¿Qué fue de la prosperidad de Jerez?
El deterioro del mercado laboral y el empleo en Jerez en los últimos diez años es notable
Una década después de la crisis, la ciudad que pasó del empleo estable en bodegas a la precariedad de los bares va de mal en peor
De mal en peor. El pleno municipal –en verdad los plenos de todos los Ayuntamientos– debería abstenerse de tratar de arreglar el mundo en lugar de buscar soluciones para que la casa –léase Jerez– no se caiga por el tejado. Los debates estériles y la confrontación plana llenan soporíferas sesiones plenarias en las que brillan por su ausencia propuestas efectivas para sacar a Jerez de su decadencia.
Por ejemplo, se podría insistir hasta la saciedad en recordar al Gobierno central que al municipio le corresponde por derecho propio un plan de reindustrialización, el que se le debe desde la reconversión bodeguera de los años ochenta para compensar la copiosa contribución a las arcas estatales de una sociedad que antaño fue símbolo de prosperidad y riqueza, pero de la que no queda ni sombra.
Lejos de la abundancia de entonces, de la que apenas quedan vestigios, un simple repaso a la evolución de los principales índices oficiales de empleo de la última década basta para comprobar que Jerez sigue sin encontrar su rumbo más allá de la apuesta por el turismo, en una competencia encarnizada con otras localidades de su entorno igualmente lastradas por el paro.
Hace diez años, el estallido de la burbuja inmobiliaria arrastró a Jerez a una profunda depresión alimentada por la espiral del paro, que tocó su techo en 2013 al superar los 37.000 desempleados. Pese a la recuperación registrada desde entonces, hasta cerrar 2018 por debajo de los 28.000 parados, aún se está lejos de remontar a las cifras que regían antes de la crisis, en concreto los 19.000 parados que había en 2008.
Aquel año de ingrato recuerdo, el del inicio de la crisis, menos de la mitad de los demandantes de empleo estaban inscritos en el sector servicios, al que ahora se adscriben el 65% de los que buscan salida laboral, y el 72% en el caso de las mujeres, las grandes discriminadas por el mercado de trabajo, ahora más que antes, sobre todo según avanza su edad.
No en vano, las mujeres de más de 50 años representaban hace una década el 21% del paro total de Jerez (12,1% las comprendidas entre los 20 y 54 años y 9% las de 55 a 59 años), cifra que en la actualidad roza ya el 30% (15,8% en el primer tramo de edad y 13,2%, en el segundo).
La cada vez mayor dependencia del sector servicios y el deterioro de la situación de la mujer son las dos claves del ocaso jerezano en la deriva del empleo estable y bien remunerado hacia la contratación estacional, con sueldos limitados y ni siquiera a jornada completa.
Jerez sigue siendo, con diferencia, la localidad de la provincia con más contratos, pero los datos del paro y la afiliación a la Seguridad Social indican que la inmensa mayoría de las contrataciones tienen una alta rotación entre los mismos trabajadores, que alternan periodos de alta y baja sin demasiadas esperanzas de normalizar su situación.
A diferencia del paro, los datos de los contratos si se equiparan ya a los de hace una década, en el entorno de los 125.000, pero las altas temporales han crecido en este periodo por encima de un punto, para rozar ya el 97% del total, mientras que las contrataciones a tiempo parcial se han disparado del 32% al 50%.
Llama la atención que las mujeres dominen la escena de los contratos a tiempo parcial con cerca del 54% del total cuando únicamente se benefician de cuatro de cada seis de las altas laborales de la actualidad.
De la sumisión a los servicios, no exenta de reparos, también habla el incremento desde 2008 en un 10% de los contratos en este sector de actividad, que representa tres de cada cuatro nuevas altas en la ciudad (75%), mientras que la agricultura y la construcción ceden un 7% cada una, con una representación sobre el total del 20%. El 5% restante corresponde a la industria, con presencia cada vez más testimonial en la ciudad, en la que la hostelería y el comercio monopolizan el mercado laboral como principales motores de la economía.
Del trabajo de calidad de las bodegas antes de la reconversión se ha pasado a la precariedad de los bares y comercios, con una oferta de empleo altamente estacional. El empleo de camarero condensa en el caso de los hombres más del 21% de los contratos frente al simbólico 5,5% que encarnaba hace diez años. La hostelería también es es la salida principal para las mujeres en la actualidad, con cerca del 23% de la ocupación al cierre del año frente al 9% que suponía en 2008. En este mismo porcentaje (9%) se mueven las vendedoras en tiendas y almacenes, que una década atrás abarcaba más del 13% de la contratación femenina.
Los contratos de limpieza se mantienen como tercer enlace con el mundo laboral para las mujeres con un 7,5% pese a desinflarse a la mitad desde 2008. Y las labores de peones agrícolas, telefonistas y operarias de las industrias manufactureras concentran más del 10% de las altas laborales de las féminas, que hace una década tenían mayor salida como trabajadoras cualificadas por cuenta ajena en la actividad agraria (10%) y como auxiliares de enfermería hospitalaria (7%).
Una década después del estallido de la crisis, los principales indicadores de empleo pintan bastos para Jerez, a la que flaco favor hacen planes de empleo como el anunciado días atrás que no dejan de ser parches temporales para un problema de desempleo estructural que no consigue desempolvarse. Allá por el año 2008, el municipio jerezano pecaba de tener una tasa de paro de en torno al 23%. Diez años después, el índice de desempleo supera con creces el 30% en una ciudad en la que la recuperación del empleo empieza a dar claros síntomas de agotamiento.
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