Creciendo al ritmo de la música
Educación
Aprender música como si del lenguaje materno se tratara es el propósito del Centro de Estudios Musicales Musicry, donde los alumnos comienzan a formarse a partir de los 10 meses.
"La educación musical de un niño empieza nueve meses antes de que nazca". Así lo creía Zoltán Kodály, un músico húngaro del siglo XX que revolucionó la manera de entender la música. Pero no sólo cambió la concepción musical de su país, sino también la de muchos músicos de todo el mundo, como ocurrió con Cristina Romero Tizón, una violinista jerezana que tras pasar una temporada en Hungría estudiando la metodología de este músico descubrió nuevos horizontes en la educación musical. En su vida, después de Kódaly, se presentó Edgar Willems, un músico belga cuya filosofía animó definitivamente a Cristina a ponerse al frente de una escuela de música en Jerez donde los alumnos pudieran descubrir y desarrollar su inteligencia musical tal y como este maestro había concebido. Hoy, 24 años después, en el Centro de Estudios Musicales Musicry se continúa enseñando que la música es un lenguaje natural que todos llevamos dentro de forma innata.
"El Método Willems se basa en que estudiar música se equipara a la lengua materna. Los niños primero escuchan de sus padres, se impregnan del idioma y comienzan a construir frases. Posteriormente, conforme desarrollan el pensamiento, van conociendo lo que es el idioma. En música ocurre lo mismo, y es lo que promueve este método, que el alumno se impregne de mucho material sonoro, de numerosas melodías, para que después de repetir múltiples estructuras melódicas y rítmicas, empiece a construir otra por sí mismo", explica la directora de Musicry. Este método está recomendado para niños a partir de 3 años de edad, sin importar que tengan o no cualidades previas. La educación auditiva y rítmica en la que tanto incide esta metodología se refleja directamente a la hora de aprender a tocar un instrumento. "Si el niño ha cantado e interiorizado mucho, luego verá mucho más fácil darle un fraseo musical cuando toque un instrumento, porque aunque el instrumento tenga una parte muy técnica, como saber colocar los dedos, si el niño parte de cero, sin nada dentro que le haya encendido el motor previamente, va a resultarle mucho más difícil", puntualiza.
Además de educación musical, en Musicry se imparten clases de piano, violín, viola, violonchelo, contrabajo, saxofón, clarinete, flauta, percusión, guitarra clásica y eléctrica, y otras materias como orquesta, música de cámara, canto, coro, ballet clásico, danza española y teatro. Una de las últimas y más novedosas incorporaciones al centro ha sido la de Musizón para bebés, clases de iniciación musical para niños a partir de los 10 meses de vida. Yusimi Calderín Hidalgo, una profesora con raíces cubanas y rebosante de energía y amor por su trabajo, es la encargada de guiar la estimulación temprana de los bebés en el mundo de la música. "Musizón para bebés es un método educativo de estimulación musical donde, a través de sesiones muy dinámicas donde se trabaja un contenido concreto, el bebé obtiene numerosos beneficios, como aumentar su capacidad de memoria, atención y concentración, potenciar la capacidad auditiva y el desarrollo del lenguaje, etc. Hay bebés que ya con 21 meses están tatareando canciones y tienen un sentido del ritmo y la entonación muy avanzado para su edad. Esto es lo que pretendemos también con esta metodología, sentar las bases para estudios musicales posteriores", señala Yusimi.
El programa de Musizón, del cual es autora Eva Alonso, se desarrolla siguiendo las aventuras de dos protagonistas, la vaca Valentina y el duende Musizón, quienes viven en una granja muy musical. A partir de las peripecias de estos personajes los pequeños aprenden canciones, comienzan a identificar algunos instrumentos y realizan diversas actividades enfocadas en su estimulación, pero siempre, acompañados de sus padres, que asisten junto a los bebés a todas las sesiones. "Los padres siempre suelen estar muy agobiados y van con prisas de acá para allá, y cuando apuntan a sus hijos a una actividad extraescolar lo único que hacen es llevarlos y recogerlos, pero en las sesiones de Musizón los padres tienen la oportunidad de interaccionar con sus bebés y estrechar lazos", aclara Yusimi.
También se ofrecen en Musicry sesiones de Musicoterapia destinadas a niños con trastornos como pueden ser retrasos del lenguaje o madurativos, problemas emocionales, de conducta o de aprendizaje, falta de habilidades sociales, retraso mental, parálisis cerebral, síndrome de Down, autismo, etc. "La música actúa sobre una parte del cerebro no dañada, que es el sistema límbico, la parte que controla las emociones, por eso, en Musicoterapia, al trabajar con la música lo estamos haciendo a través de la propia emoción. En las sesiones el niño dispone de un espacio de libertad, expresión y creación donde todo está bien, no se censura ninguna actitud sino lo que se hace es encauzarla hasta que el niño recupera su equilibrio", explica Pilar Piris, pedagoga musical de Musicry. Aunque las sesiones son completamente personalizadas, durante la terapia al paciente se le da la libertad de elegir el instrumento musical que prefiera, y será la pedagoga la encargada de seguir su ritmo aportando armonía a sus interpretaciones. Es importante trabajar con las melodías preferidas del paciente, por lo que además de preguntarle por sus cantantes favoritos, se le pide a los padres que elaboren una lista de las canciones que solían cantarle durante su infancia para ir combinando estilos según lo que se vaya a trabajar en cada sesión.
La Musicoterapia puede impartirse de forma grupal o individualizada, pero en ambos casos es común que comiencen a notarse los progresos rápidamente y que sus beneficios se reflejen no sólo en el trastorno que se ha ido a tratar, sino en otros aspectos de la vida del paciente. "La Musicoterapia también funciona muy bien como refuerzo o complemento a otros tratamientos. Además, las sesiones que se imparten en Musicry funcionan especialmente bien porque el niño no siente que viene a terapia, sino a una escuela de música. Los pequeños aprenden a amar la música y en muchos casos, cuando mejora sus patologías, comienzan a estudiar algún instrumento. En realidad no es ninguna novedad, pues la musicoterapia se ha empleado desde el principio de la humanidad y siempre ha funcionado tan bien gracias a la magia que contiene la música", señala Piris.
La labor desarrollada en este centro quedó reconocida públicamente el verano pasado, cuando su creadora, directora y profesora, Cristina Romero Tizón, recibió el 'IX Premio Amep a la Trayectoria Empresarial Femenina de la provincia de Cádiz'. Además, Musicry fue la primera escuela de música de Andalucía asociada a la importante institución londinense Guildhall School of Music & Drama, conocida actualmente como Trinity College, la cual cada año examina en dicho centro a los alumnos interesados en obtener un título que reconozca sus conocimientos.
Cristina asegura que desde 1992, cuando comenzó a dirigir la escuela, ha notado un cambio positivo en la actitud de la sociedad hacia la música, pero aún queda mucho por hacer. "Todavía no se le da a la música la importancia que se merece, siempre hay otras cosas que se anteponen a estudiar música, hay poco sacrifico por parte de los padres. A veces pienso que si se le dedicaran las mismas horas semanales a la música como la que le dedican, por ejemplo, al fútbol u otros deportes, seríamos otras personas totalmente diferente, pues estudiar música alimenta tu cultura, tu inteligencia y tu yo interior a un nivel que no se consigue por medio del deporte. También te ayuda a ser más disciplinado, a tener más sensibilidad, a concentrarte mejor y es que en menor o mayor medida todo el mundo obtiene algo positivo o beneficioso de ella", asegura Cristina, quien piensa que "la música, siempre deja huella, como los buenos perfumes".
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