La Niña Julián: pionera en tener el carné del camión y ser profesora de Educación Vial
Pioneras
Manuela fue una jerezana pionera que ha dado clases a generaciones de hombres y mujeres en Jerez y la sierra de Cádiz hasta su jubilación a los 66 años
Jerezanas para la historia y para el recuerdo
"Salir a la calle con mi madre es (pone los ojos en blanco)... Todo el mundo la para". Es que Manuela Martínez (Jerez, 1942), o Manoli como la llaman los más allegados, nació en calle Arcos y era hija de Julián, monitor de la autoescuela homónima. Se convirtió en la primera jerezana en tener el carné del camión y profesora de Educación Vial en 1965. "Algunas mujeres se animaron a conducir porque suponía menos problemas para ellas que una mujer le diera clases", añade Macarena, hija menor. Aunque fue monitora de teórico y práctico tanto de mujeres como de hombres. "Nunca tuve ningún problema con nadie", asegura la pionera.
Alcanzada la adolescencia, su padre la llevaba con él a pueblos de la sierra de Cádiz. Allí ella impartía clases de teórica en un bar, mientras Julián daba clases prácticas. “Todo lo que he sido y soy se lo debo a mi padre. Él quería que aprendiera un oficio. Me decía: te casas con quien quieras, no con quien te mantenga”. Todo el mundo la conocía en el mundo de la educación vial como La Niña Julián, era la única mujer. Gozaba de la simpatía de de todos. "El jefe de tráfico de Cádiz me preguntaba cuándo me iba a sacar el carné siendo yo todavía menor de edad. Y me decía: te tengo que dar el carné de conducir antes de jubilarme”.
Hasta la capital gaditana se desplazaba cuando aún no había puente porque antes todas las gestiones se realizaban allí. “Hacía tanto frío que mi padre me forraba el cuerpo de papel de periódico debajo de la trenca”. Con 22 años le hicieron su traje pantalón. "Entonces todas las mujeres vestían falda o vestido”, presume.
Realizó el Servicio Social para la Mujer durante seis meses, requisito imprescindible para todas aquellas que quisieran obtener el título de una carrera o el carné de conducir. En este tiempo aprendía a hacer labores, a bañar y vestir a niños pequeños… De aquella etapa conserva un buen recuerdo y amistades, pero tenía claro que quería trabajar y tener una profesión fuera de casa.
Con la mayoría de edad obtuvo el permiso de conducir turismos y a medida que cumplía la edad requerida se presentaba para conseguir todos los demás. Era imprescindible para poder ser profesora de autoescuela. Solo encontró una traba en el examen psicotécnico del camión. El médico se escandalizó “¡Por Dios, una mujer en un camión!", le dijo, advirtiéndole de que le exigiría los mismos niveles que a cualquier hombre. Suspendió porque no alcanzó el mínimo requerido en la prueba de fuerza de las muñecas. “Me recomendó para coger fuerza que mojara un paño y lo escurriera. Mi padre me compró unas tenazas, entrené y aprobé".
Siempre contó con el cien por cien del apoyo de su padre. Su madre, por el contrario, insistía en que se casara y se dedicara a las labores del hogar, lo propio en las mujeres de aquella época. Ante eso Manoli, se revolvía: "A mí me importaba trabajar, luchar y ganar dinero". Los focos de su familia estaban puestos en ella, lo que nunca le supuso presión alguna. "No quería fracasar" y tuvo éxito. En 1965 por fin se hizo con el título de monitora de autoescuela.
Para alegría de su progenitora, también se casó y tuvo tres hijos. Su marido, Emilio, con el que mantuvo un noviazgo de ocho años, era natural de Madrid. Se mudó a Jerez y entró a formar parte de la autoescuela que ella dirigió. Con respecto a la conciliación puede ofrecer una lista larguísima de anécdotas, ya que compaginar el trabajo y la crianza de los pequeños fue una ardua tarea para ella y para su marido. "Mi madre, mi padre y mi tía Pilar nos ayudaron muchísimo, quiero que lo pongas", apunta.
Los días previos a los exámenes eran muy estresantes en cuanto a papeleo. Tanto que una vez, metida en faena, recibió la llamada de teléfono del director del colegio de su hija pequeña, había olvidado recogerla. "Yo me he criado en el coche. A veces venía al colegio en coche o camión. Recuerdo mi infancia, sentada detrás escuchando: ahora gira a la derecha...", rememora la joven. Entre risas, Manoli cuenta cómo en otra ocasión el equipo docente y ella la buscaron a la hora de la salida hasta que, de repente, recordó que no la había llevado esa mañana a clase porque estaba enferma.
62 años al volante
Más de seis décadas al volante, más de 200 kilómetros diarios cuando trabajaba y cero accidentes. ¿Hay algún secreto? ¿Tiene alguna superstición? "Rezo todos los días. Al salir de casa me paro en las escaleras y rezo una salve cuando me da tiempo, si no la voy rezando por el camino", cuenta y su hija lo corrobora: "Si vamos en coche a algún lugar más allá de El Puerto, rezamos todos". El hermano Adrián de la orden de San Juan de Dios, ha sido su guía, le enseñó a rezar y a vivir, "eso tienes que ponerlo", apunta la veterana profesora de autoescuela. Lo que no dice, pero lo cuenta su benjamina es que Manoli lo ayudaba en todo lo que a transporte se refería. Igual con otras muchas personas que lo necesitaban, "a la madre de Pacheco también", cuenta de forma anecdótica.
En aquellos años no era de extrañar que su alumnado no supiera escribir. "Les cogía la mano para que escribieran su nombre". Se muestra cauta, prefiere no referirse a ningún alumno o alumna, ni hacer alarde de cuánto y de qué manera les ayudó en conseguir sus objetivos. Hubo quien le pagaba "poquito a poco", aunque deja claro que nadie le dejó a deber "ni una peseta".
Sesenta años, toda una vida de trabajo a la que se sumó su marido hasta que enfermó. Entonces cerró la autoescuela en Jerez para dedicarse a la de la sierra. A los 66 años se jubiló. Le preguntamos si tenía ganas. Cambia el semblante y responde: "Sí, los últimos años fueron duros. He echado horas que no echa un hombre".
La octogenaria, retirada desde hace 14 años, ha sufrido un pequeño percance recientemente, de ahí que se ayude de un bastón con un estampado colorido y alegre, en sintonía con su espíritu. En la actualidad está contenta, ha estado dos meses sin coche, "que no me hallaba". Ahora ya tiene un utilitario pequeño. "Quiero seguir conduciendo, es mi independencia y mi autonomía", la misma independencia y autonomía que ha defendido toda su vida.
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