"Muchas noches sueño con el teatro, es como si mi subconsciente lo añorara"

gómez de jerez. cantaor

Después de 30 años recorriendo el mundo con Antonio Gades, el cantaor disfruta ahora de su tierra aleiado de los escenarios pero con la ilusión de transmitir sus conocimientos a los jóvenes

"Muchas noches sueño con el teatro, es como si mi subconsciente lo añorara"
Fran Pereira

09 de febrero 2014 - 01:00

En su barrio de Icovesa, Antonio Rodríguez Gómez 'El Gomez de Jerez' repasa las mil andanzas de una vida artística intensa. De abuelo guitarrista (El Macareno), madre bailaora y tíos cantaores, este jerezano de 62 años lleva el cante en la sangre. Con una privilegiada memoria, "descansa", como él mismo reconoce, de años y años de actuaciones y viajes por todo el mundo, y lo hace con cierta nostalgia.

-Mucha gente dice que está apartado del mundo artístico...

-No, yo no estoy apartado, estoy jubilado y entonces si me voy ahora mismo a trabajar en otra cosa, que para mí ahora mismo es el teatro, tendría que arreglar papeles en la Seguridad Social. De todas formas, para yo hacer teatro, que realmente ha sido lo mío a pesar de que durante mi carrera he cantado en festivales, en peñas y en muchos sitios, tendría que gustarme mucho la proposición. Ahora mismo, cuando canto lo hago únicamente para mis amigos o el día que estamos a gusto con la familia. Con decirte que en mi casa no canto ni en la ducha (risas). Hace dos o tres días vinieron unos pocos de amigos míos gitanos y empezaron a cantar por bulería. 'Gómez, Gómez, canta un poquito'. Me hicieron cantar y la verdad es que lo pasé divinamente porque a mí lo que me gusta es el flamenco y cantar.

-Se refiere usted al teatro como un lugar respetable...

-Claro, mucho más que los festivales y las peñas, por poner un ejemplo. El teatro no es sentarse en una silla a cantar, no, el teatro es vivirlo desde que te acuestas hasta que te levantas y desde que te levantas hasta que te acuestas. Es otro mundo, porque es mirar la luz, ponerte en un sitio u otro, cantar aquí y pasear allí, es otro mundo. Por eso digo que lo mío es hacer cosas en el teatro, y además que tengan un guión o un argumento, no te digo que sea Ana Karenina, pero que tengan un argumento. Porque yo he cantado todo lo que ha habido y por haber, pero lo que me gusta es el teatro, y hacer obras como Bodas de Sangre, Carmen, Amor Brujo, Fuenteovejuna... Esos son los temas que a mí me gustan, porque yo no sólo canto sino que hago plástica en el escenario.

-Y cuando uno lleva toda una vida dedicándose al cante, ¿no lo echa de menos?

-Mira, personalmente no lo echo de menos, pero mi subconsciente anterior sí porque te voy a contar una cosa, yo sueño todas las noches con el teatro. En el mes sueño 20 veces con Gades y siempre me veo en el camerino, hablando de lo que salió mal en la última función....Durante el día no le tengo mucha atención, pero de noche es cuando más nostalgia tengo.

-Ya que habla de Antonio Gades, ¿qué ha sido para usted?

-Para mí Antonio ha sido mucho. Me he llevado con él treinta años y he participado en casi todo lo que él ha hecho. Para mí ha sido como mi padre, como mi hermano mayor, y me ha enseñado a muchísimas cosas en la vida, el ser educado, el tratar bien a las personas... Tampoco he sido un tontito ni ningún majareta de esos que meten la pata, pero para mí ha sido un reflejo.

-¿Cómo era Antonio?

-Distinto a todos y lo llevaba tan bien a la escena....Para mí ha sido el mejor de todos, otra cosa es que te haya gustado más bailando, pero mejor que en escena y como coreógrafo no lo ha habido.

