Flores sagradas de Jerez a Melbourne
Emprendedores
El prestigioso tatuador jerezano Álvaro Flores vive desde hace 11 años en Australia, donde tiene estudio propio, con listas de espera de hasta un año
Álvaro Flores es un creador. Con sus manos realiza maravillosos tatuajes para los que hay una lista de espera de hasta un año. Vive en Melbourne desde hace más de una década, donde llegó desde la jerezana barriada de Juan XXIII. Arribó con ganas de aprender firmemente inglés, tras la recomendación de la ciudad por unos amigos.
“Mi plan inicial era llegar, aprender inglés, estar un par de años y seguir viajando. Eso es lo que le dije a mi madre, y al final se ha alargado un poco la cosa (ríe). Conocí a un chica y aquí sigo. Ella es australiana”.
Álvaro tatúa desde hace más de 20 años. Ya lo hacía en Jerez, donde tenía un estudio en la plaza San Andrés, que cerró para viajar por el mundo. “Hice algunos contactos y como vi que podía trabajar y quedarme en Melbourne, pues estudié durante cuatro años inglés. Ahora ya tengo la doble nacionalidad, australiana y española, y hace casi un lustro que abrí mi estudio ‘La flor sagrada’, así, en español, para que mi madre lo entendiera. Soy español y así lo pongo”, cuenta.
Se hizo su primer tatuaje con 15 años. Siempre ha dibujado y por aquel tiempo estudiaba en la Escuela de Artes de Jerez. Decidió entonces que quería tatuar y se marchó a Barcelona en 1998, se compró la máquina de tatuar, regresó a Jerez y abrió su propio estudio en 2000. En 2002 cerró y empezó a viajar por España. Estuvo trabajando en Málaga, Tenerife, Madrid y Barcelona, donde residió unos cuatro años. Luego, a caballo entre Jerez y Cádiz mientras viajaba a Londres, EEUU, Tailandia..., hasta que dio el grandísimo salto a Australia.
“Nunca pensé que me quedaría tanto tiempo. Hago muchos patrones, geometría, puntillismo.., ese es mi estilo. Cuando llegué, ese estilo no era muy conocido, así que cogí muchos clientes. Y es que, además, yo soy de Jerez, no me callo y sé venderme (ríe). No hablando mucho inglés, me fue bien. Además de hacer un buen tatuaje pienso que hay que ofrecer también una buena atención al cliente. Lo esencial es tener una buena experiencia y como charlo un montón, pues no he tenido nunca ningún problema”.
Considera que parte de su éxito es fruto de “trabajar mucho, hasta tarde, dibujando a diario, lo que me ha permitido tener un nivel que es el que estaba buscando. No me considero de los mejores del mundo, pero sí que me conocen por mis trabajos y mi experiencia con los clientes, que vienen desde Londres. Todos los años, menos este 2020 por las circunstancias, voy a España a ver a mi familia y me paro en Londres para tatuar en una de las mejores convenciones del mundo (The London Tattoo Convention), que me ha abierto muchas puertas. Mi lista de espera es de hasta un año”.
Los planes de futuro de Álvaro pasan por quedarse, por ahora, en Australia y recorrerla, así como mantener su estudio privado y viajar a España. “Aquí estoy muy bien, me adapté y es una ciudad con gente de todo el mundo. Melbourne es increíble y se la recomiendo a todo el mundo, sobre todo, en el campo de la imagen, el arte en general”.
Confiesa que tenía todo planeado “para ir en julio a España y celebrar mis 40 con mi familia, pero la pandemia lo paralizó todo. Aquí llevamos más de 40 días sin casos de coronavirus, aunque sí que hemos estado confinados en dos ocasiones de manera total. Ahora ya no, pero no se sabe cuándo puede cambiar”.
Con acentazo entre jerezano e inglés, reconoce que “menos mal que hablo con mi familia, porque ya sueño en inglés (ríe). Cuando llegué aquí hablaba poco el idioma, no hablaba nada en español para así aprender más rápido. Ahora, de vez en cuando, canto los números en castellano para hablarlo algo más, además de con mi familia (ríe). Pero estoy seguro de que cuando vaya a Jerez, el acento me sale del tirón, eso no se quita”.
Álvaro tiene una nueva meta, formarse en ebanistería, la madera le apasiona también. “Estoy aprendiendo con un carpintero tradicional japonés y sólo trabajamos con herramientas, sin máquinas. Es una manera de aprender otro arte, otra forma de crear, hacer tallas de mis propios diseños. A ver si en unos diez años puedo tener un nivel. Me gusta crear y hacer la vida más interesante”.
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