Historia de una foto

Recuerdos de Manuel Críspulo y Pedro Nolasco, hijos del fundador de González Byass, Manuel María González Ángel La rápida ascensión de la empresa en tan sólo medio siglo

De izquierda a derecha, Manuel Críspulo, Enrique Dubosc (sobrino del socio del fundador Juan Bautista Dubosc), de pie; Pedro N. de Soto Coloma y a la derecha, Pedro Nolasco, en el Edwards College de Everton, en Liverpool.
Juan P. Simó Jerez

27 de enero 2013 - 01:00

No me resistía a publicar esta fotografía. Y explico por qué: Primero, por esa nostalgia que rezuma como fondo y segundo, porque refleja esa inocente 'rebeldía' juvenil de dos de sus protagonistas a los que el tiempo puso en primer plano de una de nuestras grandes industrias vinateras: la compañía creada en 1835 por Manuel María González Ángel, hoy 'González Byass'.

Veamos: la imagen está tomada en 1860 en el prestigioso colegio católico inglés Saint Edwards College de Everton. En la imagen aparecen, a ambos lados, Manuel Críspulo y Pedro Nolasco González Soto, la segunda generación González; en el centro, sentado, su primo Pedro Nolasco de Soto y Coloma, al que acompaña, de pie, Enrique Dubosc, sobrino del socio del fundador de la sociedad, Juan Bautista Dubosc.

Cuando esta foto se realiza, la bodega del 'Tío Pepe' disfruta de una prosperidad inesperada. El 'invento' de un oficinista sanluqueño que observaba desde los cristales del muelle en Cádiz el trasiego de vino al Reino Unido le había abierto los ojos. Su primer envío fue de sólo diez botas de vino en la bodega de un barco. Tenía entonces 23 años.

Y sólo cinco años después, ya figuraba el nombre de la sociedad entre los nueve primeros en la lista de exportadores. Hasta llegar aquí, González Ángel se alía con sus amigos sanluqueños Juan Bautista Dubosc y Francisco Gutiérrez de Agüera, crean la sociedad 'González & Dubosc'; la empresa crece y crece: se hace con copiadores de cartas y toneleros, se adquieren los terrenos de la futura bodega y las primeras viñas, José Ángel y Vargas 'inventa' el 'Tío Pepe' -del que ya hablamos en estas mismas páginas- y la bodega produce su primer brandy.

No nos desviemos. En 1838, González Ángel casa con Victorina de Soto Lavaggi, que le da nueve hijos: Victorina, Emilia, Josefa, Dolores, Manuel Críspulo, Pedro Nolasco, Gabriel (que murió de niño), Luisa y Ricardo. La familia ya contaba con los patrones de ese círculo cerrado de iniciadores exitosos en el mundo bodeguero: Negociaban bajo la confianza mutua, formaban una familia extensa cuya descendencia casaba entre clanes y consolidaban los negocios, adquirieron o levantaron enormes residencias, formaban a la prole en universidades extranjeras, eran populares en la vida social y los casinos de la ciudad y reconocían el buen uso de la riqueza: la felicidad mediante la beneficiencia.

Veamos entonces la vida de Manuel Críspulo y Pedro Nolasco, dos varones entre seis hembras. Y lo hacemos por los datos que Antonio Mariscal ha recopilado de los archivos de la bodega y otras publicaciones para 'taponar' esta curiosa 'laguna'.

Nació Manuel Críspulo en 1846 y a los veinte años, ya estaba el tío recorriendo Europa para completar su formación y perfeccionar su nivel de inglés y francés. A su regreso, ocupó el cargo de gerente del negocio familiar. Pero se distinguió más como protector de la Artes. En Jerez fundó la Academia Filarmónica y la Escuela de Bellas Artes de Santo Domingo; fue mecenas de la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos y costeó, entre otras, el monumental cuadro de 'La Batalla de Clavija' para la iglesia de Santiago. Como emprendedor industrial y financiero, contribuyó en 1901 al inicio de la línea de ferrocarril de la Sierra y levantó en sus tierras el Balneario de San Telmo, donde recibían tratamiento jerezanos y personal venido de toda la geografía española, lugar preferido para la celebración de fiestas por la burguesía local. Sin embargo, Manuel Críspulo no olvidó a los pobres, a los que destinó un ala del complejo para pacientes que no podían costear su terapia y a los soldados sin graduación de la guarnición de Jerez.

En Sanlúcar, la tierra natal de su padre, donó unas tierras a beneficio de los soldados heridos en las guerras de Cuba y Filipinas. El 1904, el rey Alfonso XIII le otorgó el título de primer Marqués de Bonanza.

Más apegado al mundo del vino, la vida de Pedro Nolasco (1849-1946) no es tan tranquila como la de su hermano Manuel Críspulo. La verdad es que Pedro Nolasco fue un hombre irrepetible. Ya a los diez años y tras recibir educación primaria, recibió en la ciudad francesa de Tours enseñanzas de Filosofía a cargo del abate Augusto Goupy, y aprendió el francés a la perfección. A los 14 años su padre lo llevó a Inglaterra y a los dieciocho meses de su estancia en el prestigioso Edwards College de Everton obtuvo el 'Elocution Prix' (Premio a la Elocución).

Aparece luego en Alemania. Allí perfeccionó el alemán y, por fin, volvió a Jerez en 1866 y entró a trabajar en el negocio familiar. Gracias a su pico de oro, se le encomienda la tarea de abrir nuevos mercados. Pedro Nolasco se descubrió como hábil negociador, afable, ocurrente y magnífico comerciante: Cruzó Europa de norte a sur y de este a oeste, incluyendo Rusia. Habló con reyes y príncipes y, allá donde fuera, siempre dejaba amistades imperecederas que se traducían en miles de cajas de vino vendidas. Era un triunfador.

A Pedro Nolasco también se le deben más cosas: Introdujo en Jerez el polo y el tenis y adquirió una de las primeras bicicletas que se vendían en Inglaterra. En las calles de Jerez, los viandantes se pasmaban viendo a ese hombre pedalear sobre el empedrado aquel 'artefacto' de gigantesca rueda delantera. También se pirraba por la caza e introdujo en Jerez la modalidad del 'tiro al pichón', que practicó en alguna ocasión junto al rey Alfonso XII. Ostentó consulados y viceconsulados, fue regado en vida de condecoraciones y Alfonso XIII le concedió el 1919 el título de marqués de Torresoto de Briviesca.

Por su ocurrencia, habilidad, elocuencia y dotes de convicción, se le llamó 'El Cuco', el mismo nombre de la residencia que ocupaba. Pedro Nolasco tuvo hasta trece hijos con María Nicolasa Gordon. Pero entre todos, destacaba uno que acabó revolucionando el mundo del vino de Jerez: Se llamaba Manuel María González Gordon.

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