Las Hijas de la Caridad, de medalla
Ciudad
La congregación llegó en 1905 y desde entonces ha mantenido la obra social más importante de la ciudad. Diputación le reconoce ahora su labor, especialmente en el Hogar Los Dolores.
En la mente de sor Victoria siguen aún vivos los recuerdos de cuando era alumna de un colegio de las Hijas de la Caridad en Chiclana. "Recuerdo que todos los días llevábamos al colegio un poco de alimento que nos pedían para dárselo a los pobres, cada día de la semana. Luego, los domingos íbamos las alumnas a dárselo a quienes necesitaran la comida y a mí eso me gustaba. Más tarde me llamó Dios, me di cuenta de que yo podía ser una de tantas otras que dedicaban su vida a ayudar", evoca esta monja nonagenaria. Pertenece a la comunidad de El Salvador, donde está la guardería que regenta la congregación y el comedor social que da de comer desde hace un siglo a los hambrientos.
Por este trabajo , la Diputación de Cádiz ha decidido conceder a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl la Medalla de la Provincia, especialmente por regentar de 2001 a 2016 el Hogar de Los Dolores, un centro donde se internaba a mujeres de todas las edades con problemas mentales, cuya concesión perdió hace unos días tras no llegar a un acuerdo con Diputación, precisamente. Tal es la implicación de las hermanas encargadas de esta residencia que "ahora mismo no están para atender a ningún periodista, están muy dolidas y tristes. Van a estar un mes y medio explicando a Afanas el día a día del Hogar. Son niñas que necesitan mucho cariño más que otra cosa y de primeras notarán mucho la salida de las hermanas, sentirán un gran desapego". Son cuatro las hermanas que residirán allí hasta que sean reubicadas en otras comunidades, una decisión que queda en manos del Consejo de la compañía.
Las Hijas de la Caridad aterrizaron en Jerez en 1905 y llegaron a tener en la ciudad 14 comunidades. Algunas de ellas, la de la calle Barja, el asilo San José o el hospital de Santa Isabel. La del Hogar de Los Dolores era la cuarta que quedaba y cuando finalmente las monjas abandonen la calle Francos quedarán solo tres: El Salvador, el colegio de Madre de Dios y una comunidad de retiro espiritual en Picadueña Alta, Villa Milagrosa. Además de la guardería, que en su tiempo fue un colegio, en El Salvador existe un hogar tutelado para personas con problemas de consumo de drogas, especialmente jóvenes. "Algunos salen y no vuelven a hacer lo que hacían, pero otros no lo consiguen", lamenta Sor Victoria.
Las hermanas que llevan más tiempo viviendo en Jerez son Sor Juana y Sor Josefa, que entraron en los años 40 y 50 en la congregación. Sor Victoria, nombrada en 2011 Hija adoptiva de la ciudad, comenzó a residir en Jerez en 1986 y poco más adelante fue nombrada Madre Superiora. "No sé por qué el Ayuntamiento me dio ese reconocimiento, porque otras que están aquí han trabajado como yo por los pobres", aunque se siente orgullosa del título porque sonríe ampliamente al comentarlo, y el emblema municipal está enmarcado a la entrada de la comunidad.
El día a día de las Hijas en la comunidad de El Salvador comienza a las seis y media de la mañana, cuando se disponen para la oración y el desayuno. Todas menos la encargada de la cocina, que irá a una misa más tarde porque desde primera hora se ubica entre fogones. A las doce está todo dispuesto. Le echan una mano dos cocineras y tres o cuatro voluntarios, según dispongan los turnos semanales. "Me gustaría que dijeras que en Jerez nos quieren mucho y que en cuanto hemos abierto la boca para pedir algo, comida o lo que sea, la gente se ha volcado. Esta Navidad ha venido mucha gente entregándonos de todo", agradece sor Victoria. Algunos de los que contribuyen al sostenimiento del comedor "es gente que en su día pasó mucha 'jambre' y que ahora lo agradece así", dice la hermana, subrayando una pronunciadísima aspiración de la hache que suena a jota. A la una y media el comedor queda vacío y los voluntarios ya tienen todo recogido.
Uno de los voluntarios que no falla es Manuel Sarmiento. "Llevo colaborando desde que me prejubilé. Las Hijas de la Caridad son unas 'fuera de serie', increíbles. Gracias a ellas, no hay una persona que pase hambre en Jerez", sentencia. "Esto es un termómetro de la ciudad, aquí vienen en chaqueta y dando las gracias o exigiendo de malos modos. Pero es bonito ayudarlos a todos. Lo mejor que tiene esto es encontrarte a alguien por la calle que te diga que ya no aparece por aquí porque ha mejorado su situación".
Después del comedor, llega un momento de recogimiento y preparación del menú de los días siguientes. No se aburren. Quizá por eso, sor Victoria siga tan lúcida a sus noventa años. ¿Cree que las monjas viven más años y mejor? "Yo tengo mis achaques, tomo Sintrom y tengo un marcapasos, pero estoy bien (risas)". Desde luego, no los aparenta. "Será que el Señor nos da fuerzas para seguir ayudando".
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