“Deberíamos reconocer que muchos padres no son un buen ejemplo ‘dietético’ para sus hijos”
Espacio patrocinado por Alberto Villagrán Consultora de propiedades
Una entrevista de Marco A. Velo con José A. Montero, nutricionista
En su consulta sita en el Centro de Negocios San Agustín todo refleja luz y salubridad. La marca ‘Biencomiendo’ comporta la garantía profesional de Jose A. Montero: un joven nutricionista titulado -Graduado en Nutrición Humana y Dietética- que respeta al máximo la ética deontológica de su vocación. Tras intensos años de formación universitaria y de alta preparación académica complementaria, Montero se entrega de lleno a sus pacientes.
Un altísimo porcentaje de ciudadanos, por no decir la práctica totalidad, engordó de lo lindo en el tiempo del confinamiento y ahora lo hará de nuevo durante las próximas Navidades. ¿Qué estamos haciendo mal en este sentido?
No es que estemos haciendo algo mal, simplemente estamos siendo hedonistas, es decir, basamos nuestra alimentación en el placer; y eso no es algo malo por sí mismo, solo que puede llevarnos a consumir más calorías de las que necesitamos… Por eso, también debemos empezar a acostumbrarnos a obtener placer de una buena ensalada, una crema de verduras o un pisto con huevo. Comer en exceso cosas de dudosa calidad nutricional o rica en calorías durante picos de estrés o durante celebraciones en familia como la Navidad es normal, no hay nada de malo; simplemente deberíamos adquirir unos hábitos saludables en los que este tipo de circunstancias sean excepcionales y a través de los cuales, una vez pasen dichos eventos, podamos volver a nuestro peso normal sin recurrir a dietas estrictas.
¿No existen en la actualidad, con tanta sobrecarga informativa o desinformativa en muchos casos, demasiados falsos mitos sobre la alimentación?
Por un lado, tengo que decir que si ya a ciertas frases rotundamente pronunciadas por ciertos gurús de la alimentación se las empieza a categorizar de “falso mito” significa que por fin la gente empieza a cuestionarse de forma activa ciertos mensajes que llegan sin más información detrás como: “La fruta tiene mucha azúcar”, “hay que comer cinco comidas al día”, “los hidratos por la noche engordan mucho”, etc… Sí, cada vez hay más desinformación, pero también hay cada vez más personas con herramientas para ver entre las nubes de datos. También tengo que aclarar que no es fácil (ni sería breve) desmentir ciertos mitos porque suele haber algo de verdad en dichas afirmaciones, solo que sacadas de contexto y dirigidas hacia toda la población pierden validez porque no siguen el principio para mí más importante que es individualizar los casos para dar una recomendación. De ahí que lanzar un mensaje nutricional útil, y dirigido a toda la población, sea tan difícil.
¿La obesidad infantil es un problema que deberían tener más en cuenta los padres?
Deberíamos hacer un ejercicio de honestidad e introspección y reconocer que muchos padres no son un buen ejemplo “dietético” para sus hijos. De esta forma arreglaríamos parte del problema. Si el niño o la niña ve desde pequeño que no disfrutas con la comida sana, que no tomas fruta a diario, que los hidratos de carbono que tomas son refinados y todo lo celebras bebiendo alcohol y con atracones de cantidades ingentes de comida… ¿Qué va a terminar haciendo?
Y esto es solo el principio, después tienes que ver cómo se comportan algunos cuando ya el chaval ha aumentado de peso por encima de lo socialmente aceptado: son los primeros que, por un lado, lo acribillan a mensajes gordofóbicos en los que el sobrepeso se convierte en un estigma social y algo indigno para su hijo, y por otro dicen preocuparse por los posibles problemas de salud derivados de los que ya somos conscientes que provoca la obesidad infantil. Y ahora digo yo: ¿y la salud mental del niño? Recordemos que ese chaval no tiene unos hábitos alimentarios saludables adquiridos en la infancia y ahora tiene que aprender a través de un proceso largo y complicado; no puede ir lastrado todo el tiempo por el miedo a ser juzgado, insultado o presionado por la sociedad que lo rodea como si la culpa de tener un cuerpo grande fuera suya.
¿Masticar despacio ayuda a reducir el hambre?
Ayuda más bien a hacer mejores digestiones y reduce la inflamación abdominal consecuente de la ingestión acelerada de alimentos. Aunque sí, masticar más despacio implica que tardamos más en terminar de comer y por tanto la sensación de saciedad nos llega antes (nos hartamos antes). Como curiosidad te diré que comer rápido es una conducta animal muy utilizada para poder comer todo lo posible de una presa antes de que el cerebro “se dé cuenta” y mande señales de saciedad, ya que existe un peligro real de que otro depredador le quite la comida. Esto explica, por ejemplo, por qué cuando sufrimos episodios de ansiedad tendemos a comer más rápido de lo normal y más cantidad.
También te puede interesar
Lo último
Encuentro de la Fundación Cajasol
Las Jornadas Cervantinas acercan el lado más desconocido de Cervantes en Castro del Río (Córdoba)