Esther quiere venir a Jerez
El veterinario jerezano Luis Flores, afincado en El Congo, lucha con la administración para poder traer de visita a España a su ‘hija’ congolesa
Cuando Luis conoció a Esther, en 2016, ella vivía en una chabola con su madre, que padece una enfermedad mental, y su padre, que falleció años atrás. Era una niña con signos de malnutrición, sucia, mal vestida, descalza y que a la edad de 6 años aún no había ido a la escuela. Como muchas veces, la pequeña iba a casa de Luis a comer, pero un día de septiembre de 2018, y después de una noche de mucho frío, “se quedó a dormir con nosotros en casa y nos dijo que quería ir a la escuela y no volver a la chabola. A partir de ahí empezamos todo un procedimiento legal conforme a la legislación congoleña que nos permitió obtener su tutela, con la aprobación de la familia de origen, con la que hicimos un consejo”.
El jerezano Luis Flores Girón reside en la República Democrática del Congo desde septiembre de 2016 y trabaja como veterinario jefe y director del programa de formación de veterinarios africanos en el Centro de Rehabilitación de Primates del Lwiro. Su pareja, Oda Feza, es de nacionalidad ruandesa y tienen un hijo hispanoruandés, Antonio, con pasaporte ruandés y español, que nació el 12 de agosto de 2019 en Kigali, y a Esther Bazizinya bajo su tutela porque en RDC no se permiten las adopciones.
“Esther pasó de ser una víctima más de la pobreza de este mundo, de la miseria, de la barbarie del ser humano, de un conflicto armado, a tener la posibilidad de disfrutar del calor de una familia y de todos los derechos que internacionalmente la Convención Internacional de los Derechos del Niño le otorga”, cuenta Luis.
Luis quiere viajar con Esther, su pareja y su hijo a España para que conozcan en persona a su familia, para ello pidió un visado Schengen en la Embajada de Bélgica en Kigali, bajo autorización de la Embajada de España en Kinshasa, que le ha sido denegado a la niña. “Parece ser que la tutela que tengo congoleña no la reconoce España, e independientemente de las circunstancias personales y familiares y de la filiación que tenemos con Esther, ella no podría viajar con nosotros a España el próximo mes de agosto incluso siendo un menor tutelado bajo mi custodia”. Algo que Luis no va a permitir: “no pienso dejarla aquí sola”.
Luis soñaba con sus vacaciones en Jerez, con sus hermanos y su padre, que se harían realidad en pocas semanas. Hace dos años que no viene a España. Los billetes están comprados, pero las autoridades diplomáticas primero rechazaron el visado por las restricciones sanitarias a los ciudadanos congoleses, y después porque la tutela de Esther no está reconocida en España, un procedimiento de aprobación que tardaría algo más de un año en conseguir. Se queja además de que la concesión de visados Schengen a niños bajo las mismas condiciones de tutela que la suya, “se conceden sin problemas en otros países del espacio Schengen europeo, teniendo en cuenta que esto supone que esos niños también puedan ir a España a conocer a su familia en caso de que uno de los miembros de esas parejas sea española”.
Ante tal situación, Luis lo que pide es una visa de visita de tres meses para venir a España. “Necesitamos salir de aquí. Llevamos dos años sin ir, y quiero ir con todos. No pienso dejarla aquí”. Una visa que tampoco se la quieren dar: “quieren que primero vaya a España y presente un exequatur. Yo sólo quiero ir de visita, no vivir en España. Yo vivo aquí”.
Luis y su familia residen en la provincia de Sud Kivu, junto a la de Nord Kivu, en República Democrática del Congo, conocida por el conflicto armado que se desarrolla en esta región después del genocidio entre Hutus y Tusis en el año 1994 donde la riqueza en minerales de la región, sobre todo los usados en nuestros dispositivos electrónicos, y otras cuestiones sociopolíticas regionales, mantienen vivo ese conflicto. En esta zona está desplegado el mayor contingente humanitario de Naciones Unidas en todo el planeta, es una zona conocida por su atrocidades y falta de respeto de los derechos humanos y los derechos de los niños, donde los niños y las mujeres son la parte más vulnerable de la sociedad. En esta zona las violaciones son usadas como arma de guerra.
“Nosotros vivimos en Lwiro en una casa perteneciente al CRSN Lwiro, un centro de la época colonial belga, que goza de cierto grado de protección después de las reformas realizadas tras mi llegada. No gozamos de una seguridad privada como tal, un vigilante nocturno local y un guarda parque del Parque Nacional Kahuzi Biega armado con un AK-47 que vive en una habitación aledaña a la casa. Empecé a venir a Lwiro en 2010, pero fue en octubre de 2016 cuando me instalé definitivamente en la zona y nada más llegar conocí a Esther”.
Esther ha crecido saludable y va a la escuela desde septiembre de 2019. “Al llegar a casa solo hablaba mashi, la lengua de la minoría étnica presente en la región de Kabare, y algo de swajili. Actualmente habla un buen francés e incluso algo de castellano e inglés y desde que empezó la escuela siempre ha sido la primera de su clase”.
A pesar de las negativas y la falta de respuesta a veces a sus continuados correos a la Embajada de Kinshasa, a la de Tanzania y a la Comisaría de Extranjería y Fronteras, Luis asegura que seguirá en la lucha hasta conseguir el visado. La denuncia del jerezano ha generado una ola de apoyos por la que se ha creado el hastag #visadoparaester.
16 Comentarios