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Por la Laguna de las Quinientas (I)

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Historia de un antiguo humedal en vías de recuperación

Laguna de Las Quinientas (Foto de J. Trujillo)
José Y Agustín García Lázaro

04 de febrero 2018 - 02:08

Todos los años, el 2 de febrero, se celebra el Día Mundial de los Humedales, fecha en la que se conmemora la adopción de la Convención sobre los Humedales, que tuvo lugar en la ciudad iraní de Ramsar en 1971. Este tratado intergubernamental, al que se han adherido la inmensa mayoría de los estados miembros de Naciones Unidas, ofrece el marco para la conservación y el uso racional de los humedales y sus recursos. La edición de 2018 tiene como lema de "Humedales para un futuro urbano sostenible", y pretende llamar la atención acerca de los valores de estos espacios y de los múltiples beneficios que reportan para la vida de los habitantes de las ciudades.

Conviene recordar que las zonas húmedas son una parte importante de nuestro patrimonio natural y ecológico. En ellos encuentran refugio un gran número de especies animales y vegetales lo que los convierte en uno de los ecosistemas de mayor biodiversidad. Por esta razón, y al objeto de que este rico patrimonio no se deteriore y pueda mejorarse, tanto la Unión Europea como otros organismos internacionales han puesto en marcha distintas figuras de protección para tratar de preservar estos espacios naturales. En nuestro país, el Inventario Nacional de Zonas Húmedas incluye más de 2.500 humedales distribuidos por todo el territorio. A pesar de esta abultada cifra de espacios catalogados, organizaciones como SEO-BirdLife o Ecologistas en Acción vienen recordando cada año los principales riesgos que amenazan su conservación y nos alertan acerca de la pérdida y degradación de muchos de ellos. La SEO advierte que han llegado a desaparecer casi el 80% de las llanuras de inundación de los ríos (transformadas en cultivo y desecadas), el 68% de las lagunas interiores y el 59% de los humedales costeros (1).

Entre los humedales más sobresalientes que encontramos en el término municipal de Jerez destacan sin duda los declarados como Reservas Naturales, entre las que se incluyen la Laguna de Medina y las lagunas de Las Canteras y El Tejón. Desde 1989, forman parte del Inventario de Espacios Naturales Protegidos de Andalucía por sus valores ecológicos y por la importancia de la avifauna acuática que albergan, llegando a identificarse unas 120 especies, entre las que destacan las pertenecientes a las familias de las anátidas, limícolas y ardéidas (2). La importancia de estos espacios para la fauna posibilitó también su reconocimiento como Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) o su catalogación como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC).

Frente a estos humedales en buen estado de conservación, hay que lamentar la desaparición de no pocas lagunas de nuestro entorno que, hasta mediados del pasado siglo, se mantenían aún en distintos rincones de la campiña. Recordamos así las de Rajamancera, Torrox, La Isla, Bocanegra o los Fosos, por citar sólo algunas (2). Un caso aparte es el de las lagunas de Los Tollos, Mesas de Asta y Las Quinientas que en los últimos años se están recuperando de un abandono de décadas. Ello ha sido posible gracias a la presión de grupos ciudadanos y ecologistas y a las obras de restauración ambiental llevadas a cabo por las administraciones implicadas en colaboración con empresas privadas. Desde, para sumarnos a la celebración del Día Mundial de los Humedales, vamos hoy a ocuparnos de una de estas lagunas, la de Las Quinientas, tan cerca de la ciudad como desconocida para la mayoría de sus habitantes.

La laguna de Las Quinientas está enclavada en la antigua dehesa del mismo nombre, en una amplia zona llana que se extiende en la margen izquierda del Guadalete. Oculta a la vista del paseante por una pequeña loma, ocupa una cubeta natural que se encuentra a los pies de un cerro presidido por las edificaciones del cortijo de Las Quinientas, inconfundible construcción de comienzos del siglo XX con aspecto de "castillo". Se llega hasta ella a través de un camino que parte a la izquierda de la carretera que desde el Puente de Cartuja se dirige a Puerto Real (CA-9001), y que arranca frente a la finca de Los Potros.

Situada a una distancia aproximada de 3 km del puente, la laguna de las Quinientas es una de las pocas sobrevivientes del conjunto de pequeños humedales (Rajamancera, La Isla, Las Pachecas, Bocanegra…) que hasta mediados del siglo pasado existían en torno a la Laguna de Medina de la que la separan algo más de 3 km (ver mapas).

En los siglos medievales, este rincón de la campiña era conocido como Dehesa de las Quinientas Aranzadas, tierras entonces de propiedad municipal, situadas junto a la vereda de Martín Díaz, camino también conocido después como Cañada Real de la Isla o de Cádiz y Puerto Franco, nombre con el que se denominaba la vía que, desde el Puente de Cartuja se dirigía a Puerto Real bordeando la margen izquierda del estuario del Guadalete, y que era paso obligado de las comunicaciones por tierra con las poblaciones de la Bahía de Cádiz (4).

