Insultos
Lectores sin remedio
Jerez/Esto de los insultos me recuerda una escena de ‘El Quijote’ tan olvidada como por desgracia toda la obra de Cervantes. Me refiero al lance que tuvo Sancho con el escudero del caballero del Bosque (2ª parte, cap. XIII), en el que el quijotesco Sancho le recrimina a su interlocutor el uso de la expresión “hideputa” con la que este alude y califica a una dama. La reconvención de Sancho (el trato entre caballeros andantes le debería haber pulido la lengua), es de inmediato replicada por su colega al aclararle que en muchas ocasiones lo que parece un insulto es realmente una exclamación de admiración.
Actualmente, ese doble valor mantienen también estas palabras que, usadas con la intención de ofender, tan groseras y bajunas nos parecen. Viene todo esto a colación por el “No nos duele la cabeza, es que no sabéis f.” (le ahorro al discreto lector la grosería), el cántico que algunas feministas (al menos así se proclaman) lanzan a los cuatro vientos en celebración del 8 de marzo, día, como todo el universo sabe, de la mujer. Y este insulto por el que ningún hombre se siente aludido (¡faltaría más!), podría tener un recorrido inverso y, acudiendo al sabio refranero, “no ofende quien quiere, sino quien puede”, más de un marido o pareja de las cantantes le echarán la culpa de la socorrida jaqueca a la frigidez de las dolientes. Amén de lo indecoroso e inelegante que siempre ha resultado airear asuntos de cama. A estas alturas y con todos los problemas de convivencia entre sexos que sufrimos y arrastramos, graves y terribles, que seguimos siendo incapaces de erradicar, deberíamos ser conscientes de que las palabras nunca son inocentes, más cuando conocemos su procedencia, ni nunca los insultos son gratis, porque siempre se termina pagando un precio por ellos. Y en este caso, las que cantan y se adornan, muy orgullosas ellas con sus prendas y lazos morados, ignoran sin duda, porque la ignorancia las hace atrevidas e inconscientes, cuánto daño hacen en la juventud sus eslóganes.
Lo que debería ser una fiesta reivindicativa por la igualdad, por el respeto mutuo, por la erradicación de barreras y prejuicios, puede convertirse con unos cánticos groseros que destilan un desprecio que huele a rancio, en un argumento más para la indiferencia, si no para el recelo y hasta para los extremismos. “No nos duele la cabeza, es que no sabéis f.” no es precisamente un eslogan respetuoso, no es la mejor expresión para defender la igualdad, no es la frase más adecuada para enseñarle a la juventud unos valores. Porque todo sectarismo del tipo que sea en lugar de derrumbar muros, los levanta, y en lugar de transmitir valores, radicaliza comportamientos y mensajes que terminan en el peor de los casos en agresividad y violencia. Bien harían estas señoras y señoritas en leer ‘El Quijote’, en empaparse de los valores del gran caballero andante y de la sabiduría popular de su escudero. De esta manera no saldría de sus bocas el exabrupto indecoroso, ordinario y bajuno. Todos estaríamos más satisfechos, y ellas seguro que no sufrirían ese frío y punzante dolor de cabeza.
Unas novelas de “a duro” en el Mercadillo
Días atrás, paseando por un mercadillo, reparé en un tenderete donde junto a la consabida pila de libros descatalogados y de poco interés, había un número nada despreciable de novelitas de bolsillo publicados por las editoriales Rollán y Bruguera, en los años cuarenta del pasado siglo. Los conocidos por entonces como bolsilibros o “libros de a duro”. Entre ellos me llamó la atención aquella portada de la serie FBI de la mencionada editorial Rollán con el título de ‘Una gota de sangre’ y cuyo autor era Fell Marty. Por supuesto que no conocía ese libro ni a su autor, pero el título captó mi interés por su parecido con aquel de Emilia Pardo Bazán titulado ‘La gota de sangre’ que pasa por ser la primera novela policiaca en castellano (aunque otros autores conceden este privilegio a Alarcón y ‘El clavo’).
