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La Corta

en torno a jerez

Breve historia de un antiguo azudque está siendo demolido

Antiguo acueducto
José Y Agustín García Lázaro

08 de abril 2018 - 01:37

Unos días antes de Semana Santa, el pasado 22 de marzo, la Consejería de Medio Ambiente inició la demolición del antiguo azud del río Guadalete situado en la barriada rural de La Corta, que debe su nombre a la presencia de esta pequeña presa en el río. Con la construcción hace unos años del azud móvil de El Portal, el de La Corta había perdido ya su funcionalidad, por lo que su derribo elimina obstáculos en el cauce del Guadalete facilitando la evacuación de los caudales de avenida. Así lo explicaba Ángel Acuña, Delegado Territorial de Medio Ambiente, a los vecinos de esta barriada rural que, alarmados por la presencia de maquinaria pesada, se habían concentrado junto al río al carecer de información previa sobre las obras a realizar (1). En los siguientes días, se acumularon grandes bloques de piedra en el lecho del río que han permitido el acceso de maquinaria pesada, habiéndose retirado ya la mitad de esta antigua presa.

Aunque el paraje donde se encuentra La Corta, conocido desde antiguo como Vado de los Hornos, guarda muchas historias de las que nos ocuparemos en otros artículos, no queremos dejar pasar la ocasión para dedicar unas líneas a este antiguo azud que cuenta con más de un siglo de existencia. Si bien fue reformado en la década de los cincuenta del siglo pasado, fecha en la que se construyó también la estación elevadora a la que está ligado y se amplió la red de acequias y canales a los que surtía, esta modesta obra de ingeniería tiene tras de sí una curiosa historia.

La Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete

El inicio de nuestro relato puede fijarse el 15 de noviembre de 1897, cuando la Gaceta de Madrid anunciaba la subasta pública para la "Concesión de un canal de riego derivado del Río Guadalete". Con un presupuesto de partida de 1.227.968 pesetas, este proyecto tenía como finalidad la construcción de una presa en el "Vado de los Hornos", para poner en riego las vegas cercanas a El Portal (2).

Toda la comarca atravesaba entonces por una grave crisis marcada por el paro y los conflictos sociales, acentuada por la plaga de filoxera desatada unos años atrás, que terminó por arruinar el viñedo. No es de extrañar por ello que en estos años de finales del XIX se alzaran voces que clamaban por buscar alternativas al monocultivo de la vid. Las propuestas apuntaban a la puesta en regadío de las mejores tierras del término. La construcción del Pantano de Guadalcacín, que habría de esperar aún más de una década, estuvo precedida por una iniciativa más modesta: los regadíos, de unas 2000 hectáreas, en las vegas de los Villares, El Torno, las Quinientas, El Palmar y El Portal que la Sociedad Agrícola Industrial del Guadalete (SAIG) pretendía desarrollar mediante una amplia red de canales y acequias. Y con ellos la introducción del cultivo de la remolacha y la construcción de la primera fábrica de azúcar en nuestra provincia: la Azucarera Jerezana, en El Portal (3).

Constituida en 1892 con un capital de 4 millones de pesetas, la SAIG contó entre sus accionistas con destacados personajes del mundo de la empresa y las finanzas. Durante años, su presidente fue A. M.ª Martínez de Pinillos Izquierdo, propietario de una importante naviera gaditana y entre sus directivos figuraban los banqueros Amaro Duarte Cardenal y Abelardo Gómez Infante o empresarios como Servando Molins y José Ramón Pacheco Bernal, componentes asimismo de la Sociedad de Aguas Potables de Cádiz y de la Sociedad Siderúrgica Andaluza. Este último figura como secretario de la SAIG en la presidencia de M. de Pinillos, a quien sucedió Gómez Infante, ocupando entonces el cargo de secretario Molins, tal como puede comprobarse en los Balances Generales anuales presentados por la Sociedad (4).

Además de la presa de La Corta, la elevadora y los canales de riego, la Sociedad edificó la Azucarera Jerezana en la que invirtió más de 3,5 millones de pesetas, cuyas ruinas aún pueden verse en El Portal. Construyó también una carretera entre la fábrica y la Cañada de la Isla y un puente de hierro en el Guadalete (en La Herradura) para acceder a las tierras que administraba. Se trataba, en definitiva, de "un proyecto netamente modernizador de carácter agroindustrial que significaba un cambio muy apreciable" e introducía cambios cualitativos con los que afrontar la crisis finisecular derivada de la filoxera (5). Sin embargo, esta prometedora experiencia resultó fallida. El alto coste del regadío, la falta de experiencia de los colonos, las avenidas del Guadalete que hicieron perder algunas cosechas, el escaso caudal en estiaje y el auge de esta industria en otras zonas del país fueron algunas de las causas de este fracaso que llevaron al cierre de la fábrica en 1906 (6).

