Llegan los Reyes Católicos
Jerez en el recuerdo
Vinieron de los reinos de Castilla y Aragón, que como los que irán en sus carrozas acompañados de vistosos cortejos el próximo jueves por unas engalanadas calles de Jerez,y también lo hicieron entre vítores y aclamaciones
ESTAMOS en vísperas de esa otra gran festividad de las que celebramos estos días, tal es la fiesta de los Reyes Magos. Día de ilusión de regocijo para niños, jóvenes y mayores, de regalos, de fantasía y algarabía infantil con el que se pone fin estas entrañables celebraciones navideñas. Pero en esta ocasión no nos vamos a referir a esos reyes llegados de Oriente, sino a otros que vinieron de los reinos de Castilla y Aragón, que como los que irán en sus carrozas acompañados de vistosos cortejos el próximo jueves por unas engalanadas calles de Jerez, éstos, hace más de cinco siglos, también lo hicieron entre músicas vítores y aclamaciones de la gente. Unos monarcas bajo cuyo reinado se inició la más importante etapa de nuestra historia, en la que se consolidó como unidad un gran país, el nuestro, este que llamamos España, cuyos dominios se extendieron allende de los mares hacia un nuevo mundo hasta entonces desconocido y al que llevamos lengua, cultura, tradiciones y fe. Aquellos reyes se llamaron Isabel y Fernando, más conocidos por la historia como los Reyes Católicos.
Difieren los historiadores sobre el año exacto en el que tuvo lugar la visita de los Reyes Católicos a Jerez de la Frontera, según las fuentes estas la sitúan en los años 1477, 1478 y 1483. Aquí la fijaremos en la fecha que cita el P. Rayón en su Historia de Jerez, la del 7 de octubre de 1478 como la que estimamos más probable.
La historia cuenta esta regia visita a nuestra ciudad diciendo que tras la estancia de Isabel y Fernando en Sevilla y, a bordo de varias embarcaciones, bajaron por el Guadalquivir arribando a Sanlúcar de Barrameda. En dicha ciudad y desde la torre del homenaje del Castillo de Santiago que una década antes había construido el II Duque de Medina Sidonia, Enrique Pérez de Guzmán, para defender la entrada al río Guadalquivir, los monarcas pudieron contemplar por primera vez en su vida la inmensidad del mar. Desde allí el día 6 de octubre partieron a bordo de unas galeras hasta la fortaleza que los Ponce de León poseían en el lugar donde más tarde se levantaría el monasterio agustino de Regla. Cuentan las crónicas que los monarcas fueron acogidos con gran magnificencia, como queriendo superar a toda costa la acogida del duque Medina Sidonia en Sanlúcar. En Chipiona descansaron y comieron para continuar la navegación hasta la villa de Rota. Al día siguiente la comitiva embarcó de nuevo y, entrando por la desembocadura del Guadalete, navegaron por éste hasta el embarcadero de El Portal, llegando a Jerez a última hora de la tarde.
Toda la ciudad a pie o a caballo, así como la milicia de gala con sus pendones, habían salido a recibir a los monarcas en el trayecto que va desde la Merced a Santiago. Al llegar a la puerta de Santiago o del Olivillo, cerrada como era preceptivo, llamaron a ella, siendo abierta por el marqués de Cádiz acompañado de sus Caballeros Veinticuatro. Tras besar las manos de los soberanos, el caballero García Dávila, a quien la ciudad dispuso para ello, les dio la bienvenida suplicándoles a continuación jurasen y confirmasen los privilegios, franquezas y mercedes que poseía Jerez, ganados por los muchos servicios hechos a sus altezas y a sus antecesores. Los reyes respondieron que así les placía. A continuación, ante el libro de los Evangelios portado por el canónigo de la Colegial Fernando de Truxillo, fueron jurando cada uno de los privilegios y franquezas de los que gozaba Jerez, tras lo cual recibieron las llaves de las puertas de la ciudad las cuales serían guardadas bajo control de la Corona en la persona de un Corregidor que en adelante ostentaría el cargo de alcaide del Alcázar. Cumplido este protocolo los monarcas entraron en la ciudad.
Isabel y Fernando lo hicieron bajo palio y, seguidos de toda su comitiva, emprendieron el camino hacia la Colegial, suponemos que por la calle de los Francos, en aquel tiempo calle principal de Jerez. Cuenta la historia que todo el recorrido había sido engalanado con numerosos adornos y luces entre la gente que interpretaba músicas y bailes al paso de los soberanos. Llegados al primer templo fueron recibidos en la puerta principal por el Cabildo Colegial al que acompañaban representantes de todas las comunidades religiosas establecidas en la ciudad. Ya en el interior del templo se entonó un Tedeum de acción de gracias. Al finalizar el mismo los Reyes Católicos fueron conducidos al Alcázar donde les habían sido preparados sus aposentos. El lugar que fue acondicionado para ello fue una de sus torres, al parecer la que actualmente muy transformada forma parte del palacio de Villavicencio en la que se encuentra la cámara oscura y el museo de farmacia.
Numerosos fueron los festejos preparados con motivo de tan histórica visita. No faltaron los juegos de "toros y cañas" y los lances a la jineta, los cuales se celebraron en la plaza del Mercado, aunque si bien el historiador Bartolomé Gutiérrez los sitúa en el llano de la Torrecilla, hoy plaza del Arenal. En cualquier caso, tras un colorista espectáculo de toros se enfrentaron en el juego ecuestre de cañas dos enemigos irreconciliables: los caballeros Sancho Zurita y Martín Dávila, los cuales en el transcurso del torneo llegaron a cambiar las cañas por espadas, entrando en un combate a muerte Esta circunstancia disgustó a los monarcas, obligándoles a intervenir y ordenando se les pusieran presos a los dos, si bien al día siguiente les perdonó a instancias de los demás caballeros tras ordenar su reconciliación. Por la tarde los soberanos giraron una visita al convento de San Francisco. Allí, ante la tumba de doña Blanca de Castilla, esposa que fuera de Pedro I el Cruel, asesinada en el Alcázar por orden de éste, pidieron trasladar su tumba al pié del altar mayor en el lado de la Epístola ordenando que en adelante se le rindiesen a doña Blanca los honores de reina.
El tercer día la reina Isabel pidió ver de nuevo el mar, por lo que marcharon al lugar donde hoy se encuentra la población de Puerto Real, playa y puerto de la Armada de Jerez y perteneciente a su término. Sus Altezas expresaron su deseo que se fundara allí una población, para ello otorgaron la carta puebla fundacional y las franquicias correspondientes, siendo éste el origen de dicha ciudad. Aunque la villa permanecería bajo la jurisdicción de Jerez, y así sería hasta 1543 cuando bajo el reinado de Carlos I obtuvo su independencia y por ende ayuntamiento propio.
El día 10 de octubre la comitiva real abandonaría Jerez en dirección a Utrera, no sin antes haber destituido al marqués de Cádiz como corregidor y alcaide de los Reales Alcázares, al considerarle responsable de las banderías y enfrentamientos que ensombrecían las relaciones y convivencia entre la nobleza local. Dichos cargos fueron otorgados a Juan Robles, valido de la reina Isabel.
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