la fecha de su edificación, ésta habría que situarla en torno al último cuarto del siglo XIII, tiempos de gran inestabilidad en la región. Conviene recordar que este espacio central de la provincia de Cádiz fue tierra de frontera hasta bien entrado el siglo XIV, por lo que el enclave de Berroquejo debió jugar un papel importante en la estrategia defensiva de los castellanos, junto a otras fortalezas cercanas como las de Torrestrella (denominada también en algunas fuentes como del Berrueco), Alcalá de los Gazules y Medina. Todas ellas pertenecían, por donación real, a la Orden de Santa María de España u Orden de la Estrella, fundada por Alfonso X el Sabio en 1270 para la defensa naval de la corona de Castilla, si bien tendría una corta duración al integrarse sus miembros en la Orden de Santiago en 1280. El castillo de Berroquejo conectaba visualmente con los citados, así como con otros hitos relevantes en el entorno próximo como el cerro de El Mojo y la Sierrezuela, estando vinculado también, posiblemente, al control de las vías de comunicación cercanas.

Hoy día, las ruinas del castillo despuntan entre lo acebuches y lentiscos que cubren la falda del cerro y casi ocultan el torreón y algunos de los lienzos de la cerca que aún se mantienen en pie coronando el peñasco. Esta pequeña elevación de roca caliza de edad jurásica, constituye una auténtica ventana tectónica (2), rodeada de materiales margosos y yesíferos. La naturaleza rocosa del cerro ha permitido la sólida cimentación de la pequeña fortaleza y le ha proporcionado también las especiales condiciones de inaccesibilidad gracias a la verticalidad de los paredones naturales de roca. Debido a ello, sólo a través de profundas y estrechas grietas escondidas entre la vegetación, que se nos antojan secretas entradas, se puede hoy llegar hasta la torre con grandes dificultades.

Desde sus cercanías, el viajero puede observar -pese a la ruina del edificio- buena parte de su fisonomía. En lo más alto del promontorio destaca la torre de planta cuadrada y en sus laderas, a un nivel inferior, se aprecia parte de la cerca que rodeaba la fortaleza, con algunos lienzos construidos, al igual que la torre, con bloques y sillaretes de piedra caliza entre la que se intercalan a veces hiladas de ladrillos. Las esquinas están protegidas con sillares de mayores proporciones y, en algunos casos, parecen haber sido "restauradas" con ladrillos para reforzar los ángulos de la torre y de la pequeña muralla que circundaba la peña y que aún se conserva en distintos puntos de su perímetro y, especialmente, en sus caras sur y oeste.

Una vez en el interior de la torre cuadrada, cuya techumbre se ha desplomado, podremos observar un hueco, a modo de ventana, enmarcado en un arco de ladrillo. En las esquinas de los muros de la torres se aprecian los arranques de las bóvedas y, en algunas de ellas puede adivinarse los restos de lo que pudo haber sido una trompa, así como restos de la antigua cubierta abovedada que estuvo sostenida por arcos de ladrillo cruzados, de los que se aprecia su traza.

Desde la torre, por los huecos abiertos en sus muros, obtendremos magníficas vistas de los alrededores y al observar los amplios horizontes que se aprecian hacia los cuatro puntos cardinales o el control visual que se obtiene sobre las vías de comunicación actuales, entenderemos el papel estratégico que debió jugar el castillo de Berroquejo en el pasado. Entre las ruinas, llama la atención la vegetación que cubre los muros y las piedras, entre las que abundan las lustrosas matas de acanto, cuyas hojas fueron inmortalizadas en las columnas corintias.

A los pies del castillo, entre la maraña impenetrable que forman las copas de los acebuches, es fácil encontrar las piedras que un día debieron formar parte de sus muros así como restos cerámicos de época medieval. Algo más lejos, en la vía pecuaria que conduce hasta el peñasco, se aprecian montones de piedras que debieron pertenecer a construcciones medievales o tal vez más antiguas, a juzgar por los restos cerámicos de época romana que aparecen entre ellos.

