Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
PARA terminar este recorrido que iniciamos hace dos semanas por la geografía de los humedales en torno a Jerez, vamos a ocuparnos hoy de las pequeñas lagunas salobres, así como de las zonas de marismas cercanas a la ciudad. Junto a ellas mencionaremos también algunas de las balsas y pantanetas que en las últimas décadas se han construido en toda la campiña y que, pese a ser "humedales artificiales", se han ido naturalizando progresivamente.
Entre las más conocidas destaca la de Las Salinillas junto a Estella del Marqués. Ubicada en los llanos de La Catalana, esta pequeña laguna se encuentra junto al Arroyo Salado, permaneciendo su lámina de agua durante casi todo el año. En los meses del estío puede verse desde la carretera que une Estella con Lomopardo, en una hondonada entre viñedos, la capa blanca de la sal que cubre su cubeta. Estas pequeñas lagunas saladas -como los arroyos "salados" que proliferan por toda nuestra geografía- están repartidas por muchos rincones de la campiña y delatan, incluso con sus nombres, la peculiar característica de sus aguas. Por señalar sólo algunos otros parajes donde también podemos encontrarlas, mencionaremos la que puede observarse junto al Arroyo del Zorro, al inicio de la carretera del Calvario, a mano izquierda. En los meses de verano, cuando el agua se evapora, nos muestra su fondo blanquecino, cubierto por una delgada capa de sal que delata la naturaleza salobre de sus aguas. Este rincón entre viñas, conocido también como el de Estella con el nombre de Las Salinillas, es quizás uno de los más representativos de los que pueden visitarse en los alrededores de Jerez. Otra zona donde se forman pequeñas lagunas estacionales con presencia de la vegetación propia de terrenos ricos en sal, las encontramos junto a la Cañada del Amarguillo, en las proximidades del cortijo El Barroso, en la zona de Puerto Escondido, o a los pies de las Viñas de La Polanca y La Constancia. Las Salinillas de Jédula, junto al cortijo de Vicos, la Cañada de Morales, en las proximidades de Cuartillo, las hondonadas de Salto al Cielo, el Rincón de La Tapa, o la Cañada del Carrillo muy cerca del cortijo de Espanta Rodrigo, son otros tantos lugares donde podremos ver pequeñas lagunas estacionales de carácter salobre. Todas ellas tienen en común que la naturaleza del suelo sobre el que se asientan, o las laderas que forma parte de su cuenca de recepción, están constituidas por materiales de edad triásica, de carácter margoso, ricos en yesos y sales que confieren a las aguas su especial característica.
De gran interés son también las pequeñas lagunas o charcas que se forman en los parajes montanos del sector oriental del término de Jerez. Enclavada en el parque Natural de los Alcornocales, la zona de los Montes de Propios y el conjunto de pequeñas sierras colindantes, en las que predominan los suelos silíceos, guarda celosamente entre sus bosques de quejigos y alcornoques pequeños reductos aguanosos, de gran importancia para la vida animal. Aunque hay también algunas balsas y represas artificiales, nos referimos aquí a las charcas naturales, de apenas unos centenares de metros cuadrados, conocidas con el nombre de albinas. Este hidrónimo, como nos recuerda el diccionario de la RAE, se aplica también a los "esteros y lagunas que se forman con las aguas del mar en las tierras bajas que están inmediatas a él", así como a la "sal que queda en estas lagunas" que confiere ese color blanco o "albino" a su superficie cuando el agua se evapora. Sin embargo, en los parajes serranos, se conoce también con el nombre de "albinas", a las pequeñas zonas encharcadas que se concentran en las vaguadas de las vegas y en los llanos que se abren en el bosque, cuyo