-¿De haber estado vivo Antonio no se hubiese retirado tan pronto o llega un momento en el que el artista necesita dejarlo todo?

-Si Antonio no hubiese muerto yo hubiese estado con él, aunque no pudiese trabajar. Yo he estado con él hasta su muerte porque ha sido la única persona que me ha llenado a mí en todos los sentidos. Además, su muerte fue muy dura porque yo lo sabía. Él antes de morir hizo Fuenteovejuna con el Ballet Nacional de España en Brasil y dijo que tenía que haber un artista invitado, que era yo, para dirigir a todos los que estaban dentro del escenario. Todo lo que había que hacer ahí encima me lo dejó encargado a mí y se fue al hospital. (Se detiene, y respira hondo). Es que es muy fuerte. Eso demuestra lo mucho que confiaba en mí.

-¿Y dejó algo por hacer?

-Sí, dejó por hacer 'Don Quijote de la Mancha', una idea a la que llevaba dándole vueltas años. Siempre me decía que él sería Don Quijote, yo Sancho Panza y Rocinante era el guitarrista. Yo creo que la tenía en la mente desde hacía al menos diez años, porque él, cuando pensaba algo, no lo hacía al mes siguiente, sino le duraban años. Cuando me enteré de Fuenteovejuna pensaba que iba a hacer 'Don Quijote'. A nosotros nos daban las cuatro de la mañana charlando y siempre me decía lo mismo, lo de Don Quijote. De haber vivido habría hecho muchísimas cosas más. Además, te voy a decir una cosa, Antonio ha sido bailaor-coreógrafo, bailarín-coreógrafo y cada obra que ha hecho no ha durado seis meses, ni un mes, ni debut y despedida, como se suele decir, sino que ahí sigue todavía Carmen, Fuenteovejuna, Amor Brujo en la Fundación Antonio Gades, que ahí fue donde lo dejé. Sencillamente porque no estaba él, y eso es como un equipo de fútbol sin entrenador, cada uno juego a su manera.

-Veo que añora toda esa forma de vida, porque a la postre era una forma de vida....

-Puede ser, pero al que más echo de menos es a Antonio. Recuerdo que me conoció estando yo con Mario Maya, que ha sido uno de los bailaores que más me han gustado bailando, y me llevó con él cuando lo nombraron director del Ballet Nacional de España. Fuimos José Mercé y yo como cantaores. A raíz de ahí empiezo a ver cómo funcionaba. Veo que sabe hablar con todos, le da el sitio a todos y busca. Es como un gran entrenador, busca dónde tiene que llegar el dedito a cada uno. Al final nos sacaba todo el partido. Por ejemplo, él ha hecho que El Turronero, Lebrijano y Orillo del Puerto se vistiesen de época, con lo difícil que era eso, porque los cantaores de antes sólo querían vestir con su pantalón negro, su camisa blanca y su traje. Eso no lo hacía nadie, y él lo logró. Nosotros antes éramos de sentarnos aquí (señala la silla), tirititrán y punto. Con él no, hacíamos lo que he dicho antes de la plástica, porque yo me he revolcado por el suelo, he hecho de sargento, de toro, de torero... Antonio tenía conmigo una confianza tal que cuando le faltaba alguien me decía, 'compadre, te toca hacer esto'. Me he aprendido hasta pasos de bailaor (risas).

-Usted salió muy pronto de Jerez...

