Discursos
Lectores sin remedio
Jerez/El otro día, un buen amigo me regaló un libro. Lo abrí con la ilusión de un niño y leí el título: ‘Discurso sobre el hijo-de-puta’ (ed. Pepitas de calabaza, Logroño, 2014). Miré a mi amigo intentando descubrir las intenciones de aquel regalo, pero no observé en su rostro el más mínimo atisbo de maldad; muy al contrario, al notar mi recelo me dijo: “Como te gustó tanto ‘Las leyes fundamentales de la estupidez humana’ de Carlo M. Cipolla, supuse que este discurso te interesaría. Es más -siguió con su convencimiento- si alguien escribiese ‘La fauna del Congreso de los Diputados’, no dudes de que te lo regalaría y así tendrías el triángulo equilátero”. Me convenció. Y me dispuse a leer el discurso escrito por el autor portugués Alberto Pimenta (Oporto, 1937), un autor polifacético, heterodoxo y experimental que, a la manera de Cipolla y sus estúpidos, señala nada más comenzar el discurso que hijos-de-puta hay por todos lados, aunque esa es una afirmación evidente a poco que echemos un vistazo a nuestro alrededor o simplemente nos pongamos a ver los informativos de la tele.
Si hacemos nuestra la premisa de ambos escritores de que en todo grupo humano (¿?) hay un número de estúpidos y otro de hijos-de-puta, e incluso alguno que reúne ambas condiciones, ya podríamos empezar a repartir los roles que a cada uno le corresponden. En su interesante discurso, Pimenta distribuye al hijo-de-puta en dos grupos: los especialistas en hacer, es decir, los que ejercen activamente, y los especialistas en no dejar hacer, es decir, los que ejercen molestando al prójimo y poniendo toda clase de obstáculos. O dicho de la manera literal en que lo describe el autor portugués: “El hijo-de-puta integral, el que lo es por disposición y por ocupación, el que puede realizar sin limitaciones su vocación de hijo-de-puta, ya sabemos que ni quiere vivir ni dejar vivir” (p. 75). Otro de los rasgos definidores de este espécimen es el ansia por trepar: “El hijo-de-puta no quiere salir del puesto que ocupa (a no ser para ocupar un puesto relativamente con mayor plusvalía), ni quiere que los demás salgan del puesto que ocupan (a no ser para ocupar un puesto relativamente con menor plusvalía) (pp. 52-53). Otras dos características de este cada vez más numeroso grupo es la envidia y el ansia de poder y dominio: “El hijo-de-puta vive preocupado, roído por la envidia; el deseo del hijo-de-puta es que nadie llegue a estar nunca en medio de lo nuevo, de lo bello, de lo agradable, porque eso da satisfacción a quien allí está… El hijo-de-puta acepta que los demás hagan, pero solo lo que él quiere que se haga.” (pp. 82-83).
Y así, página a página, Pimenta va desgranando y desvelando la idiosincrasia del hijo-de-puta, por la que cada lector identificará a alguien cercano a él o, lo que sería más grave, a él mismo; o, sobre todo, a algunos que aparecen todos los días en los informativos. Aunque estos últimos si además son estúpidos, ni se darán cuenta de que también son hijos-de-puta. Nota final: tengo entendido que Puigdemont ha publicado un libro con sus discursos. No era un triángulo, sino un cuadrado.
Hasta las coronillas
Cuando lean ustedes estas líneas habremos dejado atrás las conmemoraciones en torno al Día Internacional del Libro, para dejar paso a la ciudad efímera que se levanta todos los años en el González Hontoria. Sin embargo, y volviendo sobre los libros, no deja de sorprenderme que en una ciudad mediana y abarcable como es aún Jerez, de un tiempo a esta parte -no sólo cuando llega esa efeméride que mencionábamos antes- se hagan visibles escritores y escritoras de los que no tenemos ni la más mínima noticia y a los que se da protagonismo en espacios públicos y privados.
La presentación de un libro siempre ha sido algo singular, casi mágico. Hasta hace bien poco, en el escritor o escritora todos reconocíamos a un apasionado lector antes que nada, que finalmente decidía dar ese nuevo paso que el que más o el que menos también ambicionaba pero que solo unos pocos lograrían: publicar. Pero la percepción que tengo de lo que sucede ahora es muy desalentadora. No puede ser que haya docenas de presentaciones de nuevos libros en ciudades pequeñas como la nuestra y, salvo excepciones – benditas excepciones- no tengamos ninguna referencia previa de quiénes son sus autores con los que, por cierto, nunca hemos coincidido en los pasillos y galerías de librerías o bibliotecas. ¿De dónde salen? ¿Me estaré perdiendo algo? Intrigado decidí asistir a alguna presentación que otra de la que no tenía ni idea de quién era su protagonista. Quería comprobar de dónde surgían estos “lectores” en la sombra, a los que presuponía que tras ese aprendizaje imprescindible, esa especie de cursus honorum de la lectura, daban el trascendental paso a la escritura.