suelo arcilloso actúa como base impermeable que permite la acumulación de agua. Situadas en la mayoría de los casos al pie de la falda de un monte, "estas pequeñas hondonadas recogen las aguas de escorrentía, o aquellas que se desbordan desde algún nacimiento cercano. Denominadas genéricamente vallicares,... pueden funcionar eficazmente debido a la importante concentración de arcilla que impermeabiliza el terreno. Cuando la concentración es alta y la pluviosidad abundante, el agua se acumula. De esta manera se forma una charca, casi siempre somera y de contorno irregular, que se mantendrá durante varios meses del año, para, finalmente, desaparecer por evaporación o lento drenaje" (1). Mientras persiste el agua, estas zonas de prados encharcados son impracticables para el ganado. Sin embargo, cuando el agua desaparece, "de su superficie brota un pasto blanquecino. Debido a esta peculiaridad es por lo que en el lugar se conozca al vallicar con el nombre de albina". Si en los esteros era la capa blanca de sal que quedaba en las charcas la que justificaba el nombre de "albinas", en la sierra, son las flores blancas y el pasto blanquecino de gramíneas (vallico) que brota en estas praderas encharcadizas, el que bautiza a estas pequeñas lagunas de aguas someras que se forman durante el invierno y la primavera. Por citar sólo algunas, mencionaremos la charca de El Picacho, al pie de este monte, o la de La Jarda. También son conocidas otras charcas artificiales como la de "Los Establos", y "La Presilla". Esta última se alimenta de las aguas de los arroyos de La Gallina y de El Parral. La conocida como "Laguna de Las Moreras", recoge el agua de varios torrentes que corren por las laderas de Montenegro y está flanqueada por hermosos fresnos. La Albina de Las Flores, evoca ya en su nombre un hermoso paraje. La laguna del Quejigal es sin duda nuestra preferida por encontrarse en un paraje idílico, en medio de un bosque mixto de alcornoques y quejigos a los pies de los imponentes Tajos del Sol.
Si de la campiña fuimos a la sierra, de los Montes de Propios volvemos ahora hasta las cercanías del Guadalquivir y de la Bahía de Cádiz, al extremo más occidental del término municipal para visitar, en este rápido recorrido geográfico, las zonas de marismas que se extienden en torno a Jerez. Junto a la desembocadura y el estuario del Guadalete, encontramos los amplios horizontes marismeños de La Tapa, Doña Blanca, Cetina, Vega de los Pérez, Las Aletas… donde las tierras de Puerto Real, El Puerto de Santa María y Jerez se confunden. Más al norte, lindando ya con Lebrija y Trebujena, los humedales son aquí los conocidos caños y esteros, inmensas láminas de agua por las que el mar penetra, a través del Guadalquivir, hasta los pies del cerro de Las Mesas de Asta, donde hace ya más de dos mil años, los antiguos pobladores pescaban y navegaban por estos brazos de agua salada.
Las marismas son nombradas aquí con los topónimos de los lugares que bañan. Hablamos así de las marismas de Mesas de Asta, de las de Rajaldabas, Morabita, Maritata, Tabajete, Bujón, Capita… Hermosos nombres que conforman una geografía de humedales de gran valor ecológico y paisajístico. Entre ellas sobresalen las marismas de Casablanca, próximas a la localidad de El Cuervo y al cortijo del mismo nombre, que por sus rasgos sobresalientes, fueron incorporadas en 2008 al inventario de Humedales de Andalucía.
Y para terminar este recorrido, no queremos dejar de mencionar los que podríamos denominar como "humedales artificiales". Incluimos aquí esos espacios que deben su origen a la inundación de lechos de canteras y graveras abandonadas o a la construcción de pequeños embalses para regar los secanos de la campiña transformados ya en hermosos viñedos y olivares.
