“Invierto por amor a la cultura de Jerez”
gonzalo assiego | empresario residente en bali con inversiones en la ciudad
La pasión por los caballos hizo que esta tierra se cruzara en el camino de este malagueño que ha recorrido medio mundo
Su lema: “Sin pasión y amor ningún proyecto se saca adelante”
Jerez/– ¿Cómo era Bali cuando llegó?
– Llegué allí hace 17 años y todo estaba por hacer. Mis dos primeros hijos llegaron con 2 y 5 años. Allí se vivía con poco, la experiencia fue formidable. No teníamos nada pero éramos muy felices. Fue entonces cuando cogí un bar en el que nadie creía. Lo hice bastante famoso. Era La Boheme. Lo dejé y empecé a trabajar con Setiawan Djody, un gran empresario, una persona admirable con una trayectoria impresionante, dueño de Lamborghini y diseñador del modelo Diablo. Más que empresario es una persona admirable, con una gran cultura, músico muy reconocido internacionalmente. Con él aprendí muchísimo. Empecé a entender el país.
– Siempre dice que los caballos son muy importantes en su vida...
– Efectivamente. Como soy un apasionado de los caballos decidí comprarle un caballo a mi hijo Yvann, que empezó a montar con ocho años. Fui a comprarlo y ese mismo día unos reyes de Bali me ofrecieron la oportunidad de abrir en la playa. El jefe del pueblo buscaba alguien que hiciese algo y fue allí donde abrí La Plancha Bali. La esencia que le di fue española, con muchos colores. Tuvo un enorme éxito. Estuvo muchos años en el top internacional de bares de playa. Ahí empecé a lanzarme. Si no hubiera sido por la compra del caballo jamás habría tenido la oportunidad. Todo lo que había hecho con anterioridad confluyó en ese bar. Es el kharma.
– Y pronto llegó un nuevo bar...
– Sí. A los seis meses abrí La Barca Bali. Viendo Madagascar con mis hijos tuve la idea de hacer un barco, pero con cajas de contenedores. El concepto es un beach club centrado en un barco antiguo, con timones de barcos, como si se tratase de un barco antiguo. Afortunadamente también tuvo mucho éxito. Era un concepto nuevo. La vida es cuestión de conceptos y en Bali necesitaba conceptos. La Barca era vintage, un viaje al pasado. Pero por envidia me lo cerraron a los ocho meses de su apertura. Estaba creciendo demasiado rápido y La Plancha ya era un boom. Todo el mundo estaba muy triste pero en la vida hay que saber ganar y hay que saber perder.
– ¿Cómo se sobrepuso?
– Cogí otro sitio, La Favela Bali. En la actualidad es el bar de copas más conocido de Bali, el destino número 1, se conoce mundialmente y te hace sentirte en diferentes ambientes y bares, con viejas televisiones, radios... Todo el mundo recuerda su infancia allí, la vida de sus abuelos... Hay teléfonos antiguos, un saxo, una vieja guitarra. Más de 4.000 personas pasan por allí al día. Es restaurante y por la noche hasta las cuatro de la noche se sirven copas. Perder La Barca me hizo más fuerte. Estuve dos años trabajando y pensando antes de abrir La Favela.
– Dos años para un proyecto...
– Y con mucho amor. Si no haces las cosas con amor más vale que no las hagas. En Bali hay siete reyes, no son hombres de negocio sino personas muy espirituales. Precisamente al ver que hacía las cosas con amor me ofrecieron abrir junto a una laguna que ellos consideran un lugar sagrado. Decidí abrirla con un estilo un poco gipsy-bohemio, que fuera un lugar que tuviera muchos árboles. Amo la naturaleza y me apena que lo último que se está construyendo en Bali sea cemento y más cemento. La Favela está llena de árboles.
– ¿Cuál es su situación ahora?
– Ahora tengo La Plancha, La Favela, La Laguna, que la estoy renovando para hacerla más grande, y La Brisa. La Plancha tendrá un restaurante más y en los demás abriré dos restaurantes más en cada uno de ellos.
– Y se cruza Jerez en su vida.
