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Un Corpus Christi de fervor y fuerza interior

El Santísimo Sacramento del Altar se manifestó en el corazón de los fieles asistentes a la eucaristía en la Catedral

El obispo José Mazuelos, durante la eucaristía en la catedral. / Manuel Aranda
Manuel Sotelino

15 de junio 2020 - 02:00

Ha sido una festividad del Corpus Christi distinta. Cristo Sacramentado no pudo salir a las calles de Jerez a manifestarse como el alimento que en la eucaristía se ofrece a los cristianos. Procesión litúrgica que cada año se presenta como verdadero centro de la vida del creyente. Pan de vida y vino de salvación.

Pero las medidas llevadas a cabo por las autoridades sanitarias aún no prevén una manifestación pública de fe como es la procesión del Corpus del Christi. Gran solemnidad que la iglesia celebraba en la jornada de ayer domingo aunque de una forma distinta.

Todo ello no fue obstáculo para que el Santísimo Sacramento del Altar se ofreciera nuevamente. En una eucaristía estacional que fue presida por monseñor Mazuelos Pérez, obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez, y contó con la concelebración de buena parte del clero diocesano así como con la presencia de religiosos dedicados a la vida consagrada.

Un pueblo diverso pero unido ante la más alta cota de la fe cristiana que se visibiliza en la transformación del Cristo Jesús en el alimento espiritual.

La celebración fue vivida con un alto grado de fervor interior. Como los discípulos de Emaus que reconocieron al Señor al partir y el pan. Tras haber sentido cómo sus corazones ardían cuando les es explicaba las Escrituras por el camino.

Ha sido la de ayer una jornada del Corpus distinta a las vividas con anterioridad. Pero no por ello sostenida con menos fervor. Se guardaron todas las medidas necesarias que las Autoridades Sanitarias exigen como es el uso de la mascarilla, el distanciamiento de los fieles y la higiene. Pero lo verdaderamente importante es que se dio debido cumplimiento en una procesión interior donde todo el pueblo cristiano de la Diócesis sintió la fuerza renovadora de Cristo que se manifestaba en forma de alimento tal y como detallaba el Evangelio proclamado: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”.

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