La Sociedad Agro Industrial del Guadalete encargó su proyecto al prestigioso Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos Luis Vasconi y Cano (Málaga 1840m - Madrid 1924). Vasconi, a quien en 1874 encontramos ya de Ingeniero Jefe de su provincia natal, ocupo en su dilatada vida profesional distintos cargos técnicos, académicos y empresariales. De Málaga pasó a la Isla de Cabrera y en 1888 realizó las obras de abastecimiento de aguas a Cádiz, de cuya Sociedad de Aguas Potables llegó a ser propietario. En 1889 dirigió la ampliación del puerto de Málaga junto a su socio, el también ingeniero José Bores. Concluidas las obras en 1896, realizó el proyecto que nos ocupa de. En 1902, año en el que se concluyeron las obras de "La Corta", participó en el abastecimiento de aguas a Bilbao a través de la sociedad "Aguas del Cerneja", de la que era presidente. En estos años dirigió numerosas obras para distintas empresas en algunas de las cuales participó también como socio, como en la Sociedad Azucarera Antequerana (7).

La presa fue construida en el lugar conocido desde antiguo como Vado de los Hornos, situado 1 km río abajo del monasterio de La Cartuja, en un paraje de gran interés histórico del que nos ocuparemos en otra ocasión. Este lugar está situado a 4437 m del puente de Cartuja, punto hasta el que llegaba la carrera de la marea. Como se indicaba en el proyecto, la coronación de la presa, esto es su altura máxima, estaba "a la ordenada de 14 m con relación al plano general de comparación elegido, que está a 10 m inferior al nivel de la bajamar equinoccial de la bahía de Cádiz, o sea en el indicado emplazamiento". Habida cuenta de que la máxima diferencia entre mareas en la Bahía de Cádiz es de 3,90 m, la altura de la presa garantizaba que, con la máxima pleamar posible, la marea no sobrepasaría su cota de coronación.

Para la construcción del muro fue preciso realizar una gran zanja de 100 m de larga, hasta una profundidad de 1,5 m bajo el lecho del río, dragándose 975 m3 en su base. Se hincaron entonces 200 pilotes escuadrados de 5 m de longitud y 0,30 x 0,30 m, "de ", a lo largo de toda su longitud y se clavaron 600 tablaestacas de 5m de largas con sección de 0,25 x 0,15 m, así como otros 200 pilotes rollizos de 3 m de longitud y 0,20 m de diámetro. Para asegurar el entramado de los cimientos se utilizaron también 5760 kg de hierro galvanizado en pernos, barras y tensores para el arriostrado de la estructura.

El muro de la presa, con una longitud de 100 m, tenía en su base 5 m de ancho. Para su construcción, además de la madera utilizada en el pilotaje de su cimentación, se emplearon 600 m3 de hormigón hidráulico en las fundaciones. En la obra de fábrica se emplearon también 250 m3 de mampostería hidráulica de relleno sobre el agua y otros 250 m3 de sillarejos y sillares unidos con mortero hidráulico en el cuerpo del muro, que se protegió con otros 400 m3 de escollera. En total, casi 2.500 m3 de material. El coste de la presa ascendió a 116.712 pesetas (8).

Desde su construcción, el azud se conoció como "La Corta" del río nombre que, por extensión, se dio también a este paraje del Guadalete y que desplazó al tradicional de Vado de los Hornos con el que era conocido desde el siglo XVII.

Junto a la presa, otros elementos fundamentales de la obra fueron la planta elevadora, el pozo de toma de aguas y la casa de bombas que se edificaron en un recodo de la margen izquierda del río, en un punto muy próximo a la Cañada Real de la Isla y de Cádiz y cercano a la desembocadura del Arroyo Buitrago. Este paraje, conocido como Hoyo de las Piedras, estaba situado a 2935 m aguas arriba de la presa y a 1502 m aguas abajo del Puente de Cartuja. Las instalaciones se renovaron en los años 50 y de nuevo hace unos años (9), permaneciendo en el mismo lugar. En la casa de máquinas puede leerse

La toma de aguas se llevaba a cabo mediante una galería que unía el río con el pozo de bombas de la casa de máquinas y calderas. Allí se construyó también una chimenea de ladrillo, una carbonera para almacenar hasta 300 toneladas de carbón y una casa para albergue de los cuatro operarios encargados del servicio de elevación de aguas. Junto a estas instalaciones hubo que construir un acueducto de fábrica de casi 300 m, que desde la casa de máquinas llegaba hasta una loma cercana en la que se bifurcaban los canales del Este y del Oeste. Lo más costoso fue, lógicamente, las máquinas de vapor (200.000 pesetas) así como otros elementos mecánicos, bombas, calderas y accesorios, con capacidad para elevar 1250 litros por segundo a la altura media de 8 m. El coste total de las instalaciones de elevación de agua ascendió a 307.987 pesetas, casi el doble que la presa (10).

El principal propósito de las obras fueron poner en regadío 2000 hectáreas de tierras situadas en la margen izquierda del Guadalete, para las que el proyecto había previsto la construcción de una presa La Corta) y la planta elevadora. Las tuberías de impulsión de las máquinas vertían las aguas elevadas en el origen de un acueducto de 300 m de longitud, apoyado sobre la Loma del Torno, frente a la casa de máquinas, donde se bifurcaba en dos grandes canales.