– Decidí llevar caballos a La Laguna. Mi sueño cuando me fui de mi tierra eran mis caballos. No olvido que por un caballo tuve La Plancha. La pasión por los caballos se la he pasado a mi hijo Yvann y al tercero, el más pequeño, Diego. Ahí decidí mandar un amigo a comprar caballos en Jerez para llevarlos a La Laguna y hacer un espectáculo. Vino y los compró. Conocí a Antonio Cid, de la Real Escuela, que colaboró con nosotros. Después decidimos alquilar una finquita para trabajarlos un poco. Vine con Yvann, que fue alumno de la Real Escuela y su sueño es ser domador de caballos. Me involucré mucho más en Jerez. Compré más caballos para llevarlos a Bali y decidí que mi hijo se metiera dos años en la Real Escuela. El pequeño Diego también tiene pasión por los caballos. Incluso quiere venirse a vivir aquí. Para mi fue una suerte que mis hijos sintieran mi tierra. A partir de ahí invertí más en más caballos, en tener un proyecto donde cumpliré mi sueño de hacer un espectáculo en Europa y otro en Bali.
– ¿Cómo marcha el proyecto?
– En ocho meses irán seis caballos para Bali. En Bali hay muchísimo turismo de todo el mundo y cuando presentemos nuestros caballos andaluces la gente va a querer comprar caballos y vendrán a Jerez a comprarlos.
– ¿Qué le enamoró de Jerez?
–Jerez es la ciudad del caballo, del flamenco, del vino. Es un sello muy importante para España. La identidad es muy importante tenerla, tener presentes los valores de tu tierra. Soy malagueño y me encanta Málaga, pero la oportunidad que encuentro en Jerez con su identidad es única... Podemos hacer proyectos preciosos en Jerez. Me parece que hay un material hermoso para trabajar. Hay personas en Jerez que han hecho realidad sus sueños. Cuando era joven admiraba muchísimo a Álvaro Domecq. Para mí es otro soñador como yo. Para mí ha sido un ejemplo, no sólo de empresario, sino de soñador. Yo soy otro soñador. No me considero empresario. Lucho por el sueño y éste se hace realidad y gracias a eso gano dinero. Eso lo quiero transmitir a los jóvenes en el futuro. No hay que hacer las cosas por el dinero, sino por amor a lo que haces. Así vendrá el dinero. Las cosas no se hacen en un día ni dos. Tardan tiempo y hay que echarle mucho cariño. Álvaro Domecq es una persona que ha dado a conocer el caballo andaluz internacionalmente. Se inspiró en la Escuela de Viena para su sueño de la Real Escuela en Jerez. Fue algo importantísimo para el caballo español. Le dio otra salida, no solo la doma vaquera. Como persona, como visionario, me encanta.
– ¿Cómo fue su primer encuentro con Jerez?
– Cuando vine no vi esa pasión por el caballo en la calle. Vi Sementales. Me hubiera encantado abrirlo con un restaurante, renovarlo, ofrecer un espectáculo ecuestre por las noches ya que la Real Escuela lo hace por las mañanas, construir un hotelito para que la gente durmiera allí dentro. ¡Jerez tiene tantas posibilidades!
– Algo similar quiso usted hacer en el edificio del antiguo concesionario de Opel Colansa...
– Cierto. Lo quise hacer en Colansa pero el Ayuntamiento me dijo que allí no podría haber animales. Quiero abrir allí una tienda de decoración para todo Cádiz. En el futuro quiero abrir un restaurante pues es un lugar muy bien situado. Habrá tienda, restaurante y quién sabe si un hotel de estilo industrial, un warehouse, estilo almacén. En Singapur hay uno que es precioso.
– ¿Por dónde pasan sus esfuerzos en la actualidad?
