Felipe Alonso del Puerto, in memoriam

Obituario

Felipe Alonso del Puerto.
Felipe Alonso del Puerto. / Vanesa Lobo
Francisco Antonio García Romero - Centro de Estudios Históricos Jerezanos

05 de febrero 2024 - 09:48

Jerez/A principios de febrero de 1810, estaban ya los invasores franceses en nuestra ciudad. Y para los soldados galos se dispusieron doscientas camas “hospitalarias”, facilitadas por los jerezanos, en el convento de La Merced. O sea, que ya en esa fecha sirvió de centro sanitario el que luego sería Hospital Municipal de Santa Isabel (hoy mi modélico IES). Eso, entre otras muchas cosas, me lo enseñó un buen amigo y un hombre cabal, aparte de fidedigno investigador, que nos dejó el pasado diciembre: el coronel historiador Felipe Alonso del Puerto.

Y, por supuesto, hace relativamente poco, el profesor Eugenio Vega y yo estábamos aprovechándonos de sus concienzudas investigaciones para nuestros estudios sobre la Semana Santa y las cofradías penitenciales. Felipe se ha convertido en indispensable para nuestra historia.

Hace años tuve el honor de presentarle uno de sus libros y en aquella ocasión ya hablábamos sobre el ser humano y su terrible pareja, si no consecuencia: la guerra. Levantó el campesino Caín contra el pastor Abel la quijada (por cierto, “quijada” espuria porque no lo dice el Génesis salvo de Sansón cuando aniquiló a un buen número de filisteos en el cap. 15 del libro de los Jueces), repito, levantó Caín… lo que fuera y empezó la violencia. En otras palabras, comentábamos entonces, el homo habilis lo es seguramente porque cogió un instrumento y lo descargó sobre la cabeza de su contemporáneo. Por eso tenía razón Freud cuando afirmaba: “El primer humano que insultó a su enemigo en vez de tirarle una piedra, fundó la civilización”. Lo cierto, le decía yo a Felipe, es que no pocos hermanaron armas y letras en sus más diversos campos: Heródoto, Tucídides, Jenofonte, César… y, entre los más nuestros, Alfonso X, el Marqués de Santillana, Jorge Manrique, Garcilaso, Cervantes, el gaditano Cadalso…

Por supuesto, Felipe Alonso del Puerto también era un humanista. Y lo era por militar y por escritor. Y si ustedes me apuran, afirmaré que fundamentalmente era humanista por militar. Y me permitirán un detalle. Para aquella presentación de su obra, y aunque yo conocía, al menos en parte, su trayectoria investigadora, le pedí algún dato que se me pudiera escapar. Él, siempre modesto con esa modestia propia de la gente verdaderamente importante, me contestó que su currículum era su hoja de servicios. Y yo no pude menos que irme de nuevo a la Grecia clásica y recordar el caso de Esquilo: el auténtico creador de la manifestación más profunda del genio literario griego, el auténtico creador de la tragedia griega, solamente tenía a gala el hecho de haber peleado en el bosque de Maratón contra los persas, en aquella heroica batalla que mantuvo libre a toda la Grecia.

A mí me encantaba y me encanta esa claridad de ideas: sus logros eran los servicios a la patria, a España, a la comunidad, a todos nosotros. Escojan ustedes lo que quieran, pero quedémonos con esa generosa idea de servicio. El jerezano Felipe transmitía, además, una educación natural que apabullaba y ni siquiera sus cruces al mérito militar y sus diversas condecoraciones lo hacían renunciar a una humildad admirable.

Como sabiamente escribió Ortega y Gasset (Historia como sistema VII y VIII):

“La vida es un gerundio y no un participio: un faciendum y no un factum. (…) En suma, que el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene... historia”.

Felipe me enseñó historia, con su innata sencillez, elegancia y bonhomía. Para él siempre nuestro reconocimiento y nuestra gratitud.

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