Herramientas para una revolución
cerebros en toneles
Cuando la gran manifestación pasaba por la Rotonda de los Casinos, un guardia de seguridad de una tienda se asomó para contemplar a la multitud. Pensé que en ese momento la multitud podría arrasar el local y nadie lo podría impedir. Percibí la fuerza potencial de las masas ocupando el asfalto. Desde la filosofía política, uno se pregunta de dónde ha salido esa energía y hacia dónde se dirige. Hay malestar, la gente es consciente de que algo va mal, algo no funciona. Los ciudadanos tienen necesidades que ni el capitalismo ni la democracia representativa son capaces de satisfacer. Y son necesidades que ha generado el mismo sistema: esa es la contradicción. El sistema económico sabe diseñar nuevas necesidades, constantemente, porque de eso vive. Sin embargo, dice la filósofa Ágnes Heller, las necesidades radicales permanecen siempre insatisfechas. Producimos muchos objetos, nuevas necesidades materiales, pero sabemos que es imposible alcanzar la igualdad, la justicia, la libertad, la paz y la conservación de la naturaleza. Las constituciones hablan de derechos fundamentales, derechos que el sistema es incapaz de satisfacer.
Ágnes Heller es una filósofa húngara. Su teoría de las necesidades radicales es una buena herramienta para comprender nuestro modo de vida y nuestras aspiraciones. Saber qué necesitamos y quién determina lo que necesitamos implica realizar una reflexión antropológica, económica, ética y política. Del mismo modo que en física se busca una teoría que unifique todas las fuerzas de la naturaleza, en filosofía política se busca una teoría que enlace la antropología con la ética y la política.
La Constitución nos dice que todas las personas somos iguales ante la ley y que todas tenemos derecho a un trabajo digno. La realidad social va por otro lado: altas tasas de desempleo, precariedad y brecha salarial… Pregunté en clase que cómo es posible que en un Estado de derecho moderno haya mujeres que cobren menos que los hombres, realizando la misma labor y durante el mismo tiempo (discriminación directa e indirecta, cuestión de camuflaje contractual). Como ejemplo, una alumna me explicó el contrato injusto que tiene su madre. Y me dijo que no le quedaba más remedio que asumirlo y callarse: si no lo aceptaba, iba al paro.
La multitud quiere igualdad, porque es lo que el sistema mismo nos ha enseñado, a través de los diferentes agentes de socialización. Pero la multitud es consciente de que esa necesidad radical va a quedar insatisfecha. La resignación tiene sus límites. La gente no se cree el relato de la salida de la crisis económica. Y no quiere un sistema donde lo natural, y por lo tanto no modificable, sea la precariedad y la miseria. Si el sistema no satisface mis necesidades radicales, decía Ágnes Heller, no hay posibilidad de aspirar a un mundo mejor, más libre y más justo, al progreso humano.
Los estudiantes forman parte de esa multitud. En la manifestación del 8 de marzo había mucha gente joven, con ganas de protestar y cambiar el mundo. Se están organizando, desde la base, desde sus intereses, desde sus necesidades. Han constituido una nueva asamblea de estudiantes en Jerez, para coordinar sus protestas y su participación democrática. Y además leen, sin que les obliguemos, señal de que esa energía potencial brota de abajo.
Una alumna me recomendó hace poco "Mujeres de Ciencia. 50 intrépidas pioneras que cambiaron el mundo", escrito e ilustrado por Rachel Ignotofsky, y editado por Capitán Swing y Nórdica Libros. Con el estilo del cómic, la autora nos cuenta lo esencial de cada mujer científica: aportaciones académicas, dificultades que tuvo que superar, el contexto en el que vivió… La primera científica mencionada es Hipatia de Alejandría (s. IV-V) y la última la matemática iraní Maryam Mirzajani (1977-2017). Hay físicas, biólogas, ingenieras, neurólogas, psicólogas, astrónomas…, muchas de ellas en activo. También contiene un glosario, estadísticas y un apartado de fuentes para seguir investigando.
Además de leer a Ágnes Heller y las biografías de mujeres científicas, recomiendo "Gran Hotel Abismo. Biografía coral de la Escuela de Frankfurt", de Stuart Jeffries, en la editorial Turner. La Teoría Crítica nació para dar respuesta a los interrogantes que acabamos de plantear. Benjamin, Adorno, Horkheimer, Habermas… Los miembros del Instituto de Investigación Social renovaron el marxismo. Quizás demasiado alejados de la praxis revolucionaria, estos filósofos acudieron a Marx, Kant y Freud para analizar las sociedades capitalistas modernas. Aunque el contexto que vivieron no es el mismo que el nuestro, sí que hay problemas comunes: la amenaza del fascismo, la alienación y la cosificación, la explotación y la miseria, el consumismo, el poder de la industria cultural, cómo encauzar la crítica al capitalismo…
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