– Ahora mismo estoy concentrado en las licencias para El Gallo Azul y quiero que la gente entienda que ha habido mucho retardo. Vi El Gallo Azul y ya lo vi decorado. El turismo busca experiencias y Jerez, que tiene tanto, debe ofrecer esa identidad. Jerez es la cima del flamenco, el caballo, la guitarra, el centro es precioso, esa calle Larga me encanta. El Gallo Azul tiene un potencial enorme, y mi idea es reflejarlo tal y como era antes, en sus principios. Me ofrecieron El Gallo Azul y pensé: “Cuando vengan mis clientes de Asia a comprar caballos y a ver mi cultura, mi tierra, les traeré aquí”. Es un orgullo, me encantaría hacer la promoción desde Bali de todo lo que tenemos y promocionar Jerez desde allí por los caballos, por su gastronomía y por su cultura. Me encantó que aparte de ser un edificio emblemático también tenga detrás esa historia de que cuando Pedro Domecq lo hizo quiso levantar un punto de encuentro de tratantes de tierras. Representar a esas familias antiguas es uno de los objetivos así como dotarle de una decoración de 1910, de estilo art decó. Al turismo le encantaría. Arriba tendrá una terraza desde la que se verá la Catedral. Cogí El Gallo Azul y el edificio de atrás para unirlos. Quiero hacer abajo una bodega que se verá a través de un ojo de buey. Estarán todos los vinos de Jerez. Tengo claro que el turista quiere degustar la gastronomía del lugar que visita.
– ¿Es más complicado abrirlo al tratarse de un edificio histórico?
– Son más licencias, más papeles y todo se va retardando. Hasta el día de hoy estoy esperando. Todo el mundo busca cómo ir más rápido, pero no es fácil. Es un edificio emblemático pero si algo tengo claro es que no quiero abrirlo mal. Y eso que he avanzado mucho. Tengo toda la decoración ya preparada, el ascensor antiguo... Todo el proyecto se abrirá por partes. Primero la terraza de abajo, después el restaurante de la primera planta y después mi sueño, que es la terraza de arriba. Y tengo la idea de promocionarlo a nivel de flamenco.
– Pero no todo es El Gallo Azul...
– Otro proyecto que me salió fue en la Pescadería Vieja. Conocí al señor que alquilaba el Kapote y entonces lo alquilé. En agosto me llamaron a Bali y me dijeron que El Bichero me lo alquilaban también. Y cogí los dos. Es una calle antigua que me encanta. Quiero decorarla con flores, luces... He renovado el alquiler y el hombre está súper contento. Me da placer que un negocio funcione y que cuando yo me vaya siga con éxito. A la gente le va a encantar. Ahora tengo que sacar la muralla y esperar los informes de los arqueólogos. El Bichero se llamará Mulay que es comienzo en balinés.
– Otro de sus frentes en Jerez es el restaurante El Bosque...
– El Bosque es un proyecto que me ha encantado desde que me lo ofrecieron. Me encantó, es precioso y dije que sí. Hice la oferta, de 1,5 millones por 25 años. Había que afrontar una renovación de, como mínimo, unos 500.000 euros. Ya he comprado la decoración y tengo la idea de hacer un jardín botánico que sea una referencia. El problema ha estado en que uno de mis abogados se equivocó. Somos una empresa que ahora mismo está invirtiendo, no facturando. Al final resulta que tiene que ser una empresa que facture en España. Puedo demostrar que mi empresa en Bali está facturando, tengo las pruebas bancarias, pero necesitan que sea una empresa española. No lo entiendo pero lo respeto. No vengo aquí a decir lo que hay que hacer. Eso sí, hay muchísimos países que están soñando con que vengan empresarios de fuera. Todos mis amigos invierten en Portugal. ¿Por qué inviertes en Jerez?, me dicen. Porque el potencial que tiene es enorme, les respondo. La verdad es que tengo que crear una empresa o que el Ayuntamiento se adapte y vea que hay un empresario como yo que va a invertir en un proyecto que ahora mismo está cerrado.
– Digamos que la burocracia se está erigiendo en un freno...
– No me meto en política porque sería injusto, creo que los políticos te intentan ayudar. Hay muchísimas leyes, pero son necesarias, sobre todos para nosotros. Por ejemplo, unas 4.000 personas entran a diario en La Favela. ¡Y pueden hacer tantas trastadas! Ahí las normas te ayudan. La solución es que la burocracia sea más rápida. Cuando tantas personas deben tomar una decisión todo es mucho más lento.
– Otro frente es el restaurante Tendido 6...