El canal del Oeste terminaba en el Pozo de Carmona, a los pies del Cerro del Pavo, situado junto a la Cañada de la Isla y Cádiz frente a la dehesa de la Tapa, con una longitud de 9015 m. De él se derivaban nueve acequias principales de distribución con un desarrollo de 16092 m. Para el saneamiento de este terreno se trazaron cuatro grandes azarbes o canales de drenaje en los puntos más bajos de las fincas, así como ramales secundarios para canalizar el excedente del agua de riego hacia el río con una longitud de 10783 m. A lo largo de toda esta red fue preciso construir 8 tajeas, una alcantarilla y un acueducto sobre la hondonada de El Torno con un coste de, este último de 76.593 ptas. En la Loma del Palmar se practicó un túnel para el paso del acueducto (34.068 ptas.), construyéndose también 8 alcantarillas para los pasos superiores de servidumbres sobre el canal. De la misma manera se edificaron dos casillas de guardas del canal. Los terrenos expropiados se pagaron a 500 pesetas la hectárea. En la actualidad aún se conservan algunos tramos de este acueducto en Las Pachecas, Las Quinientas y junto al Palmar del Conde.

El canal del Este conducía el agua desde la Loma de El Torno hasta el Rancho de los Villares, situado junto al río, recorriendo un trayecto de 5356 m. De él se derivaban dos acequias principales de distribución, así como otras secundarias con 4354 m de longitud y cinco alcantarillas para pasos superiores de servidumbres en el canal. Para salvar las hondonadas se construyeron varios tramos de acueducto de los que se conservan todavía algunas arcadas junto a la carretera o en la finca La Llave. Este sector contaba también con una red de canales de drenaje (4290 m) para los excedentes de riego y con una casilla para el guarda del Canal (11).

Los materiales empleados en esta obra se trajeron de las cercanías y la Sociedad abrió una cantera frente a El Tesorillo. La piedra para mampostería y hormigón se tomó de las canteras de "arenisca compacta" de Lomopardo. Para la construcción de la presa se trajeron sillares y sillarejos de las canteras de arenisca de la cercana Sierra de San Cristóbal transportados en carros por la carretera Madrid-Cádiz y por el camino que enlaza a través del puente del Duque con la Cartuja. Las cales y cementos, ladrillo, hierro y madera se traían desde Jerez por la "carretera provincial de La Cartuja y otras cañadas de ganado transitables por carros en verano". La arena, extraída del cauce de río en las proximidades del puente de Cartuja y en el propio Vado de los Hornos, se transportó en carros y caballerías. El proyecto incluye un exhaustivo estudio del transporte de los materiales a cada sector de la obra y los canales, así como las distancias medias y el coste (12).

El Decreto de aprobación de la concesión está firmado el 21 de mayo de 1897 por María Cristina, la Reina Regente, "en nombre de Mi Augusto Hijo el Rey don Alfonso XIII". En el que se indica que "el de las obras asciende a 1.058.593 pesetas 90 céntimos por ejecución material, y á y 90 céntimos por contrata". De la misma manera se declaran de utilidad pública las obras del canal, para facilitar las expropiaciones. La concesión recibió una subvención del 30% del presupuesto de las obras, otorgándose por un tiempo de 99 años.

En el Pliego de Condiciones se estipulaba que las obras se ejecutarán de acuerdo al proyecto de Vasconi, debiendo comenzarse dentro del plazo de seis meses y para terminarlas en el de cinco años"contados desde la fecha del acta de replanteo". La obra se ejecutó por sectores, comenzándose por las del canal del Oeste, el de mayor desarrollo, construyéndose los tramos más largos del acueducto en Las Pachecas y Las Quinientas, de los que se conservan aún buena parte de sus arcos. En el segundo año se abordó la construcción de las acequias generales y los canales de saneamiento de este sector, mientras que en el tercero se construyeron las instalaciones de elevación de aguas y la presa, la famosa "Corta", que quedaría terminada en el año 1900. En 1901 se realizó el canal del Este hasta los Villares, así como sus acequias y canales de saneamiento. Por último, en 1902 se instalaron las máquinas de vapor que elevarían el agua, dando por concluidas las obras.

El Pliego de condiciones contemplaba que a medida que el adelanto de las obras lo permitiese, podrían los concesionarios hacer contratos a los agricultores para regar, estableciéndose en el Decreto el canon anual por hectárea de terreno regado en función de los distintos cultivos: trigo y cebada, habas y maíces, lino y cáñamo, legumbres, huerta, remolacha, forrajeras, viña y olivar o jardines y viveros… (13)

… Y no pararíamos de contar otros curiosos detalles de esta singular obra de ingeniería, pionera en tantos sentidos, cuya presencia ha permanecido más de un siglo en muchos puntos de nuestra campiña. Por estas razones, cuando estos días hemos visto demoler el antiguo azud de La Corta hemos sentido también, con sus vecinos, que una parte de nuestra historia se perdía, tal vez, para siempre.

José y Agustín García Lázaro

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