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Jerez/Un hecho histórico. Sólo en ocasiones puntuales, como cuando llegaron a Jerez hace 22 años y ahora, las hermanas de Belén dejan su clausura en la comunidad. Dentro del programa de actos que organiza la Diócesis de Asidonia-Jerez por la marcha de las religiosas de la Cartuja, y como agradecimiento a 22 años de presencia “llenos de frutos y bienes espirituales”, el monasterio acogió este viernes una conferencia de la hermana Oriah, de las primeras en llegar, pocos meses después de vestir el hábito. Suponía la última de las tres conferencias programadas para la ocasión, de una agenda que concluirá este sábado con una misa en la Cartuja, a las 12 horas, presidida por el obispo José Rico Pavés, que también estuvo presente en la cita, y que fue moderada por el capellán Lorenzo Morant.
Titulada ‘El Carisma de las Hermanas de Belén’, Oriah desgranó en la charla la razón de ser del nombre de la familia monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen y de San Bruno. “Belén, por el misterio de la Natividad y la fuerte presencia de la oración eucarística, no sólo por nosotras, sino por toda la humanidad y estamos aquí para eso”. La Virgen: “Llevamos una vida escondida, como llevaba ella. Ella siempre nos acompaña”. San Bruno: “Nos indica el ritmo de vida, solitaria, pero en comunidad a la vez”.
A pesar de que el público abarrotó el patio de la Cartuja, Oriah no se mostró intimidada por ello, casi podría parecer que se sentía como en familia. Tras hablar de los quehaceres diarios de la comunidad, se adentró en su experiencia personal. “Cuando tenía diez años, mis padres se marcharon a un retiro. Cuando regresaron los vi diferentes, más sonrientes y con una profunda paz interior. Eso me marcó en mi corazón de niña y yo también quise, pero no fue hasta los 11 que pude ir a uno. Fui avanzando en mi fe y las palabras de la epístola de San Pablo a los Efesios se convirtieron en llamada en mi peregrinación a Tierra Santa en el año 2000, Año Jubilar. Vine enamorada. Pedí entones a las hermanas de Belén devolver amor por amor y permancer un año en un monasterio. Todo se fue confirmando en mí, hasta hoy”.
Llegar a Jerez fue para Oriah“un regalo, de los años más felices de mi vida. La Cartuja ha sido como una madre, pero como dice la hermana Fuensanta, que nos quiten lo bailao”. “Hemos estado muy mimadas y muy cuidadas, en exceso”, añadió la priora, Fuensanta, que agradeció emocionada al obispo estas jornadas. “Nos vamos porque es la voluntad de Dios, pero nos vamos llorando. Haber estado aquí nos lo llevamos en el corazón para toda la vida. Esta es una diócesis muy especial y todas las hermanas que han pasado por aquí (un total de 20) también lo han sentido así. De la Cartuja y de los cartujos hemos recibido mucho. Las piedras de este monasterio están impregnadas de oración y de hombres santos. También llevamos en el corazón la preocupación por el monasterio”.
Se refirieron también a Jerez, “del que hemos recibido mucho. Es un pueblo que ama a Dios. Y el mundo sólo necesita amor”.
Hablaron de la falta de vocaciones y recordaron que no hay que perder la esperanza. “Dios sigue llamando, pero no sabemos escuchar. Hay que seguir sembrando. ¡Animo!”.
Por su parte, el obispo deseó volver “a reencontrarlas algún día, y quizás pueda ser de nuevo aquí mismo. Es lo que deseamos”.
Para cerrar el acto, y a pesar del cansancio y de las voces ya rotas de las hermanas por la emoción, cantaron para todos el Ave María en arameo.
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