– Tiene problemas en el techo y estoy intentando solucionarlo. Tengo opción a compra pero creo que al final no me va a interesar.
– ¿Cómo han sido sus relaciones con los empresarios locales?
– Me he encontrado con muchas promesas, con personas con muchas ganas y con muchos ánimos. Mucha personas me ayudan y colaboran, pero otros se quieren aprovechar. Me parece ridículo que por ser el hombre de Bali me presenten los precios que me presentan. He escuchado incluso que vengo a cerrar negocios y no es así.
– Ésta es la primera entrevista que concede. ¿Por qué ahora?
– Salgo en los periódicos porque los jóvenes y la gente de Jerez se preguntan qué hace este hombre, que es fuerte en Bali, aquí en Jerez. Pues porque cuando te gusta tu país, y para mí Jerez es un sello muy importante de España, debes aportar. Cuando digo que soy español la gente de inmediato asocia la esencia del español a la esencia andaluza. Me dicen ‘flamenco’, ‘matador’... Me encantaría que la gente viera que lo mío es pasión. Si hiciera las cosas por dinero no invertiría en Jerez, pero no se debe olvidar que hacerlo en Jerez también puede funcionar muy bien. La gente va a Sevilla, a Málaga, pero yo estoy feliz de abrir en Jerez porque me gusta todo lo que tiene. Hay un potencial muy grande... Y les concedo la entrevista porque era el momento.
– ¿Qué le pide a Jerez?
– Básicamente que crea en el inversor que viene de fuera. El problema no es la burocracia. Los negocios los puedo mantener cerrados hasta que los pueda abrir. Gracias al sueño de los caballos puedo invertir en hostelería. La gente debe tener en cuenta que aunque estén cerrados yo sigo para adelante. La mentalidad positiva es necesaria. Mi sueño, como buen creyente a mi manera, es dar empleos. No hay nada más hermoso. Si Jerez me pone las cosas fáciles, con amor y respeto y es feliz con mis proyectos y veo que los jerezanos son trabajadores, me animaría a crear mucho más empleo. Yo tengo allí en Bali 1.500 empleados. Que un camarero mío al final tenga su propio restaurante, para mí es una de las mayores satisfacciones. Alguien que empezó desde cero como yo sabe reconocer esos progresos. Empleo daré tanto como amor y facilidades reciba. Para mi la tradición es esencial y vengo aquí por amor a Jerez. Finalmente creo que es importante creer en Jerez y que las personas crean que yo no vengo para hacer dinero.
Un hombre al que el mundo le hizo como es
Gonzalo Assiego Jaén nació en Pedregalejo El Palo (Málaga) hace 48 años. Recuerda que su infancia “fue muy bonita. Somos nada menos que nueve hermanos. Mi padre y su familia tenían caballos”. Cuando tenía doce años sus padres se separaron. Su madre y él marcharon a Madrid. Allí empezó a aprender Arte Dramático, pero con apenas 17 años decidió volar solo y se marchó a Londres para profundizar en dichos estudios. “Y trabajé de lo que había: en restaurantes, en Benetton, incluso haciendo tortillas que vendía a restaurantes...”. Hombre inquieto vivió durante dos años en Italia. A los conocimientos de inglés unió el italiano. Reconoce que este aprendizaje le dio confianza en sí mismo. Trabajó de relaciones públicas en discotecas y en restaurantes. Sin saberlo se fue formando en lo que años más tarde sería el eje de su vida profesional.
Retornó a Londres donde conoció a su ex mujer con apenas 21 años. Y de nuevo voló. En esta ocasión a Francia. Fue allí donde su vida dio un nuevo giro. La decoración entró de pleno. Se despertó su amor por las antigüedades y por trabajar el hierro. “La verdad es que fui bastante conocido. Trabajé muchísimo, en Niza, en Marsella... Hice arte moderno, renovaba puertas de haciendas”. Por entonces ya tenía dos hijos, Lois e Yvann. “Ya estaba un poco cansado de Francia, a pesar de que la tienda de decoración en hierro funcionaba muy bien. Pero me faltaba la ilusión. Por aquella época surfeaba mucho y decidí irme a Bali".
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