Pero lo que me encontré, pese a lo previsible, no dejó de incomodarme: autores en los que la lectura no parecía ocupar un papel relevante en sus vidas, y que apenas lograban explicarse sobre el contenido de aquello que presentaban. ¿Kafkiano?, sin duda. Pero yo prefiero recordar aquellas palabras -aunque estas tuvieran otras motivaciones- de Pablo Neruda recogidas en ‘Confieso que he vivido’: “Cuánto libro….cuánto librito… Quién es capaz de leerlos...Ya no se puede más, nos tienen hasta las coronillas…” Ramón Clavijo Provencio.
Reseñas
Tránsito
Rachel Cusk. Libros del Asteroide, 2017.
Rachel Cusk (1967) es una escritora de origen canadiense, pero afincada en el Reino Unido. En su producción se cuentan unas diez novelas, de las que ‘Tránsito’ es la segunda de una trilogía que se completa con ‘A contraluz’ y ‘Prestigio’. A las novelas de esta trilogía se le puede aplicar el dicho de “conocido el método…”, pues Cusk al hilo de su protagonista, una escritora que al separarse de su marido se traslada a Londres con sus hijos, van desfilando una serie de personajes que cuentan sus experiencias. Desde el contratista de la obra que debe hacer en su casa, pasando por los escritores que participan junto a ella en una mesa redonda, hasta la cena a la que es invitada en casa de su hermano. Todo un muestrario de personajes o tipos que cuentan la vida misma. J.L.R.
Nuestras riquezas
Kaouther Adimi. Libros del Asteroide, 2018.
Tercera novela de esta escritora argelina, Kaouther Adimi (1986), que fue finalista de los premios Goncourt y Médicis, y por la que obtuvo el Prix du Style y el Renaudot des Lycéens. Con el sugerente subtítulo 'Una librería en Argel', Adimi relata la historia de 'Nuestras riquezas', nombre de la librería, desde su fundación por Edmont Charlot en 1935, hasta su desmantelamiento en 2017 por el joven Ryad, para convertir el local en una tienda de buñuelos. A través de la primera persona de E. Charlot, vamos viviendo el sueño hecho realidad de la librería y después de la editorial, y las amistades del mundo literario que lo apoyan: Camus, Jean Giono, Saint-Exupéry; pero también de las dificultades durante y después de la guerra. De aquel pasado sólo queda Abdallah, la viva imagen de la librería. J.L.R.
Elogio de las manos
Jesús Carrasco. Seix Barral, 2024.
Ha trascurrido más de una década desde la aparición de aquel ‘Intemperie’ que catapultó de la noche a la mañana a este escritor, que ahora goza de un interesante y consolidado itinerario literario. La obra de Carrasco nunca dejó de mirar hacia lo rural, de una u otra forma ese mundo siempre está presente en sus novelas y en esta lo hace una vez más. La historia recogida en sus páginas –una familia que comienza a arreglar y habitar intermitentemente una casa en ruinas y abandonada en unos terrenos donde se proyectaba levantar un complejo turístico que la crisis de 2008 paralizó- va trascurriendo pausadamente, sin grandes acontecimientos, pero este viaje a lo cotidiano donde prima las habilidades manuales y una mirada entre fatalista e ilusionada al entorno, finalmente se convertirá en un reflejo tan sugestivo como emocionante de la vida. R.C.P.
España
Michael Reid. Espasa, 2024.
Sin duda se está convirtiendo este libro en una sorpresa, pues no es frecuente que un ensayo no solo atraiga a especialistas, sino también a lectores de todo tipo. Quizás la actualidad política de nuestro país, que salpica nuestro día a día de una manera hasta cierto punto agobiante desde hace algunos años, haya contribuido a ello, pero también esa prosa apasionada en la que este periodista británico nos trasmite su visión de la historia de España de los últimos cincuenta años. Uno de los logros de este libro es el esfuerzo por alcanzar la objetividad, algo difícil cuando se analizan parcelas de la historia contemporánea tan cercanas en el tiempo, pero al menos las páginas del libro trasmiten al lector un sincero intento por parte de Reid de mantener un tono neutral. El resultado no deja al lector indiferente. R.C.P.
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