Joya en piedra

Patrimonio

El palacio de Campo Real, del siglo XVI, guarda entre sus muros innumerables estancias llenas de historia como un importantísimo archivo y la bodega más antigua de la ciudad

Así es el palacio de Campo Real, una joya del XVI en Jerez

Imagen del interior de Campo Real.
Imagen del interior de Campo Real. / Manuel Aranda
A. Cala

02 de abril 2023 - 06:15

Jerez/“No sabía que esta joya estaba en Jerez”. Un grupo del Centro de Educación de Personas Adultas ‘Trece Rosas’ de la ciudad recorre el Palacio Campo Real en una visita guiada por el historiador Manuel Romero Bejarano. Ubicado en la calle Benavente Alto, en pleno barrio de San Mateo, data del siglo XVI. El origen del edificio actual se encuentra en la figura de Pedro Benavente Cabeza de Vaca y Carvajal o ‘el gran comendador’, tal como lo llamaban aquí, que fue quien lo mandó edificar sobre una construcción islámica transformada y embellecida con el tiempo. Un mercader que se hace rico y acaba consiguiendo el título de marqués, un ejemplo de cómo se compraba la nobleza en la época.

La fachada, de estilo neoclásico, fue construida en 1785 por José Vargas y Sánchez, encargo de Diego Ignacio Zurita y Fernández de Villavicencio y su esposa, Manuela de Negrete y Adorno. Tras ella se abre un espacio que conduce al visitante a otro tiempo, distribuido en dos alturas, en el que queda constancia de la sangre que ha habitado el lugar por sus diferentes motivos heráldicos. Carmen López de Solé, viuda de Manuel Domecq Zurita, es la actual propietaria de la casa, y cuyas herederas son sus tres hijas. Manuel y Carmen llegaron al palacio en los ochenta, y desde entonces no pararon de hacer obras para conservarla, “y es que los muros antiguos son así”.

Dos Jack Russell Terrier demandan con su pelota juego a los visitantes, que atienden con interés a las explicaciones de Manuel. El experto desgrana la historia del edificio, cargada de anécdotas, en su recorrido por muchas de las estancias del palacio, incluido el jardín. El patio, por ejemplo, con su rico programa iconográfico, que se estructura mediante un total de catorce medallones: diez con figuras femeninas portadoras de atributos, dos personajes mitológicos identificados con una inscripción y otros dos correspondientes a retratos idealizados de Benavente y su esposa, y cuyo significado desvelaron tiempo atrás Romero Bejarano y Bruno Escobar en la revista Imago con el artículo ‘El programa iconográfico del Palacio de Campo Real en Jerez de la Frontera. Interpretación y fuentes impresas’.

Joyas que se suman a la espectacular escalera original del siglo XVI, que era el recorrido que hacían los visitantes hasta llegar al estrado, lugar en el que eran recibidos en la planta superior. Conserva la estructura y gran parte de los materiales originales, como la piedra de Martelilla de los peldaños.

El palacio acoge también tapices, muebles del XVIII, cuadros de Villegas, Pacheco, Tiziano, de primitivos holandeses, flamencos, de Madrazo... Muchas piezas heredadas pero otras tantas que se fueron adquiriendo por el matrimonio. De hecho, Carmen es una amante de la pintura contemporánea, “porque cada habitante debe aportar arte de su época, de lo que vivimos. Pero tenemos muchas cosas guardadas que llenarán la parte de la casa que queda por arreglar”. Una biblioteca con vistas espectaculares a la Catedral, un oratorio, una sala para encuadernar... La sucesión de espacios es imparable. De hecho, la presencia de varios bargueños daba en la época prueba a los visitantes de la cantidad de estancias de la casa y, por ende, de su importancia. Más joyas. Cada sala sorprende más que la anterior. Se abren al observador llenas de sorpresas, curiosidades, de historia y valor, en definitiva.

