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Paisajes alfonsíes en torno a Jerez

En torno a Jerez

Un recorrido por viajes vinculados al rey Sabio.

Paisajes alfonsíes en torno a Jerez
José Y Agustín García Lázaro

09 de noviembre 2014 - 01:00

EN este año que termina en el que se ha conmemorado con un amplio programa de actividades el "750 aniversario de la incorporación de Jerez a la Corona de Castilla", queremos hacer una modesta contribución haciendo un recorrido por diferentes lugares y parajes de nuestro entorno rural que, de una u otra manera, se vinculan con Alfonso X y que aparecen mencionados en distintas fuentes documentales alfonsíes.

Para el conocimiento del medio natural y el entorno rural de nuestro territorio en el último tercio del siglo XIII, constituyen un referente de primer orden los denominados libros de repartimiento. En el caso de nuestra provincia se han conservado los correspondientes a Cádiz-El Puerto de Santa María, Vejer y Jerez. Pero si bien podemos conocer con bastante detalle todo lo referente al reparto urbano de las casas y solares de estas poblaciones, en lo relativo a la distribución de tierras y heredades existe lamentablemente una gran laguna, ya que a diferencia de lo que sucede en otras ciudades, en Jerez se perdió el libro del repartimiento rural a finales del siglo XVI. Por esta razón, la información que se tiene de la organización del amplio término municipal jerezano, de las tierras, parajes y aldeas que integraban su extenso alfoz es muy reducida.

El profesor Emilio Martín Gutiérrez localizó en las Actas Capitulares de 1505 la copia de un capítulo del libro del repartimiento rústico: el de la aldea de Grañina situada al pie de la Sierra de Gibalbín. El texto está fechado en 1269, y da cuenta del reparto de las tierras de este lugar entre diez pobladores. La pervivencia en el tiempo de este enclave rural debió de ser muy limitado ya que la lejanía de la ciudad dificultaba su protección. E. Martín apunta que "las indudables dificultades de toda índole que tuvieron que sufrir los pobladores de la aldea de Grañina durante las incursiones de los meriníes, que utilizaron la Sierra de Gibalbín como centro de operaciones para sus razias, provocaron presumiblemente la huida y el abandono de este lugar" (1). Aunque se desconoce el emplazamiento exacto de esta antigua aldea alfonsí, el topónimo de Gratina ha llegado hasta nosotros dando nombre a una de las hazas que integran el cortijo de Romanina, tal y como puede verse también en el Plano Parcelario del término de Jerez que en 1904 realizara Adolfo López Cepero. Sus tierras lindan con la actual cañada de Romanina que, arrancando desde las cercanías de Nueva Jarilla, llega hasta el Cortijo de La Sierra, a los pies de Gibalbín. (2)

En su estudio sobre el Libro del Repartimiento de Jerez, los profesores M. González y A. González aportan también interesantes referencias acerca de algunos enclaves rurales en los que se distribuyeron tierras a los primeros pobladores de la ciudad. Buena parte de los nombres de estos parajes o aldeas han pervivido hasta nuestros días, quedando así -de alguna manera- la huella alfonsí en muchos de nuestros topónimos.

