La Honda Fino en Rama Osborne y Cía.
El botellero del Diario
Tal vez se pueda oír el ruido del tecleo de la máquina de escribir. El vibrante sonar del recuerdo de esa armoniosa, a la par que ruidosa, melodía. Clac, clac, clac y raaaacc clinnkk cuando corres el rodillo. Quizás, para quienes sepan oírlo, el traqueteo de la maquina atrapa las palabras y las deja marcadas sin fuga. Unas palabras que eran silenciosas hasta que fueron pronunciadas y que una vez apresadas por la tinta, ya no se irán, aunque las sople el viento. Como en las novelas de Karina Sainz Borgo y Hernán Diaz o las cartas de Alejandra Pizarnik cargadas de palabras, comas, adjetivos y algo de desorden que nos haga sentir el palpitar de la vida.
Y ahora descorcho en silencio esta botella de Fino La Hondaen rama, que traza una órbita dorada mientras se mece en la copa y donde antes había ruido ahora hay silencio, el que rodea a los vinos que tocan y aumentan nuestros sentidos.
Un fino con una crianza muy larga, entre 10 y 12 años, que rompe la copa y nos deja una intensidad que lo posa en esa bella frontera entre los vinos finos y los vinos amontillados. Honda se llamaba a esa bodega de la familia, que tenía un desnivel distinto al resto y que guardaba este gran amontillado, fino que hace unos años Osborne decidió sacar al mercado.
Un vino que uno piensa que ha elegido y, por lo que sea, parece que él estaba buscando servirse en tu copa y decirte “tengo tiempo y tú tienes tiempo”.
Es curiosa la sensación de que uno escribe para seguir contando, vive para seguir bebiendo y, claro, les sirve una copa para continuar sonriendo. Se queda en el botellero del Diario y así no olvido el nombre de todos los vinos que voy probando. A la vez que ustedes, no lo olviden.
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