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De una pequeña habitación con un frigorífico en Jerez a ser referente nacional
El cine llegó como novedad por la puerta de atrás y poco a poco fue comiéndose a la mano que le dio de comer, en este caso, el teatro. Así, aquel invento de las imágenes en movimiento de los hermanos Lumiére terminó ganando la batalla a las representaciones de grandes dramaturgos clásicos. El cinematógrafo nació al finales de siglo XIX para definir lo que sería la cultura de toda una era posterior, y en Jerez no fue para menos.
La primera proyección cinematográfica se llevaría a cabo en octubre de 1896 en el Teatro Principal de la calle Mesones. Sin embargo, no se trataba del invento de los Lumiére, sino el animatógrafo del inglés William Paul de manos del portugués Francisco dos Santos, como el historiador José Luis Jiménez, en su estudio del cine ha podido comprobar, ya que se daba este honor tradicionalmente a Erwin Rousby. No sería hasta abril de dos años después cuando se disfrutaría en Jerez del invento de los franceses en una carpa situada en la antigua plaza de Eguilaz, que ha pasado por varios nombres para terminar conociéndose como la plaza del Banco.
Poco a poco, las pequeñas piezas documentales de imágenes en movimiento se fueron introduciendo en la sociedad con proyecciones de pequeñas piezas entre los actos de las representaciones teatrales. Estas jornadas de ocio oscilaban, entonces, entre los 15 y 60 céntimos de las butacas paraíso.
De esta forma, los cines ambulantes se hicieron una realidad lucrativa en Jerez, hasta tal punto que hubo representaciones en el Real de la Feria, plaza Plateros, calle Larga o Alameda Vieja. Ante el beneficio que reportaba este nuevo negocio, el Teatro Eslava se erigió como la mayor competencia del Teatro Principal. En esta época, concretamente en 1910, nacen los dos primeros cines de verano de la ciudad, uno en el interior del Alcázar y otro al aire libre en la Alameda Vieja. El primer "cine-cine", como lo llama Juan de la Plata en su libro 'La historia del cine en Jerez', sería el Salón de Jerez, inaugurado un Domingo de Resurreción a finales de marzo de 1913 bajo la visión de Fidel y Victoriano González. Esta sala sería la primera en estrenar el cine sonoro con un aparato Cinefon el 12 de abril de 1929. El proyector de este casco de bodega adaptado para su nueva función cinematográfica no se apagó hasta entrada la década de los años 50, en la actual zona de La Vega en la plaza Esteve.
A partir de este momento, se puede contar la historia del cine a través de grandes empresarios que supieron ver a tiempo el filón de la explotación de este nuevo sistema. En la década de los 30 hay que señalar el nombre de Luis Parada Regife, ya que bajo su dirección, el Teatro Villamarta comenzó su andadura en 1928 como local de teatro y cine, que mantuvo hasta 1986. Es más, según los estudios realizados por el historiador José Luis Jiménez, sólo hay que prestar atención a la particular estructura del Villamarta para ver que se trata de un edificio orientado a las proyecciones.
En esta década también aparece en escena Francisco Riba, quien bajo la empresa Cines Riba S.A., llegará a tener el monopolio de la producción cinematográfica hasta mitad de siglo. Este magnate, además de hacerse con Salón Jerez y el Teatro Villamarta (éste último por un millón de pesetas), comenzó a adquirir solares para la instalación de terrazas de verano. Algunos de los más significativos fueron el cine Astoria en calle Francos, el Cinema X en Porvenir, el cine Maravilla en la calle Larga, el cine Valeria en la avenida Blas Infante o el cine Ribas, en la esquina de calle Lealas con Ancha. De esta forma, a partir de la década de los 40, por compra, arrendo o asociación, terminó montando una cadena de 12 salas de verano, entre las que se encontraban, las de San Agustín, Santiago, San Telmo, España, Alcázar, Torresoto, Avenida, Olimpia y San Mateo.
Este monopolio se mantiene durante 25 años hasta que surge el conglomerado Sirius (1956-1976), presidida por Gabriel Navarro Rincón en asociación con su cuñado, Eduardo Delage. Llegaron a controlar diversas salas de verano e invierno, entre las que se encuentran Santo Domingo, San Miguel, Cine Victoria, Cine Barceló, Terraza Jerezana, Terraza Sol, Terraza Delicias, Cine Sol y los tres que más perduraron en el tiempo: Cine Jerezano (1948), Cine Delicias (1964) y Cine Lealas (1957), posteriormente llamado Cine Luz Lealas (1967).
En 1976 comienza el fin de esta época de esplendor cinematográfico, ya que la empresa Cines de Jerez (controlada desde Sevilla por los hermanos Hernández) compró a Sirius y, tras la muerte de Riba en 1979, adquirieron la explotación de las salas de Cines Riba. Según el estudio de José Luis Jiménez, los sevillanos desempeñaron la táctica de guardar sus mejores películas para las antiguas salas de Sirius y las peores para las de Riba. Por eso, la gente comenzó a asociar los antiguos de Gabriel Navarro como las mejores salas de la ciudad.
Así, pasaron los años y la figura de los tres grandes cines de la ciudad (Jerezano, Luz Lealas y Delicias) fueron controlados con éxito por esta empresa sevillana, aunque los demás se fueron quedando por el camino. Precisamente fue esta entidad la que tambaleó la estabilidad de estas salas al traer a la ciudad los Multicines del entonces Continente en 1996.
Entre agonías, estos últimos tres pilares de la historia del cine en Jerez fueron echando el cerrojo. Tras reconvertirse en Sala X, el Delicias terminaría apagando sus máquinas en abril de 1997 al no poder hacer frente a la competencia de los Multicines. Los vecinos, incluso, trataron de reconvertir el edificio en parroquia a través de una recogida de firmas, pero tampoco salió adelante, por lo que terminó convirtiéndose en un centro de encuentro para indigentes y de basura.
En 1995, bajo el mandato de Pedro Pacheco, Urbanismo recalificó estos tres inmuebles en el Plan General de Ordenación Urbana, que tampoco fue a parar a ninguna parte. Sirvió para que la Junta protegiera a Cine Jerezano por lo singular y característico de su portada, de la que hoy día ya solo puede leerse 'Cine'. El de la plaza San Andrés encendió su proyector por última vez el 27 de agosto de 1998, aunque el director de cine Imanol Uribe le devolvió durante unos días su esplendor para la filmación de la película de época 'Miel para naranjas', hace un par de años.
Peor suerte corrió el Luz Lealas, que un mes de enero como el que corre en 2008 vio cómo un incendio hizo ceniza todo el interior de la sala. Con tal intensidad ardió que el techo del edificio no tardó en desplomarse, dando un golpe de realidad a vecinos y jerezanos, que veían el hundimiento de un símbolo, de una época. En definitiva, el arder la industria cinematográfica en Jerez.
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