-Sí, terminé la mili con 20 años y me fui a Sevilla, donde me buscaba la vida. Allí me decían 'El niño de Jerez'. Fíjate, en aquella época estaba Paco Gandía, El Pali, El Maera, que era mozo de espadas de Dominguín, Diego Camacho 'El Boquerón' que le decíamos nosotros el 'Caramosca', total, había una serie de personajes. Hacíamos las fiestas y al otro día, ya con mis mil pesetillas en el bolsillo, cogía mi autobús y pa Jerez. Al tiempo me llamó mi primo Juan Parrilla y me ofreció trabajar en un tablao que él regentaba. A los dos días me puso de jefe de cuadro, y ahí me lo pasé bastante bien. Con decirte que me casé con mi mujer Juana, que la adoro, y nos fuimos a Marbella. Después de Marbella me metí en otro tablao y una noche, cuando estaba cantando llegó Mario Maya, que me ofreció irme con él a su compañía. Yo ni le conocía, pero acepté y nos marchamos a Torremolinos, después a Graná y luego al Café de Chinitas. Luego ya me contrató Antonio.

-¿Siempre ha llevado el nombre de Jerez por bandera?

-Sí, siempre lo he llevado encima. Yo nací en Granada, en un pueblo que se llama Íllora. Nací allí por circunstancias porque mi madre, que era bailaora, iba actuando por los pueblos. Íllora quiere decir, 'Y lloraba la reina', los rollos de los reyes de aquella época, vamos tú no puedes llorar en tu casa tienes que ir a ese pueblo.... (risas). A los pocos meses ya estaba en Jerez por eso reconozco que soy de Jerez puro y defiendo y quiero a Jerez más que a nadie. Igual que cualquiera.

-¿Y Jerez le ha querido igual?

-Yo pienso que sí porque donde vaya, todo el mundo me trata bien. Ahora me dicen Tato Gómez, que no sabe cómo lo agradezco. Para mí, que en mi tierra los artistas y la juventud me digan 'Tato Gómez' es un orgullo, a mí me encanta porque yo también les he dicho lo mismo a los más mayores 'Tato' y 'Tito'.

-Después de recorrer el mundo entero y actuar en los mejores teatros, ¿se ve el flamenco desde otra perspectiva?

-Claro, salir de Jerez y vivir tanto tiempo fuera te cambia. Mira, el artista local ve siempre lo local, y si vas fuera ves otra serie de cosas, desde la cultura a la forma de vivir. Al salir la experiencia te la llevas tú, el que sigue aquí sigue viviendo aquí y lo que va a ver es que tus tres amigos te digan 'qué bueno eres', pero eso no tiene nada que ver con la realidad.

-¿Existe hoy día un retroceso en el caché de los artistas?

-Por supuesto. Los cachés están bajando, pero la crisis es nacional. Yo digo una cosa, el que no tiene un duro, ¿cómo va a ir a un sitio a escuchar flamenco si no tiene pa comprarle a su mujer media botellita y un plato de pescado? Entonces el artista tiene que bajarse. Se están bajando los artistas, los toreros, en fin, todo, y el flamenco, se quiera o no es minoría. El flamenco no está valorado ahora mismo, y hasta los cantaores pudientes se han tenido que bajar el caché porque nadie va a escuchar. Ahora lo mejor es que te contrate el marido de Cospedal y que te pague 7.000 euros mensuales. Uff, bueno no quiero hablar de política que me enveneno.

-¿La política ha hecho mucho daño al flamenco?

-Al flamenco no, a España entera y más a la minoría. ¿Por qué no hay tantas obras de flamenco? ¿Por qué no hay galas en teatros? ¿Por qué ha perdido el pueblo su alegría? Porque se lo han llevado to. Ojú, mejor no sigo.

-Volviendo al cache. Menos mal que sigue estando Japón, ¿no?