La novela de Fell Marty que ojeé con curiosidad, como otras de aquel tenderete, no ha pasado a la historia de la literatura como las de la genial gallega; sin embargo, ya camino de casa y con algún librito de la serie FBI bajo el brazo, no dejé de pensar en la ingrata historia que arrastran muchos de los escritores y escritoras que bajo seudónimo por motivos políticos, escribieron este tipo de literatura popular en la España de los años cuarenta. Muchos como Álvaro Cortés Roa (Alv Cortroa) o Eduardo Guzmán (Edward Goodman) se refugiaron en el género policiaco, otros lo hicieron en las novelas del oeste (Marcial Lafuente Estefanía). Lo triste es que a aquellos que tenían talento, y que no eran pocos, se les hurtó una carrera más gloriosa si no hubiera mediado la depuración y las sombras del seudónimo para sobrevivir. Pero en otros casos no fue el pasado político el motivo para refugiarse en la literatura de quiosco, sino el esconder un oscuro pasado como es el caso de Víctor Debidogre que escribió bajo el nombre de Peter Debry en “Servicio secreto” y ‘Punto Rojo” de Bruguera, y nos dejó un buen puñado de bolsilibros, o el de Félix Martínez Orejón, el Fel Marty, al que me refería al principio. Sin duda toda una apasionante historia de la que queda mucho por desvelar. Ramón Clavijo Provencio
Reseñas
La hora sin sombra
Osvaldo Soriano. Seix Barral, 1996
Osvaldo Soriano (1943-1997) es uno de los grandes escritores argentinos de la segunda mitad del siglo XX, que inició su trayectoria literaria en 1973 con la novela ‘Triste, solitario y final’, a la que siguió ‘No habrá más penas ni olvido’. ‘La hora sin sombra’ fue la última que publicó y bien podría considerarse una especie de novela-testamento, un balance que el protagonista, también escritor, hace con su vida en un viaje que emprende por distintas zonas del país a bordo de un Torino, al mismo tiempo que va relatando la historia de amor y abandono de sus padres: su madre, famosa modelo que lo abandonó para irse a vivir con un bodeguero de Mendoza, y su padre, viejo distribuidor de películas que se resiste a morir de un cáncer terminal. Al hilo del viaje, el protagonista va encontrándose con diversos personajes, entre los que sobresalen su amigo Lucas, el Pastor Noriega y el comisionista Carballo. J.L.R.
Algo que brilla como el mar
Hiromi Kawakami
Leí hace unos meses de esta escritora japonesa su primera y más célebre novela ‘El cielo es azul, la tierra blanca’ y, posteriormente, ‘Amores imperfectos’. Y como no hay dos sin tres, me decidí por ‘Algo que brilla como el mar’, una historia que tiene como protagonista a Midori Edo, un joven en plena edad adolescente con todo lo que esto significa: la necesidad de afectos, la exploración de nuevas experiencias, la búsqueda de su propia identidad, el despertar a la sexualidad… Y para todo ello, con sus problemas, Midori se rodea de su familia: su abuela Masako y su madre Aiko, y la irrupción de su padre biológico Otori. Pero también de sus dos amigos más fieles: Hanada y Mizue Hirayama, la joven con la que mantiene una estrecha relación. Una novela llena de delicadeza, como todas las narraciones de Kawakami, que en esta ocasión nos ofrece la visión de un joven ante un mundo que a veces le sobrepasa. J.L.R.
La gota de sangre
Emilia Pardo Bazán. Siruela, 2023
Desde hace unos años la editorial Siruela está enfrascada en la encomiable labor de recuperar lo mejor de la literatura policiaca clásica. Gracias a ella y a su colección “Clásicos Policiacos”, muchos lectores han descubierto nombres más allá de los ya consagrados. En esa recuperación de títulos no podía faltar esa novela corta de Emilia Pardo Bazán que traemos a esta reseña, y que para algunos estudiosos es la primera muestra de literatura policiaca en nuestro país, aunque en estos asuntos más vale no adentrarse mucho pues podemos llevarnos sorpresas, como acertadamente aconseja en su excelente “Diccionario Apasionado de la Novela Negra” Pierre Lemaitre. Esta historia de la gallega tiene todas las características del género policiaco clásico, aunque con altas dosis de originalidad, donde desfilan personajes de relevancia social, jueces, policías y un singular detective aficionado, que utiliza con acierto sus grandes dotes deductivas. De imprescindible lectura para los amantes del género. R.C.P.
La Desconocida
Rosa Montero/Olivier Truc. Alfaguara negra, 2023
No son frecuentes en el campo de la novela policiaca colaboraciones “a cuatro manos” aunque hay venerados precedentes como el de Boileau-Jarzenac, autores de libros como “Las Diabólicas” o “Vértigo”. En este sus autores tienen a sus espaldas una larga carrera literaria, también sonados éxitos en solitario en el género negro. Con estos antecedentes lo primero que sorprende es la poca originalidad en el título pues coincide con el de la novela de Tess Sharpe (Planeta 2021), o el de la excelente película de Giusseppe Tornatore de 2006. No tienen nada que ver en sus argumentos con el libro de Montero y Truc, pero estos detalles se cuidan. Una joven francesa aparece herida en un contenedor de basura. Ingresada en un hospital para curar sus heridas intentarán asesinarla. Es entonces cuando la inspectora Ripoll y el policía francés Erik Zapori, colaborarán para tratar de solucionar el misterio que se esconde tras la joven. Novela entretenida sin más. R.C.P.
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