Aunque algunos autores sostienen que la Torre de Berroquejo fue uno de los lugares donde sufrió prisión Doña Blanca de Borbón, junto al Castillo de Medina, el Alcázar de Jerez y la torre de Sidueña, no existe constancia documental firme de dicha opinión (3). De lo que no cabe duda es que El Berroquejo era paso obligado en los itinerarios entre Jerez y Algeciras, por lo que no es de extrañar que buena parte de las idas y venidas de los ejércitos musulmanes y cristianos tomaran estos caminos, siendo estos parajes, en cuyas proximidades existían fuentes y manantiales, un lugar ideal de reposo y descanso. Así sucede, por ejemplo, con Alfonso XI, quien hasta en cinco ocasiones partió de Sevilla hacia las tierras de Tarifa y Algeciras y quien, al menos en una de ellas, descansa con sus tropas en El Berroquejo, pasando otras tres veces más por este lugar y sus alrededores. En 1340, cuando el rey emprende su segunda expedición para intentar conquistar las tierras del Estrecho, planta sus tiendas durante tres días junto al Guadalete, en espera de reunir sus tropas que acuden desde distintos puntos del territorio, mientras se abastece para la empresa militar que pretendía. El 25 de octubre harán las huestes un alto en Berroquejo, un lugar con agua (Fuente Rey) y abundantes pastos en sus alrededores como para permitir la acampada (4). Así recoge este episodio la Crónica de D. Alfonso el Onceno: "…Et otro día partieron luego dende, et fueron posar los reyes con sus huestes cerca de Medina Sidonia, dó dicen el Berrueco: et otro día fueron á un arroyo que dicen Barbate" (5). El Poema de Alfonso el Onceno (1348), confirma igualmente el paso del rey por este lugar, camino del sur: "Por El Berrueco pasaron /con sus pendones aína / a mano ezquierda dexaron / el castiello de Medina" (6). Una vez más, se utiliza también el nombre de Berrueco o Barrueco para referirse a este castillo.

Las condiciones especiales que estos parajes al abrigo de la torre del Berroquejo, reunían para la agricultura y la ganadería, no pasaron desapercibidas para la nobleza jerezana, deseosa de roturar nuevas tierras con las que engrandecer sus haciendas. Así, en el último cuarto del siglo XV, nos recuerda el historiador Fray Esteban Rallón que "… por este tiempo hizo merced el rey a Martín de Vera, hijo del valiente alcaide de Jimena Pedro de Vera, del castillo y casa del Berrueco de Medina y de cien caballerías de tierra en su contorno. Presentó esta gracia en el cabildo y la ciudad se opuso a ello, como perniciosa a sus vecinos" (5).

Y no es de extrañar la reacción del concejo jerezano ante la gran superficie entregada por Enrique IV a Martín Gómez de Vera (equivalente a 2.640 hectáreas). Por más que su padre hubiese prestado importante servicios a la corona y ganase luego la isla de Gran Canaria para los Reyes Católicos, las quejas del cabildo lograron que estos "rebajaran" finalmente la donación a 20 caballerías (unas 528 hectáreas) en 1478, pese a que dos años antes, Pedro de Vera había logrado para su hijo la confirmación de la merced de Enrique IV. Con todo, queda claro que es que el castillo de Berroquejo y las tierras circundantes pasaron a manos de Vera para que, como señalaba la primera concesión real, "podades labrar, en dicho Berrueco e Torre, qualesquier hedeficios que quisieredes e por bien touieredes; e a fortalecer la dicha Torre en la forma e manera que quisieredes, para lo cual vos do licencia por la presente." (8) Tal vez, las reparaciones que se aprecian en algunos pardones de la cerca o en las esquinas de la torre, reforzadas con ladrillo, puedan corresponder a esta época en las que la familia de Pedro de Vera se hace cargo del castillo. Sea como fuere, en los siglos siguientes, alejado ya para siempre el peligro de las invasiones meriníes, la pequeña fortaleza de Berroquejo perdió su valor defensivo y se fue arruinando poco a poco. En el "Mapa Geográfico de los Términos de Xerez de la Frontera, Tempul y despoblados y pueblos confinantes" (1787), obra de Tomás López, uno de los primeros que se traza sobre este territorio, figura la torre de Berroquejo con la siguiente leyenda: "Barrueco castillo antiguo" (9).

Por su estratégico emplazamiento, este lugar continuó siendo un hito en las rutas medievales y de la edad moderna. Así lo demuestra, por ejemplo, la descripción del itinerario ente Medina y Jerez que encontramos en una "guía" de "Caminos y Pueblos de Andalucía. Siglo XVIII" fechada en 1744. En ella, al describir el camino, partiendo de Medina, se indica que "Saliendo… por el barrio de San Juan de Dios, se toma el camino Real seguido por olivares y viñas que hay a un lado y otro hasta una torre llamada el Barrueco, donde poco más allá entra el término de Xerez, cuya torre queda a la izquierda" (10).

Y aún hoy, pese al acoso de autopistas y carreteras, al cerco al que le han sometido los vallados y líneas de alta tensión que lo rodean, pese a los zarpazos en el paisaje de una cercana cantera, pese a todo y a todos… el Castillo de Berroquejo, declarado B.I.C. en 1985, sigue sobre su peñasco calizo reclamando la atención del viajero, casi arruinado sí, pero en pie. Igual que un sobreviviente que vuelve de la guerra.

Consultar referencias bibliográficas, reportaje fotográfico y mapas en www.entornoajerez.com

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