"Despachaba con el alcalde en un bar"
La política en retrovisor. Salvador Salvago Mora
El ex secretario general del Ayuntamiento hace memoria de cerca de medio siglo de trabajo.
Conoce al dedillo todo lo que se cocía en nuestro ayuntamiento durante el último medio siglo. De todos aquellos nobles y valientes políticos, primeros de la democracia, que han desfilado por esta sección guarda un recuerdo. Salvador Salvago Mora (Sevilla, 1932) ha trabajado en el Ayuntamiento durante cerca de 48 años como letrado y secretario general. Vale más, por tanto, por lo que calla que por lo que dice.
–Todo empezó hace muchos, muchos años.
–Fue con Álvaro Domecq, en 1955. A don Álvaro le sucede Tomás García-Figueras, luego lo hace Miguel Primo de Rivera...
–¿Cómo era ‘Miguelito’?
– Yo creo que Jerez le debe mucho a Miguel. Quizás lo ‘estropearan’ los señoritos de Jerez: cacerías aquí, cacerías allá, cosas que le quitaban de sus responsabilidades. Pero por Jerez, Miguel hizo mucho. Después le sucedió Manuel Cantos, que también hizo muchas cosas, como el polígono de El Portal. Bueno, realmente, Miguel lo comienza y él lo desarrolla. Luego cogió el bastón de mando Jesús Mantaras, que encabeza la dimisión de la toda la Corporación por el conflicto con los vecinos de Montealto, que se negaban a que la Facultad de Derecho se instalase junto a la urbanización. Y, por fin, accede a la alcaldía Juan Manuel Corchado Moreno hasta el año 1979.
–¿Tuvo algún preferido?
– Yo me he llevado bien con todos los alcaldes. Con Miguel ocurrió algo curioso, porque hasta esa fecha los secretarios de los ayuntamientos tenían un gran poder, mientras que los alcaldes no eran gestores, eran representativos y todo el peso diario del trabajo recaía sobre los secretarios… Hasta que llegó Pacheco y dijo que ‘aquí mando yo’.
– Llega de Sevilla y, ¿con qué se encuentra en aquellos años?
– Con un pueblo. Un pueblo muy difícil. Había una sociedad muy clasista y, entonces, un funcionario era un paria. Había un bar muy pequeñito en calle Larga, frente al Banco Central, donde iban todos los señoritos a tomarse una copa a la una y allí me llevaba el alcalde a despachar. Recuerdo que despachábamos los cuerpos nacionales, secretario, interventor y depositario. Era como el despacho del alcalde. Hacíamos las cosas del día, balances, firmas… Y a la una caía la copa del día. Y Juan Manuel Corchado, que era muy divertido, decía: ‘Y de jamón, nada; aquí, jamón administrativo’, refiriéndose a los frutos secos.
– ¿Es verdad que los políticos de ahora no son los de antes?
–Eran totalmente distintos. Cuando se implantó el régimen retributivo de los políticos, estos se convierten en burócratas. Y antes, el alcalde, era un auténtico alcalde, un alcalde de vocación, porque los políticos antes no cobraban.
–¿Cómo fue la convivencia con Pedro?
– Al principio nos llevábamos fatal, teníamos serios problemas, quería hacer cosas que no se podían… problemas, muchos problemas. Pero, poco a poco, empezó a madurar y, al final, congeniamos y la relación fue muy buena.
– ¿Relación de amigos?
– No. La verdad es que nunca fuimos amigos, pero nos respetábamos mutuamente y trabajamos muy bien y cómodamente.
–¿Ha vuelto a encontrarse con él?
– No. Recuerdo que, antes de ingresar en prisión, me visitó uno de sus hombres de confianza, Luis Silva, y me pidió que firmara la petición de indulto. Lo hice. Y le dije: ‘Luis, mira; si hay alguna oportunidad de visitarle, cuenta conmigo’. A Pedro, después de tantos años, le tenía mucho aprecio, pero hasta ahora no he podido verle. Sólo sé que no lo está pasando bien. Y claro, su situación es muy complicada, porque ahora le vienen otros casos que también pueden conllevar cárcel.
– En fin, una relación extraña, ¿no?
– Es que al principio no me hacía caso. Lo pasé fatal.. Hasta que, con el tiempo, llegamos a una entente cordiale. Él en su sitio y yo en el mío. Pedro hacía cosas que no eran normales.
– Le alababan como buen gestor.
– Es que fue un magnífico gestor. Magnífico. Y Jerez le debe mucho. Hizo una gran ciudad. Jerez era un pueblo y las ‘barbaridades’ que hizo y que algunos criticaron, pues ahí están: es el caso del circuito.
– ¿Piensa que se lo reconocieron?
– Bueno, el pueblo es a veces muy injusto con sus políticos. Es que Pedro, como todo alcalde, era un hombre especial, con sus cosas buenas y malas. Así, a todos los que tuvo a su alrededor, como a José Luis Valle Argudo, que eran uña y carne, se la jugó. Pero era un trabajador incansable. Horroroso, horroroso. Se levantaba a las cinco de la mañana. Luego se ponía a correr. Desayunaba y se iba al Ayuntamiento. Y allí estaba el día entero.
– ¿Llegaron a fuertes porfías?
– Bueno, sí hubo una muy especial. Fue con las expropiaciones a los parcelistas de Sherryworld. Me llama Pedro al despacho y me encuentro con unos señores a los que no me presenta. Me siento. Me muestra entonces unos papeles y me dice: ‘Firma aquí conmigo’. Le dije que no, que debería estudiar antes los documentos. Y eso le sentó como una patada en la oreja. No lo olvidó nunca.
– Pedro fue siempre muy singular.
– Con él no había discusiones. Esto era así y punto. En el Ayuntamiento había dos tipos de resoluciones: El pleno adoptaba los acuerdos y el alcalde aprobaba sus decretos, que debían de ir vía secretario obligatoriamente para dar fe de que el alcalde había dictado ese decreto. Pero me ponía algunos que no podía firmar. Entonces estaba la advertencia de ilegalidad al gobernador civil de la provincia, que lo suspendía y los tribunales decidían. Me pregunté entonces: ¿Qué me invento yo para no torpedear su labor y yo no caer en ilegalidad? Y le ponía: ‘Ante mí, el secretario, a los solos efectos fedatarios’ y no de legalidad. Y los jueces me dieron la razón. Y ya comenzamos a funcionar perfectamente.
– ¿2015 es el año del cambio?
– Es un año crucial en todos los aspectos. Debo de decir que me preocupa. Rajoy ha hecho una política de austeridad tan intensa que ha salvado al país pero se ha cargado al PP. Es el principal problema que veo. Claro, al no poder sacar una mayoría absoluta, todos irán contra el PP, como siempre. Y ese conglomerado de izquierdas que se ha formado a mí me asusta. Creo que Rajoy se ha inmolado y quizás, no haya calculado que esa inmolación, que era necesaria, podría salvar el país pero al tiempo ha podido llevarle a un auténtico caos.
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