-Japón es lo mejor que ha conocido el flamenco en todos los niveles. El flamenco es conocido en Japón más que aquí. Aquí lo que tratamos es de, no de humillar, sino echar de menos al de al lado. En Japón no, allí se admite todo lo que sea flamenco. Lo contrario ocurre cuando el japonés viene aquí, que ya ellos son poderosos. Conozco perfectamente a los japoneses porque he estado allí mil veces, con Antonio, con el Ballet Nacional y he ido solo. Cuando los conoces allí todo es 'Gómez san', el san quiere decir señor. Cuando llegan aquí ya no es tan Gómez san. Son los más embusteros del mundo, han aprendido más que nosotros. Si te contratan por una cifra, por ejemplo, 6.000 euros, como se enteren de la crisis de aquí te contratan por 2.000 y si quieres juégatela allí, porque te tienen 16 horas trabajando, y no digo todos, pero casi todos. Es que no puedo, me entra veneno. Allí te tienen ensayando desde las nueve de la mañana hasta las dos de la tarde, y luego desde las tres y media hasta las once de la noche. Yo ya ha llegado un momento en el que he dicho 'Gómez san a las dos de la tarde siesta', 'Gómez san' vendrá después. No es normal cómo abusan de los criaturas. Es que abusan del flamenco porque está todo el mundo moniato.

-Cambiando de tema, ¿cómo es el cante de hoy?

-Ahora hay otra forma de cantar, la gente tira poco por el cante ortodoxo. A mí me parece muy bien, pero no estamos hablando de cantar por fandangos, por tarantos, por cartageneras, por seguiriyas...Es otra forma la que existe.

-¿Y eso es bueno o malo?

-No lo sé, eso es como si te dicen que elijas entre un cuadro de Goya y otro de Miró. ¿Es bueno o es malo? Porque yo en un cuadro de Goya veo una imagen, veo cómo está pintado, pero en el de Miró veo dos rayas rojas y una amarilla y eso a mí no me dice nada.

-A pesar de estar algo retirado de los escenarios, ¿está al día de todo lo que se cuece hoy en el flamenco?

-(Risas) Sí, estoy en el candelero de todo lo que ocurre, dónde hay, dónde no hay, quién es Fulano, quién es Mengano...Últimamente, aquí en Jerez por ejemplo, hay muchos chavales y chavalas nuevas que van saliendo y me tengo que preocupar por escucharlos, ya sea en Onda Jerez o leyendo cosas en el Diario. Cuando no sé quién les le pregunto, '¿y tu padre quién es? Ah, ya caigo'. Sigo empollado en el flamenco porque ha sido mi vida (risas).

-Puede presumir de su jubilación porque ha cotizado durante años ¿A qué se dedica ahora?

-Ahora mismo vivo muy bien. He trabajado mucho y he viajado mucho, porque yo me he llevado días y años en un avión. Con decirte que mi cuñao quiere que vaya a Canarias y le digo que no voy. Me he llevado trabajando desde los 14 años y hasta los 62 que tengo son muchos años trabajando y viajando. Eso es duro, porque a veces haces siempre lo mismo. Mira, te voy a contar una anécdota. Estando en un teatro de Japón, en los laterales del escenario había dos relojes. Pues mira, yo tenía que cantar una letra justo enfrente del reloj durante dos meses. Imagínate que cada vez que decía la letra eran las ocho y veintidós minutos, así dos meses. Eso para un cantaor es muy monótono y te ronca. No tiene nada que ver que ir a una peña y decirle al guitarrista, pónmela por alegrías o por soleá que hoy me apetece.

-Hay una gente de una determinada edad que le conoce muy bien, pero hay otra, sobre todo los más jóvenes, que nunca le ha escuchado cantar, ¿no le apetecería dar un recital en una peña, por ejemplo?

-No, si voy un día a una peña y canto es porque estoy a gusto y he cantado. Ahora, yo sentarme, no. Lo único que me gustaría es explicar a los jóvenes mi experiencia con Antonio, aunque eso es difícil porque era como un libro que había que leerlo todos los días. Además, era una persona con mucha vitalidad, capaz de acostarse a las cuatro de la mañana después de haber estado de juerga y llamarme a las nueve. Dormía poquísimo. Recuerdo una frase muy suya cuando se iba a dormir: 'Compadre, yo no duermo, yo muero. Me acuesto y he muerto y a la hora me despierto y estoy preparado para todo'. Eso era verdad.

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