Diario de las artes
El difícil espíritu de lo nuevo
¿Se puede? Sí, hasta el corral”. José Luis Fuentes y Miguel Ángel de la Torre tuercen el gesto cuando escuchan esta frase popular. "Ojalá se pudiera entrar hasta el corral en nuestra casa", dicen con una mueca de desesperación. Estos jóvenes, junto a un tercer amigo, José María Carnero, compraron un precioso corral, una casa de vecinos, en la calle San Antón 5, en pleno barrio de San Miguel, hace casi seis años. El sueño: rehabilitarlo y hacerse sus viviendas independientes en ella. Todo parecía muy fácil y más cuando las ayudas públicas para este tipo de intervenciones de recuperación del patrimonio son diversas. Y es que hay que destacar que esta casa está catalogada en el PGOU como de “interés genérico”. Dicha clasificación obedece a la consideración del inmueble como un elemento de “claro interés etnográfico”, ya que es muy representativo del modo de habitar tradicional del centro histórico de Jerez. La calificación ha sido recogida acertadamente por el planeamiento, incorporando el edificio al patrimonio arquitectónico protegido. El edificio se encuentra inventariado y con un “nivel de protección 2”, es decir, “se hace necesaria la conservación de sus características arquitectónicas originales por ser exponentes de la identidad cultural jerezana”, según el PGOU.
La casa impresiona, tanto por el estado tan lamentable en que se encuentra como por lo bonita que podría quedar arreglada. Cerrada, un cartel en la puerta advierte: "Esta vivienda está en peligro de derrumbe a causa de las promesas incumplidas por la oficina de rehabilitación de la Empresa Pública del Suelo de Andalucía (EPSA)”. También se puede leer en inglés, por si pasa algún turista descarriado. Y el tiempo corre en contra del corral, provocando un mayor deterioro del inmueble.
Un paseo por la finca. Un primer patio, rectangular, recibe al visitante. La casa parece disculparse por su estado. Las macetas le dan un soplo de vida, aunque algunas ya están secas. Las vigas de madera sustentan, a modo de brazos, como pueden, la galería superior. Luego se pasa al fondo, al corral, un segundo patio donde se guardaban animales antiguamente, estaban los lavaderos y también se tendía la ropa recién lavada. Solía haber algunos árboles, donde se acomodaban columpios y, sobre todo, era lugar a propósito para las fiestas familiares como bodas, bautizos y se juntaban los vecinos para celebrar las zambombas. Su función a lo largo de los años ha sido muy variada.
“En la primera reunión con EPSA fueron todo facilidades, ya que nos dijeron que cumplíamos todos los requisitos para tramitar las ayudas. Sin embargo, los plazos se fueron alargando porque esperamos a que San Miguel entrara en los planes de rehabilitación de la Empresa. Luego nos dijeron que pasáramos a los planes para infravivienda. Nos hacen un estudio y nos dicen que ellos ponen 200.000 y nosotros otros 200.000 euros para arreglarla. Claro, nos entró la risa. Si los tuviésemos ya la casa estaría arreglada y no iríamos pidiendo ayudas por ahí”, comenta Miguel Ángel. Ésta fue casi la puntilla que hace desistir a estos tres amigos de rehabilitar la casa. Una nueva reunión con EPSA, tras una cita con la Delegación Municipal de Vivienda, con un nuevo estudio hace que la inversión de los propietarios baje hasta los 70.000 euros. “¿Cómo es posible? Si lo hubieran dicho desde el principio ya podríamos haber empezado, poniendo nosotros la mano de obra. Sin embargo, todo vuelve a aplazarse ya que estamos a falta de una firma, la que marca los plazos porque el compromiso de ellos lo tenemos, que se ha paralizado. No entendemos por qué. Y aquí estamos, pagando hipoteca y alquiler a la vez, y eso que nos aseguraron que este enero empezaban las obras”, señala José Luis. “Nosotros –añade– no pretendemos responsabilizar a nadie de que la casa se nos esté cayendo, sino de que las ayudas tardan en llegar y las llevamos pidiendo desde 2005 en diferentes administraciones”.
Los propietarios estuvieron viviendo en la casa durante tres años, hasta que abandonaron la vivienda por peligro de derrumbe. Con ellos compartían patio unos inquilinos de renta antigua, Emilia y Juan. Éste último nació allí, así que lleva toda su vida en este corral. Ahora se han mudado a una vivienda cercana de forma temporal hasta que, si las ayudas llegan, se rehabilite la casa y regresen a ella como inquilinos. “Nosotros somos los propietarios legales de la casa, pero ellos son los dueños sentimentales porque llevan toda la vida aquí. ¿Cómo les vamos a decir que ésta ya no es su casa, sino nuestra? Queremos que se queden aquí”, dice José Luis, mientras Emilia lo mira con ojitos alegres y se ríe de la emoción. “¡Ay, qué dolor de mi casa! Mira mis macetas, mis niñas las pobres cómo están”, comenta Emilia mientras le da un repaso rápido a su ‘pamplina’. En la galería, arriba, todo es mucho más desolador. Restos de alguna fiesta y de la vida temporal de los propietarios en su primera vivienda. “Esto estaba lleno de tupperwares por las goteras. Parecía una prueba de ‘Humor amarillo’”, apunta José Luis.