La casa guarda también un archivo importantísimo con cartas árabes en carmesí, el testamento de Pizarro, del padre y del hermano; una carta de Isabel ‘La Católica’, “y cosas que seguirán saliendo”, dice Carmen. Porque el Archivo de Campo Real es un archivo de archivos, pues se conservan distintos linajes, destacando el que origina el fondo primigenio de Zorita o Zurita y los Cabeza de Vaca, Benavente en el ámbito jerezano, pero sobresalen los Valenzuela de Córdoba o los Orellana-Pizarro para Extremadura. La antigüedad nos da referencias desde el reinado de Juan II, pero dentro de sus fondos encontraremos diversidad de diplomáticas y toponimias, pues atesora cartas en árabe, privilegios rodados, reales cédulas, escrituras, etc. Pudiendo trasladarnos desde Jerez a América, a la Extremadura de los conquistadores o a las cortes de toda la monarquía hispana. “Campo Real no es un archivo, es el reflejo de la nobleza y aristocracia de una familia que vive en el Palacio de su nombre y mantiene viva la memoria de Jerez y sus hazañas”, asegura el experto en archivos Manuel Antonio Barea.

La bodega más antigua de Jerez

Campo Real cuenta además con una bodega de principios del siglo XVI, la más antigua de la ciudad. Es otra de las joyas de este palacio. “La bodega forma parte del palacio como dependencia secundaria, ya que las familias nobles basaban por lo general su riqueza en la posesión y explotación de tierras, y no era raro que en las casas señoriales hubiese centros de transformación y almacenaje de los productos agrarios”, cuenta Romero Bejarano.

En este caso, se trata de una bodega granero, modelo muy frecuente en Jerez hasta el siglo XVIII. La zona baja se utilizaba para la crianza del vino, ya que es más húmeda y permite mantener mejor una temperatura constante, necesaria para el proceso de vinificación, y la alta para almacenar grano, ya que gracias al calor del sol, era más seca y permitía una mejor conservación del cereal. “La bodega fue construida en torno a 1545 y es un caso único en la zona, ya que se trata de una bodega de estilo gótico. Fue realizada por los mismos maestros portugueses (Juan y Diego Pérez) que habían hecho el patio y los relieves alegóricos de la casa. Sabemos que habían residido en Batalha y con seguridad conocían alguna de las dos obras portuguesas idénticas a esta bodega: los aljibes del convento de Cristo, en Tomar, y el de la fortaleza de Mazagán (ciudad marroquí hoy llamada El Jadida), por entonces en poder de los portugueses”.

“Se puede afirmar -añada Manuel- que es la bodega de crianza de vinos más antigua que se conserva en Jerez, si bien junto a la torre de la Catedral existe una bodega, que parece más antigua que ésta, pero que no se utilizaba para crianza de vinos, sino para almacenar (por periodos cortos) el vino que se pagaba como impuesto a la entonces Colegiata de San Salvador”.

Carmen recuerda que Campo Real “es la única casa privada declarada Bien de Interés Cultural (BIC), a pesar de que nunca se haya recibido una ayuda”. Añade que con la conservación del palacio, “demostramos el amor por Jerez y su patrimonio. Cogimos esta casa cuando nadie la quería, en estado de ruina, y en un entorno por entonces, San Mateo, complicado. Todo esto se ha recuperado a base de nosotros, de nuestras ilusiones, ahorros... Y todavía quedaría una tercera parte por abrir, pero ahora no puede ser”.

Los propietarios fueron por ello galardonados con el Premio Ciudad de Jerez a la Conservación Patrimonial por la labor de rehabilitación llevada a cabo en dicho palacio. “Llevo 43 años esperando la promesa de la renovación del casco histórico de Jerez. Se han hecho muchas por parte de todos los Gobiernos municipales, y nada. No hay ciudad que se precie, con un centro como éste, que esté como está. Hay que mimarlo y cuidarlo, pero no saldrá adelante si no hay negocio en el barrio: restaurantes, tiendas. Si no se facilitan las licencias para ello... La gente se está yendo del centro, hasta de la calle Larga. Si el negocio no viene al centro, no hay centro. Tiene que haber una comisión de expertos, pero expertos de verdad, que valore cada cosa que se haga en el casco histórico y que se respete el patrimonio”.

Carmen recorre la casa cada día, “de cabo a rabo, para ver cada desperfecto que pudiera haber y arreglarlo. El palacio lo cedemos para actos benéficos y culturales y visitas guiadas, excepto para actos privados, que sí se alquila”. “La casa -concluye- es parte de mí misma, sus raíces me tienen cogida. Es cariño a Jerez y a su historia. Esto es amor”.

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