Casi un centenar de estos enclaves húmedos aparecen repartidos por todos los rincones de nuestros campos, algunos de los cuales se han "naturalizado" y, funcionalmente, actúan casi como pequeñas lagunas siendo refugio de no pocas especies animales (2). En las orillas del Río Guadalete encontramos algunos de estos nuevos humedales que, de manera permanente o estacional, se han formado al inundarse los lechos de antiguas graveras. Es el caso de las "lagunas" de los Caños de Aduzar o de las Villas, que ocupan el seno de dos meandros en los llanos de Las Villas y Las Quinientas y, al encontrarse en conexión con el río, conservan durante todo el año su lámina de agua acogiendo una variada avifauna. Junto al río están también el Tarajal de El Portal, o las zonas encharcadas (en épocas de lluvia) de Berlanguilla, el Albardén, Lomopardo o Las Veguetillas, por citar sólo algunas, ocupando todas ellas los lechos de antiguas graveras que no fueron restauradas adecuadamente.
Entre los embalses de uso agrícola presentes en todos los rincones de la campiña, destaca el de Jarilla-Jareta. Esta pantaneta, visible desde la carretera que de La Torre de Melgarejo conduce a Gibalbín, se encuentra incluida en el PGMOU dentro de los espacios "naturales" calificados como Unidades de Alto Interés Paisajístico y Ambiental. Y es que en la práctica, actúa funcionalmente como un humedal natural, donde no faltan las típicas especies de aves propias de estos enclaves. En el cinturón perilagunar crecen también carrizos y eneas, tarajes y juncos e incluso una pequeña olmeda que da al lugar el aspecto de un auténtico humedal. Muy próxima a la anterior, al otro lado de la carretera se ubica en el cortijo de Jara otra laguna que ocupa el foso de una antigua cantera y con la que se riegan los olivares de la finca. La de Jara guarda grandes similitudes con la Laguna del Cuadrejón, pequeño humedal naturalizado en el lecho de la que fuera una explotación de arenisca. Próxima a Nueva Jarilla y a la autopista de Sevilla, está rodeada de un cinturón de vegetación palustre donde destacan los tarajes.
Entre las pantanetas de mayor superficie de la campiña se encuentran la de Fuente Rey, situada entre el cortijo del mismo nombre y el de Campanero, visible desde la Autovía de Medina, y la del cortijo de Torrecera. Esta última, represa en una hondonada al pie del cerro del Castillo, entre la Bodega Entrechuelos y el caserío del cortijo, las aguas de escorrentía de varios arroyos que son utilizadas para el regadío de viñedos y olivares. Esta misma finca posee un segundo embalse de menores proporciones en el Arroyo de los Fosos. De medianas dimensiones es también el ubicado en el cortijo de la Torre de Pedro Díaz, que recoge las aguas de los arroyos del Cotero y Los Nacimientillos y constituye un punto húmedo de gran interés a mitad de camino entre Gibalbín y los llanos de Caulina, en cuyas arboledas halla refugio una interesante comunidad de aves. La pantaneta del cortijo de Los Ballesteros retiene las aguas del Arroyo del Chivo. El embalse del Gato, en las proximidades del Circuito de Velocidad y del campo de golf de Montecastillo, es uno de los mayores, represando las aguas del conocido Arroyo del Gato que viene desde el cortijo de Alcántara y Cuartillos.
Otros de estos pequeños embalses son el del arroyo de las Cruces, junto al Cortesano; el de La Greduela, que recoge las escasas aguas del arroyo de Morales en la finca de Salto al Cielo; el de Chipipe, junto al cortijo del mismo nombre; el del Pellejero, en el Cortijo de la Sierra, junto a Romanina; el de Los Comuneros, próximo a la laguna del Tejón o el del cortijo Doñana, en las proximidades de la Junta de los Ríos. De gran encanto eran también las pequeñas lagunetas del centro ecuestre Los Lagos, junto a la laguna de Medina, que hoy presentan un estado de dejadez en las instalaciones de sus orillas. Si como señalábamos en las anteriores entradas, la desaparición de antiguas lagunas fue un hecho durante los "años duros" del desarrollismo, también es cierto que estos nuevos enclaves húmedos "artificiales" han adquirido ya una relativa importancia como hábitat para muchas especies de aves y, con sus limitaciones, suponen ya una contribución importante en el paisaje de la campiña.
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