Jerez 2002, la ciudad que tuvo un sueño

Juegos ecuestres mundiales, diez años después Historia del evento

Los Juegos Ecuestres Mundiales, que se diseñaron como inicio de un proyecto hípico duradero, acabaron siendo una estrella fugaz que se desintegró el día de la clausura llevándose consigo una inversión millonaria y una incipiente industria local

Jerez 2002, la ciudad que tuvo un sueño
Jerez 2002, la ciudad que tuvo un sueño
Raquel Benjumeda / Jerez

09 de septiembre 2012 - 06:37

Hay que viajar hasta los años 80 para encontrar el origen de los Juegos Ecuestres Mundiales de 2002, la cita deportiva más importante que ha organizado esta ciudad. O quizás habría que viajar a décadas pasadas, pero en ese caso faltarían protagonistas. En estos años, mientras España se graduaba como país europeo y se sacudía sus complejos llevando a La Moncloa a un gobierno socialista, y mientras Alaska y Almodóvar abanderaban la movida madrileña, Jerez seguía acunando con nanas flamencas y biberones de mosto a un caballo que gozaba del prestigio nacional y mundial gracias, en buena parte, a su consolidada historia ganadera, a sus fantásticas citas deportivas en las praderas de Chapín y a su antiguo Club de Polo.

Los jerezanos habían participado en la fiesta democrática encumbrando a un hombre que, aparentemente, estaba más cerca de la izquierda que de la derecha. Pedro Pacheco, lejos de llevar a la hoguera los símbolos que identificaban al Jerez de los señoritos, le dio un giro al Despotismo Ilustrado con un concepto político basado en todo para el pueblo, con o sin el pueblo. Se obsesionó especialmente con el caballo, uno de los símbolos de la ciudad, y en parte fue gracias a sus 'jinetes' de confianza. El equipo formado por Antonio Ortiz, Juan Antonio Maldonado y Pío Delgado, que ya asesoraba de festejos hípicos a los gobiernos locales anteriores a la democracia, convenció a Pacheco de que Jerez debía tener una proyección hípica y duradera más allá del Pirineo. Y este hombre quedó sumido en un profundo sueño del que despertó en las elecciones municipales de 2003.

Como sólidas justificaciones, el grupo de expertos recurría a los exitosos derbis que se disputaban en la pradera de Chapín, un concurso internacional de obstáculos (el famoso CSIO de Jerez) al que asistía la crema del deporte nacional e internacional y que competía de tú a tú con las únicas dos citas españolas: la del Club de Campo de Madrid y la del Club de Polo de Barcelona.

La cita de Jerez era muy atractiva para una familia ecuestre que seguía la estela de la Infanta Elena, incondicional del Derbi de Chapín, de Luis Astolfi, Luis Álvarez Cervera... Venir al sur era cool porque era rodearse de prestigiosos ganaderos, prestigiosos deportistas y jinetes militares. Era codearse con el poder hípico. Pero Pacheco, en su sueño, quería más; quería a toda Europa y al mundo entero en el césped de Chapín. Quería una imagen de marca para Jerez.

"Así surgió la idea de organizar unos Juegos. Los asesores me convencieron de que Jerez estaba capacitada para organizar unos Juegos y nos fuimos a La Haya (Holanda) a ver el mundial hípico de 1994. Allí me di cuenta de que Jerez podía convertirse en sede de unos Juegos", ha recordado el exalcalde para este reportaje.

De vuelta en Jerez, el Ayuntamiento comenzó a preparar un viaje sin precedentes al que se apuntaron asesores, periodistas, miembros de Gobierno local, de otros partidos políticos y de Diputación. Destino: Puerto Rico, donde la Federación Ecuestre Internacional se reunía para decidir la candidatura de 2002. "Fuimos una amplia representación de Jerez para defender un proyecto que, si no recuerdo mal, competía con Kentucky y con otra ciudad alemana", explica Pacheco. Sin embargo, en el Caribe, el hombre decisivo no era jerezano, ni político, ni asesor hípico ni periodista. Quien se metió en el bolsillo a la comisión ecuestre internacional fue el entonces presidente de la Real Federación Hípica Española, Luis Figueroa Griffith, que defendió la ciudad de Jerez con una seguridad formidable y con un inglés perfecto (su madre es Aline Griffith, la aristócrata hispanonorteamericana y condesa viuda de Romanones que trabajó para la CIA durante los años de la Guerra Fría). "Figueroa fue una persona clave en Puerto Rico. Fue el encargado de dar el discurso en inglés y nos dio las claves para llevarnos la candidatura. Ayudó muchísimo en este proyecto", resalta Pacheco. El discurso de Figueroa convenció a la mesa de la FEI y, sobre todo, a su entonces presidenta, la Infanta Doña Pilar, hermana del Rey Juan Carlos. "Que la presidenta fuera española nos benefició, eso siempre ayuda, claro que sí".

