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Música y solidaridad se unen por Valencia en Jerez

Encomienda a La Flagelación y torrijas en el Santo Crucifijo

Tiempo de Cuaresma

El pregonero empezó el día yendo al besapies de La Flagelación, desayunó en San Miguel y tomó posesión del teatro.

Fotografía de familia a primera hora de la mañana en las instalaciones del Santo Crucifijo. / Jose Contreras
R.C

03 de abril 2017 - 09:22

La noche del sábado ya se colocó la ropa para mover el paso de Santo Crucifijo en el acto de su traslado por los adentros de San Miguel. Así empezaron las vísperas para el pregonero, que por la mañana fue a visitar al Señor de la Flagelación, que estuvo de besapiés, desayunó en la casa del Crucifijo, con abundante torrijeo. José Blas Moreno González, cofrade de Amargura, Santo Crucifijo y Sacramental de Santiago, y de las Nieves de Arcos -de la que es su costalero-, es el pregonero de la Semana santa de Jerez 2017; el que ayer desde la hora del Angelus proclamará la inminente Semana Santa. Cuenta 48 años de edad; es mayordomo de la Hermandad de la Amargura y ha tenido a su cargo en este 2016 la Exaltación Eucarística que organiza la Sacramental de Santiago. Su recorrido en los atriles cofrades no es muy extenso: exaltaciones y algunas charlas.

José Blas, Moreno para los más cercanos, no hizo ascos a ser el pregonero. Todo lo contrario, lo asumió con enorme ilusión. Incluso no dudada en proclamar que era uno de sus sueños cofrades. Carmen, su esposa fue la que le empujó a decir sí: una ilusión compartida. Desde su temprano nombramiento se organizó bien para ir cumpliendo etapas sin dejar de lado los compromisos familiares, laborales y cofrades. El pasado domingo, ante la Amargura de besamanos, ya no ocultaba el nerviosismo, ese que decía que no le llegaría. Tocaba respirar hondo, ensayar, ensayar y ensayar.

Habló de todas las cofradías. Sabe que es un esquema habitual pero, conociendo a Moreno, sabíamos que le daría su impronta personal de hombre sabio en lo cofrade pero a la vez de persona afable, fiel a sus principios y compromisos, bromista, campechano, que en esto del pregón ha asumido de buena lid lo de ser algo así como la ‘reina de las fiestas’. Ha estado en todo; ha ido a todo lo que se le ha invitado; ha exprimido al máximo este tiempo en el que él es el protagonista; se nota que le quiere el mundo cofrade porque ha recibido algunos obsequios ciertamente maravillosos como una reproducción del simpecado del Santo Crucifijo, y otra del Crucificado de San Miguel, una cofradía y una imagen de la que es costalero.

Cuando muchos hemos dicho adiós a las trabajaderas, ya sea por salud, edad o por lo que sea, otros como él por el hecho de tener algunas briznas blancas en la testa o sumar más de tres décadas con la gente de abajo, siguen en la brecha; es costalero de los buenos, de los que trabajan en silencio y atento a los mandos; es un costalero ejemplar para los ‘canis’ -esos de pantorrillas al aire, esos de costales Dolce & Gaban-, esos que lo saben todo. En pocas palabras, los enteraos. José Blas representa esa generación de cofrades y costaleros que se fajan con la tarde, noche y madrugada sin pensar cuántos kilos le caerá encima: los que sean y un poco más si hace falta porque en él tenemos a un costalero que sabe que esto implica sacrificio y como tal hay que aguantar sobre los pies para que una revirá sea capaz de convertir unos segundos en un momento que serán lo mejor que verá en las calles todo aquel que sea sensible al arte de hacer mover y andar bajo un paso.

Desde su nombramiento el 11 de septiembre, fecha fatídica para el ser humano y su conciencia como tal, confiesa que las muestras de cariño es lo que le ha hecho ver la importancia de ser pregonero: ha cargado con el Cristo en el Via Crucis, ha sido fiscal del paso del Cristo de las Almas, ha participado en más de una decena de funciones principales, ocupando sitio en la mesa de hermandad; ha jurado las reglas de tantas hermandades que ha perdido la cuenta, ha recibido múltiples regalos como varios cuadros, el bolígrafo con el que ha escrito el pregón, que le regaló la cuadrilla del Desamparo; varios pañuelos, gemelos, una imagen de María Auxiliadora, el rosario que llevan lo nazarenos de La Salvación en la túnica, una camisa, corbata, calzoncillos, amén de almuerzos y muchas copas de jerez. Incluso fue manteado en el Prendimiento.

Vistió con chaqué oscuro y corbata con la bandera de España ajustada con el pisacorbata de Antonio Gallardo. El pregón ocupa 99 folios, que han sido escritos a mano y pasados a ordenador. Al final de su obra, agotado, miró arriba para buscar los rostros de La Flagelación, La Amargura y Santo Crucifijo. Mientras, les hablaba y rezaba sobre el adagio de Juan Sebastián Bach y la Salve del gibraltareño William Gómez.

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