“Nuestra intención siempre ha sido respetar al máximo la estructura, la esencia de la casa. Pero también queremos denunciar aquí el difícil acceso de los jóvenes a la vivienda, a pesar de querer conservar el patrimonio, a pesar de que en EPSA nos dicen que somos un ejemplo de lo que ellos venden: jóvenes que se quedan en el centro histórico-artístico y encima recuperan una vivienda catalogada”, subraya José Luis, quien añade que su casa, su calle y su barrio, “son un ejemplo de cómo funciona el Urbanismo en la ciudad. Tanto que quieren proteger el patrimonio. Si te das un paseo por San Miguel te das cuenta de cómo está todo. Sólo se ha arreglado un tramo. En esta calle (San Antón) ha habido una plaga de pulgas, que salió en los medios y todo, y es que no nos extraña que en algún momento encontremos dinosaurios por aquí. Está casi toda la calle apuntalada”.
Por su parte, la directora de la oficina de EPSA en Jerez, Cristina Díaz-Pinés, asegura sobre la vivienda de San Antón, 5, que sus propietarios “han hecho todos los trámites, aunque está todavía pendiente la firma de actuación. Tienen concedida la ayuda de 200.000 euros, y ellos pondrían 70.000 en mano de obra, pero hay otros casos prioritarios en tiempo y forma. Ahora estamos acabando algunos pendientes, empezando casos anteriores. Ellos tienen su resolución desde mayo de 2009, lo que ocurre es que son procesos largos. La firma final está pendiente de que culminemos las priorizaciones”. Cristina apunta que “en ningún momento se les ha negado ninguna ayuda, al contrario, pero esto no es de realización inmediata. Desde esta oficina se seguirán haciendo las gestiones pertinentes y reuniéndonos con ellos las veces que haga falta. La ayuda la tienen segura y se ejecutará seguro”. La directora de esta sucursal hizo referencia al caso de Luis Pérez, que dijo que está también “pendiente de resolución”. “La crisis –añade– afecta para priorizar no para desechar. El ritmo que lleva este proceso no es el que me gustaría a mí ni el que le gustaría a los afectados. Hacemos lo que podemos”.
La escritora Ricarda López pone esta vivienda de San Antón, 5 como ejemplo en su libro ‘Casas y palacios de Jerez de la Frontera’ de “uno de los pocos corrales de vecinos que se han conservado en la ciudad”. Además de los corrales, en Jerez son muchas las casas de vecinos que se conservan aún, sobre todo, en los barrios de Santiago y San Miguel. En Luis Pérez, 20 vive Maribel Gallo, su marido, Juan Toledo, y sus tres hijos. Hace cinco años, el tiempo que lleva esta familia solicitando una ayuda para la rehabilitación, se cayeron todos los techos de la casa, “incluso encima de una de mis hijas cuando estaba en la cama. Menos mal que el edredón amortiguó el golpe”, comenta Maribel. Desde la Junta le han prometido arreglarle la casa este año. “Nos recomendaron que nos fuéramos, pero sólo trabajo yo y no podemos permitirnos un alquiler. Las vigas están podridas y cada vez que llueve, cruje todo y no sabemos si salirnos o no. La humedad se alimenta de las paredes. Ahora nos dicen que nos ayudan, si nos hubiéramos ido cuando nos dijeron estaría ahora arruinada”, asegura.
Esta casa de vecinos, que estaba prácticamente abandonada, la compraron hace 24 años. Ellos mismos la arreglaron y la llamaron el ‘Corral de moma Adela’, por una cantaora y bailaora de Jerez que habitó allí. Son varios los vecinos que viven en el patio. Es casi la hora de comer y huele que alimenta. Llueve hasta calar. Las gotas de agua embellecen las plantas que cada propietario tiene en su puerta. La esencia del patio de vecinos no se ha perdido.
En Juan de Torres 17, en el barrio de Santiago, hay una casa que también es protagonista en el libro de Ricarda López. De ella dice la autora que es del siglo XIX de arquitectura popular. “Posee un bello patio cuadrado con galería que ha conservado la solería original de losas de Tarifa”. Allí vive Francisca Ceballos. Esta casa de vecinos es propiedad de la familia. También están pensando en recurrir a las ayudas públicas para poder arreglar los problemas de humedad que sufre el inmueble, “porque la verdad es que es una casa que cuando no tiene una cosa, tiene otra. Y el principal problema es la humedad. Mucha casa, mucha casa, pero no me sirve para nada. Si yo tuviera dinero haría virguerías pero..., ahora estoy parada”.
Tres historias de otras muchas, que se sustentan en una arquitectura, en una forma de vida, la esencia del patio de vecinos, aunque lejos de Tombstone (Arizona), de O.K. Corral. Duelos al sol, o bajo la lluvia, por una ayuda. Los últimos ‘cartuchos’ antes de perder la ilusión de un sueño.
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