La resaca de la fiesta caribeña no impidió definir el colosal trabajo que quedaba por hacer en los próximos años. Jerez no disponía de una ciudad deportiva que estuviera a la altura de una cita mundial, "pero no nos importó". A Pacheco le cayó el marrón de saquear a las administraciones andaluza y central en busca de jugosas cantidades económicas a las que se llamó subvenciones para el evento. En realidad, y según expertos en deporte ecuestre, con un lavado de cara hubiera sido suficiente para celebrar un mundial ecuestre pero el alcalde quería dejar su sello personal en aquella apuesta personal, en aquel sueño. Planificó que el estadio de fútbol había que derribarlo y volverlo a hacer y también la construcción de un complejo ovalado sensacionalmente equipado. Y lo que decía Pacheco en aquella época iba a misa. Efectivamente, el campo de fútbol y, en general, todo el complejo deportivo de Chapín fue al suelo y eso supuso suspender la actividad en la Escuela Municipal de Equitación de Chapín y, lo peor de todo, enfrentarse a una afición xerecista que se vengó de un exilio forzoso en Sanlúcar echándole de la alcaldía en las elecciones de 2003. Jerez pasó de tener un estadio provinciano a un Bernabéu blanquiazul, con hotel VIP y centro de alto rendimiento incluido. En síntesis, un complejo faraónico que sobre todo aportó descrédito municipal. "La reforma del estadio fue lo más importante y por eso peleamos las ayudas del gobierno central y regional. Lo que pasó es que la Junta primero prometió su parte de presupuesto y después lo cambió por una piscina en la Zona Sur. Al final ni dinero ni piscina", concluye Pacheco. Pero la reforma del estadio deportivo de Chapín no fue lo peor de todo. Los problemas para el entonces alcalde y para Jerez no habían hecho más que empezar, y eso que el mundial hípico estaba por llegar.

La organización de los Juegos Ecuestres Mundiales había conseguido recaudar (en números redondos) un total de 18 millones de euros para afrontar el evento deportivo, una cifra que en principio garantizaba al cien por cien el desarrollo del evento deportivo, incluida una parte de las obras del estadio. La importante cuantía llegó a la ciudad en forma de diferentes acuerdos de patrocinio con grandes empresas españolas, de subvenciones públicas y gracias a la concesión de un sorteo extraordinario de Loterías y Apuestas del Estado que finalmente quedó desierto, por lo que buena parte del montante recayó sobre el comité organizador de Jerez 2002. Detrás de esta gran proeza estaba el hombre de confianza de Pedro Pacheco, Antonio Ortiz Rufino, director del comité organizador. Las buenas relaciones del técnico sevillano materializaron el sueño de Pacheco. Antonio Ortiz Rufino consiguió el dinero de Banesto, el dinero Coca Cola y el dinero de Loterías y Apuestas del Estado.

Aún no habían comenzado los Juegos Ecuestres Mundiales de 2002 y los ciudadanos empezaron a desconfiar de un proyecto que se parecía más a un sueño personal que a un trampolín para Jerez. "A los jerezanos les dijimos que Jerez tenía una historia que había que continuar y que el mundial iba a ser una oportunidad de oro, porque realmente estábamos convencido de ello", justifica Pacheco.

Ya por esas fechas, la ciudad comenzaba a preguntarse por la rentabilidad del proyecto. Desde la organización se garantizaba que Jerez 2002 solo era el punto de partida de una nueva etapa para la ciudad, que no se iba a reducir a unos vistosos fuegos artificiales, sino al lanzamiento de un cohete capaz de convertir en industria un símbolo tan antiguo y todavía elitista como el caballo.

"Pero es que ningún evento de estas características es rentable. Los números de una administración nunca son iguales que los números de una empresa privada. La rentabilidad hay que buscarla a largo plazo, lo que pasa es que a partir de 2003 no se ha continuado con este proyecto. Ni Pilar Sánchez ni la señora García, que han demostrado ser dos inútiles políticas, han hecho nada por el caballo. En concreto, la señora García, con sus enormes complejos de derecha, no quiso hacerse cargo de la continuidad del 2002, demostrando su profunda animadversión hacia lo ecuestre. Pero la guinda la puso la señora Sánchez, que no solo no apostó por el caballo sino que destrozó adrede el patrimonio ecuestre de 2002", denuncia el exedil.

Apenas faltaban unos días para la llegada de miles de visitantes y el ambiente en buena parte del tejido empresarial de Jerez y su comarca no era precisamente de fiesta. Pedro Pacheco se parapetó en Antonio Ortiz Rufino, que trataba de calmar los ánimos de decenas de pequeños empresarios que reclamaban el pago de las facturas de unos trabajos que convirtieron Jerez en la capital mundial del caballo.