A comienzos del siglo XVI, cuando se realiza su amojonamiento de estas fincas por los jueces de términos, se la denomina también como dehesa de Los Potros, nombre que se ha mantenido hasta nuestros días en un sector de la finca. En la descripción de la misma se apunta que está situada "... junto al río de Guadalete, en la vereda e vadera de Martín Días, que es junto a las Quinientas Arançadas, que an por linderos tierras de los frailes de San Gerónimo de Bornos e de tierras de las que esta çibdad tómo de las monjas del Espíritu Santo para se las dar en otra cosa y en linde del dicho río" (5). Como su propio nombre indica, en su origen debió tener una gran extensión (quinientas aranzadas) que se fueron ampliando con sucesivas incorporaciones de terrenos colindantes y con permutas de tierras como sucedió con las que pertenecieron a las monjas del Espíritu Santo que daban, hasta comienzos del siglo XX nombre a un sector de la finca.

La Dehesa de Las Quinientas o de los Potros limitaba entonces con las posesiones del monasterio de San Jerónimo de Bornos que se correspondían con parte de las actuales dehesas de Roalabota y las de la Fuente del Suero y del Amarguillo. De la misma manera colindaba también con las tierras que pertenecieron, como se ha dicho, al convento del Espíritu Santo (al sur de la laguna) y con el río Guadalete (6). Este rincón de la campiña era cruzado por el pequeño arroyo de Las Quinientas y por el de Bocanegra, que desde las faldas del Cerro del Viento llegaba hasta la dehesa de las Quinientas desaguando en su laguna. El arroyo de Buitrago, que drena los Llanos de las Pachecas para unirse después al Guadalete, también atravesaba una parte de esta extensa dehesa.

Si el propio nombre de Dehesa de Las Quinientas Aranzadas o de los Potros nos ofrece referencias sobre su superficie, también nos pone en la pista sobre sus usos en el pasado, cuando estas tierras, lo fueron de uso comunal o concejil. Como otras repartidas por nuestro extenso alfoz, esta dehesa surgió por iniciativa del concejo jerezano, quien solicitó a la corona el permiso para acotar estos llanos y lomas a orillas del Guadalete al objeto de reservarlos como pastos para los animales de labor. En los siglos medievales, como sucedió también con la dehesa de Los Potros, sirvió de lugar de pastos para potros y yeguas, animales estos últimos imprescindibles para el mantenimiento de la afamada cabaña caballar jerezana y para determinadas faenas agrícolas como la trilla, en las que resultaban insustituibles.

Junto a los pastos de yeguas y potros, Las Quinientas fue destinada a partir de 1576 a dehesa boyal, por acuerdo del concejo confirmado también en 1609, como nos recuerda el profesor Pérez Cebada, "dado que la anterior ubicación de la dehesa boyal, en la Jarda, se hallaba a excesiva distancia, lo que dificultaba el tráfico de este ganado desde las tierras de labor. Así, por Real Provisión se dispone que se acoten anualmente desde el primero de octubre hasta fin de diciembre las dehesas de la Espadañuela y Quinientas de la Puente(7). El curioso nombre de "Quinientas de la Puente", servía para diferenciarla de otra dehesa con idéntica denominación situada en las cercanías del arroyo Salado, junto a la actual carretera que desde Estella del Marqués conduce al circuito de velocidad.

Las Quinientas contaba con amplios espacios abiertos donde no faltaban las arboledas, representadas aquí por bosquetes de encinas y acebuches, así como las especies de ribera en las orillas de los arroyos que cruzaban la dehesa, la laguna o el río Guadalete donde crecían álamos, olmos, fresnos, sauces o tarajes. La proximidad a importantes vías pecuarias como la Cañada de la Isla, la de Medina, el camino de Vejer o el Puente de Cartuja dotaban a esta dehesa de un emplazamiento óptimo para el fácil acceso de los animales desde distintos sectores de la campiña. A todas estas ventajas había que sumar la disponibilidad de agua durante todas las estaciones, bien en los arroyos o en la Laguna de Las Quinientas o bien en el propio río Guadalete, en cuyas orillas podía abrevar el ganado en la estación seca en caso de necesidad.

Junto a Las Quinientas se emplaza actualmente la finca Los Potros, situada en las proximidades del Puente de Cartuja, junto a la planta elevadora del canal del bajo Guadalete, conservando aún en su nombre el uso que como dehesa concejil tuvieron estos parajes hace siglos.

En la próxima entrega volveremos a Las Quinientas para dar cuenta de las curiosas referencias que esta laguna dejó en la cartografía y las fuentes documentales de los últimos siglos. De la misma manera nos ocuparemos también de las "décadas negras", en las que fue destinada a balsa de vertidos de la Azucarera del Guadalete, destruyéndose como espacio natural. Por último, nos referiremos a sus últimos años en los que se están escribiendo las esperanzadoras páginas de su restauración ambiental y de los inicios de su recuperación como espacio natural.

Continuará.

José y Agustín García Lázaro

Consultar mapas, referencias bibliográficas y reportaje fotográfico en http://www.entornoajerez.com/

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