José de Arte
Se cumplen 350 años de la muerte del escultor y retablista flamenco José de Arce, quien dejó numerosas obras destacadas en la ciudad como en la Cartuja, la Catedral, San Miguel...



Como Hamlet con los huesos de Yorick en la mano, San Bruno se plantea ser o no ser, en la Catedral. Sentado sobre una piedra, con los dedos tocando delicadamente su pecho, no sabe el santo que además de muy santo es toda una obra de arte, un innovador para su tiempo, fruto de la genialidad de su creador. Se cumplen 350 años desde que José de Arce falleciera en Sevilla en 1666. Nacido en Flandes, su nombre era Josephe Haerts, pero rápidamente se castellanizó a José de Arce, mucho más fácil de pronunciar por aquí. Llegó a Sevilla allá por 1633 y poco después a Jerez, donde no le faltó tampoco trabajo. Eran buenos tiempos. Dicen los expertos de él que era un trabajador callado, serio, cumplía los plazos a rajatabla, a diferencia de otros artistas informales de la época. Arce significó el paso del Barroco inicial al maduro en Andalucía, vamos, que era un protobarroco de lo que se hacía en Europa. Estaba muy cerca de la pintura de Rubens, que 'regaló' muchos modelos a sus paisanos escultores. Se puede decir que Arce introdujo la columna salomónica en España. Ahí es nada.
San Bruno es la última obra que realiza el autor para la Cartuja. Documentada en 1641, posa junto a San Juan Bautista en la misma sala del templo jerezano. "Ambas son obras espectaculares", cuenta la historiadora del arte y experta en Arce, Esperanza de los Ríos. Un tiempo en el que Arce ya estaba trabajando para el retablo de San Miguel, un encargo que Martínez Montañés le traspasó y que éste no concluyó por innumerables pleitos. San Bruno se encontraba en el altar mayor de la Cartuja y se restauró con motivo de la exposición Andalucía Barroca de 2007, ya que la policromía estaba prácticamente perdida. "Una imagen -añade la experta- muy innovadora en cuanto a iconografía porque nunca se le había representado con una calavera". San Bruno, fundador de la orden cartuja, siempre había tenido culto interno. En 1623 se le canoniza junto a Santa Teresa de Jesús y a San Ignacio de Loyola. "Éste último, y los que trabajan sobre sus ejercicios espirituales, van a tener una gran influencia en la iconografía de los santos de esa época. De hecho, la imagen de los personajes con una calavera en la mano se va a dar en toda Europa, incluso en la iconografía protestante de finales el siglo XVI, cuando los Países Bajos están en guerra con España", subraya De los Ríos.
Una meditación sobre la muerte y el yo profundo del ser humano y su espiritualidad. Un siglo, el XVII, muy gestual, con la mano señalando al pecho por ese sentimiento de culpa y de reflexión a la vez. Un homenaje a la melancolía también, "ya que en este mismo tiempo se utiliza en algunas esculturas la piedra cuadrada, un símbolo alquímico de la melancolía, así como las herramientas de carpintero y los rostros mirando hacía abajo que tanto utiliza Arce. Una melancolía asociada al intelecto, al pensamiento, a la tierra oscura que produce el trigo y el grano".
A San Bruno le acompaña un novedoso San Juan Bautista, que nunca se había representado en Andalucía como lo hace Arce, con una concha en la mano, el cordero de pie, y muy retozón, cuando lo normal era un San Juan más joven, con el libro abierto y arriba un corderito pequeñito.
De Arce, escultor y retablista, -oficios para los que tenía que estar examinado ya que cualquiera no podía policromar, tal como le pasó a Montañés, que se le ocurrió policromar una escultura y se le echaron encima todos los pintores de imaginería-, era muy versátil porque trabajaba con facilidad la madera y la piedra. Un autor un tanto desconocido que ya empieza a ser reconocido y al que no se le confunde ya con el mismo Pedro Roldán, que es un 'sucesor' de Arce que se inspiraba mucho en su estilo, tal como la Roldana o Felipe Martínez, hijo de Alonso Martínez, autor del Cristo de la Sietes Palabras de Sevilla. Ciudad en la que Arce hace en piedra el sagrario de la Catedral y el Cristo de las Penas de la Estrella. Esperanza de los Ríos le atribuye además la Oración en el Huerto de Montesión. Son destacados también los seguidores que Arce deja en Jerez, como Francisco de Gálvez, escultor que trabaja en la Cartuja y en la fachada de San Miguel y a quien De los Ríos le atribuye además las esculturas de la sacristía de Santo Domingo. De Arce dice que es también el antiguo Cristo de Las Angustias y otro más pequeño de tipo académico. Hay que destacar sus trabajos en San Miguel, el Santo Crucifijo de la Salud y los relieves y figuras de talla exenta.
Pero hoy subrayamos del legado de Arce los doce apóstoles que arropan la nave central de la Catedral, restaurados por última vez por Ressur hace cinco años, así como el Cristo del altar mayor. Todos estaban en la Cartuja y llegaron a la vez junto a San Bruno y San Juan Bautista hace una década. Hay que recordar que Arce será el encargado de realizar el conjunto escultórico para el retablo de la Cartuja de Jerez, que fue trazado por Alejandro de Saavedra en 1636-37 y dorado por Miguel Parrilla en 1639. Constaba de pinturas de Francisco de Zurbarán y las diferentes esculturas de los apóstoles, ángeles (desaparecidos), atlantes y el crucificado que lo coronaba, todo ello se encargó en 1637 al flamenco, quien trabajaría durante tres años en su taller que estableció en Jerez. Cobraría 200 ducados por cada uno de los apóstoles. Obras que sufrieron varios traslados y que se iniciaría en 1835 con la desamortización de Mendizábal, en ese momento salen de la Cartuja y llegarán por primera vez a la Catedral. Una vez allí se guardarán en diversas dependencias hasta 1882, fecha en que son 'restauradas' por Blas José Díaz Argaya, intervención que está documentada en el hombro izquierdo de la escultura de Santiago el menor. Tras la vuelta de los frailes cartujos a Jerez en 1948, estos reclaman sus bienes y las esculturas son trasladadas a la Cartuja, donde son colocadas en el refectorio sobre unos pedestales neobarrocos que imitan la piedra, que son los actuales que están en la Catedral. Ya en 1950, de nuevo, hay constancia documental de que son colocadas en las naves laterales de la Catedral sobre unos pedestales altos. Terminando sus peripecias en la actual ubicación sobre los pilares de la nave central. "Arce es importante porque revoluciona la escultura de la época en su zona como por ejemplo con la columna salomónica, y es que si no se formó muy cerca de Rubens, lo mismo hasta con el propio Rubens", dice De los Ríos.
Para el deán de la Catedral, Antonio López, tener obras de José de Arce en el monumento "es de una riqueza enorme. Joyas que se añaden a nuestra exposición permanente, que vamos ampliando por día", y que está abierta a la inquietud artística del visitante y, por qué no, a la reflexión de ser o no ser.
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