Ya por estas fechas las cuentas no cuadraban. La entidad bancaria en la que se habían depositado los tres mil millones de pesetas empezó a devolver cheques bancarios y pagarés, básicamente por falta de fondos. ¿Dónde se fue el dinero? Para contestar a esta pregunta hay que retroceder unos meses en el tiempo. El comité organizador de Jerez 2002 había logrado reunir una cifra (18 millones de euros) que garantizaba la celebración del mundial y el pago a los proveedores que darían un lavado de cara a Chapín y a las instalaciones militares de Garrapilos, donde también se celebraron pruebas. Pero Pacheco dijo que de lavado de cara nada. Su capricho del estadio y el edificio redondo donde se disputó el mundial de Volteo y de Reining costó más de seis millones de euros, mientras que convertir el campo de trigo de Garrapilos en un circuito de cross para el mundial de Concurso Completo, más de tres millones de euros. Sintetizando, la mitad del presupuesto se destinó a costear unas instalaciones deportivas que a día de hoy están inutilizadas casi en su totalidad. "Un error de planificación. Con el dinero del concurso hípico de 2002 se hicieron obras que eran competencia del Ayuntamiento, por eso se desequilibraron las cuentas", recuerda Antonio Ortiz, director del Comité Organizador Jerez 2002.

Por fin llegó el 10 de septiembre de 2002. El Rey Juan Carlos y la Reina Doña Sofía ocuparon los asientos preferentes del irreconocible estadio de Chapín para ver una exhibición ecuestre sin precedentes en compañía del alcalde la ciudad, que dibujaba un semblante serio. Jerez ofreció su mejor cara y dejó las miserias escondidas en el cajón del Ayuntamiento, donde se amontonaban las denuncias por impagos a proveedores, las críticas políticas y el pasaporte de Pacheco, que empezaba a contar los meses para dejar la alcaldía.

"A mí los Juegos Ecuestres Mundiales no me pasaron factura; lo que ocurre es que se acabó un ciclo para mí. Mis últimos años fueron una auténtica locura, incluido el 2002", reconoce el exalcalde. Esa tarde, la familia hípica mundial enmudeció ante la fabulosa puesta en escena de la ceremonia de apertura de los Juegos Ecuestres Mundiales, donde se concentró la historia ecuestre de la ciudad (Yeguada Militar, Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre, Yeguada de La Cartuja…) al compás de guitarras flamencas y del cante de José Mercé. Los siguientes doce días el protagonismo lo adquirió el deporte ecuestre. Jerez sirvió de escenario para el primer Campeonato del Mundo de monta americana (Reining), en Jerez se colaba por primera vez una mujer en la final de Saltos de Obstáculos, en Jerez se sintieron como en casa los príncipes saudíes, que se hicieron con la medalla en Raid, y en Jerez se consiguió la primera medalla para la Doma Clásica española. Dos años después, el equipo formado por Beatriz Ferrer Salat, Juan Antonio Jiménez y los jerezanos Rafael Soto e Ignacio Rambla repitieron proeza en Atenas 2004.

A finales de septiembre, al sueño de Pedro Pacheco se le empezó a llamar "estafa". Unas ciento setenta pequeñas y medianas empresas de Jerez y su comarca no conseguían liquidar sus cuentas con la organización del mundial porque a la organización del mundial no le quedaba ni un céntimo de los 18 millones de euros que se ingresaron en Banesto. Meses después de la celebración de los Juegos, unos cuarenta negocios afectados se arruinaron y desaparecieron del tejido empresarial. Otras lograron reciclarse, aunque el episodio más escandaloso lo escribió la constructora jerezana Sancalonge, que después de cuarenta años de actividad empresarial cayó como un castillo de naipes. Su consejero delegado falleció un año después y sus más de cien subcontratas lograron saldar la deuda con el Ayuntamiento de Jerez siete años después en los tribunales de Justicia. "El 2002 ha sido la mayor estafa de toda la historia de Pedro Pacheco como alcalde", sentencia uno de los afectados que consiguió salir a flote.

Jerez 2002 fue un éxito deportivo y organizativo. De hecho, la ciudad acaparó durante días la atención mediática (mayoritariamente deportiva) y recibió el más cerrado de los aplausos. Despidió a la familia ecuestre a finales de septiembre de 2002 con la promesa de convertirse en la cita anual del caballo, de integrarse de manera definitiva en el circuito internacional del deporte ecuestre. Pero hoy, diez años después de aquella proeza, Jerez no solo no ha sido capaz de organizar con éxito un concurso nacional sino que ha asistido al brillante auge de citas deportivas que nacieron tras su estela (Montenmedio, Coruña, Toledo…). Jerez pronto cayó en la cuenta de que en septiembre de 2002 no empezó nada, que se acabó todo. Y despertó de un sueño.

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