La Niña de Fuego
Recordé esta zambra de Quintero, León y Quiroga, cantada por Manolo Caracol, oyendo el relato sobre La Samaritana, el domingo en la iglesia de Cuartillo.
Comienza Lola Flores con voz lastimera, bien interpretada, recitando un poema muy lorquiano, porque ella era la Niña de Fuego: “Por donde quiera que llego, nadie me mira a la cara, yo soy La Niña de Fuego. Nadie quiere comprender, que me sobren los caudales y que me muera de sed”. La información me la ofreció Manuel Morao.
Los judíos no podían soportar a los samaritanos, porque, según ellos, eran idólatras, gente impía. No podían ni hablar con ellos. Jesús, judío, está sentado al lado de un pozo de agua fresca en la ciudad de Sicar en Samaria y llega una mujer a sacar agua. Había tenido cinco maridos y con el que estaba tampoco lo era y Jesús entabla una conversación con ella y le pide agua: ¿Cómo tú siendo judío me pides agua, si yo soy samaritana? Si no tienes cubo, ¿cómo vas a sacar agua? La mujer tenía ganas de charla, tenía sed de conversación. A Jesús no le importa que fuera samaritana.
“La Niña de Fuego te llaman las gentes y te están dejando que mueras de sed, Niña de Fuego, ay Niña de Fuego”. Este juego de llamarla Niña de Fuego es que se trata de una mujer ardiente, que tuvo más maridos que mi admirada Elizabet Taylor que en paz descanse.
Jesús le ofrece un agua de la que jamás tendrá sed, porque quien bebe de esa agua queda satisfecho para siempre. Pero la mujer no termina de entender lo que le dice Jesús. También en la zambra caracolera, se canta: “Dentro de mi alma yo tengo una fuente para que tu culpa se incline a beber”.
Los compañeros de Jesús se habían acercado al pueblo para comprar comida y cuando volvieron, vieron que Jesús estaba hablando con una mujer, ¡y además samaritana! En aquel tiempo, y más en el mundo rural, las mujeres eran nada y no se podía hablar con ellas a solas en medio de la calle. Como ocurre ahora con los integristas musulmanes: la mujer siempre acompañada de un familiar o del marido. Poco hemos adelantado desde la samaritana en la consideración sobre la mujer. Jesús rompe moldes. Los amigos, apóstoles, tampoco entendían nada por el momento.
Caracol canta: “Mujer que lloras y padeces, te ofrezco la salvación, te ofrezco la salvación. Y el cariño ciego, soy un hombre bueno que te compadece. Anda, vente conmigo Niña de Fuego.”
Lola recita desconsolada: “La luna en noche oscura, y un pozo junto al camino de fiebres y calentura. Déjame que beba en ti pozo de luna, qué importa, si ya me voy a morir”.
La samaritana dejó su cántaro, ya no tenía sed del agua del pozo, y le contó a las demás mujeres que había encontrado un hombre que le adivinó todo lo que había hecho, que era el Esperado. La zambra comenzaba así: “La luna te besa tus lágrimas puras, como una promesa de buena ventura”. Y digo yo: “¡Ay! Niña de Fuego”.
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