En 1267 se concedieron a los franciscanos tierras y huertas junto a la Puerta Real y a los dominicos junto a los caminos de Sevilla y Sanlúcar. Estos últimos recibieron además 1.000 aranzadas en distintos lugares del término: "…ochocientas cabe é pasado Guadaxabaque en la media legua de carrera que va de Xerez a Solúcar,… é las doscientas á comprir, en un olivar, é mas tierra en el sitio de Tabayet por soma de un cerro antes del Arroyo" (3). En la actualidad Tabajete aún da nombre a un cortijo y aún extenso paraje ubicado al borde las marismas del mismo nombre, junto a Mesas de Asta. Peor suerte ha corrido el Arroyo de Guadajabaque, cuyo tramo final ha "desaparecido", literalmente, canalizado en parte a través de la laguna de Torrox y a través de los colectores que corren por el polígono industrial El Portal. Sin embargo, aún queda constancia en la actualidad de aquellos originarios repartos alfonsíes a la orden de predicadores, ya que las tierras que se extienden a ambos lados de la carretera de Sanlúcar, en sus primeros kilómetros, conservan aún el nombre de Santo Domingo, al igual que el cortijo que las preside, del que nos llama la atención su edificio principal que fuera en otro tiempo una renombrada casa de viña. No debe extrañarnos la pervivencia en el tiempo de este topónimo ya que, no en balde, pertenecieron a los dominicos casi seis siglos hasta la desamortización de 1835. El actual Arroyo de La Loba, que cruza también la "carrera de Solúcar" y que linda con las tierras de Santo Domingo, formó parte en su día de la cabecera de aquel río Guadajabaque mencionado en los documentos alfonsíes.

En las donaciones realizadas por el Rey Sabio a diferentes Órdenes Militares aparecen también, desde los primeros días de la ocupación cristiana del territorio jerezano, otros nombres de distintos rincones de nuestro término que aún hoy nos resultan familiares. Como los que figuran, por ejemplo, en el documento de la donación a la Orden de Calatrava en 1269 de "…3 aranzadas de huerta, cerca de la muralla, 8 aranzadas de viña en Barbaina, 30 aranzadas de olivar y 12 yugadas de tierra de labor en Crespellina". Según el mismo privilegio, la Orden de Alcántara, recibió también huertas junto a la muralla y a la Orden de Santiago se le asignaron tierras de viña y olivar en Casarejos, Vicos y Barbayna, parajes todos ellos que aún dan nombre a otros tantos pagos del alfoz jerezano. Las Mesas de Santiago o "de Santiago de Fe" figuran, así mismo, entre los lugares que en 1270 Alfonso X concedió a Fernando Alfonso de Mendoza, a quien quiso premiar entregándole "la aldea de Fe con su torre" (4).

Junto a los ya citados, existen en los documentos alfonsíes otras referencias a distintos topónimos de nuestro entorno. Tal es el caso de las menciones a la aldea de El Portal y al río Guadalete.

La historiografía tradicional jerezana atribuye la fundación de la aldea de El Portal al rey Sabio. Así lo apunta por ejemplo, entre otros autores, Parada y Barreto, quien sostiene que tras la sublevación mudéjar, que acabo con la guarnición cristiana del alcázar de la ciudad, "…volvió D. Alonso el Sabio a aparecer por segunda vez en los campos de Jerez y con ánimo entonces decidido de asegurar para siempre la población […] sentó sus reales a alguna distancia de la ciudad […] Dícese que D. Alonso puso su campamento hacia el sitio que llaman del Portal y que dejó allí fundada una villa que ha desaparecido con el tiempo. En dicho sitio que sirve de puerto a Jerez para el comercio de transporte por el Guadalete, existía una ermita de Nuestra Señora del Portal, cuya imagen, que había sido encontrada allí en un pozo en 1709, gozaba de gran devoción y se le atribuían multitud de prodigios. Dicha imagen fue trasladada en 1752 a la iglesia de San Miguel…" (5).

Sea como fuere, el nombre de este antiguo enclave es mencionado ya en las fuentes alfonsíes y así aparece en un documento de deslinde (27/06/1269) de los términos de La Puente de Cádiz, donde se señala que en las salinas del Zurraque se encuentra el mojón que divide los términos de La Puente, Medina y El Portal (6). Es muy probable que el origen de esta población pudiera estar en la reutilización o ampliación de un antiguo embarcadero árabe que se ubicase en la zona y que recobraría una mayor importancia estratégica como puerto fluvial del Guadalete, una vez que la alquería musulmana de Alcanate situada aguas abajo, pasara a manos cristianas con el nombre de Santa María del Puerto controlándose definitivamente la desembocadura del río.

De lo que no cabe duda es que tanto El Portal como el Guadalete aparecen también citados en las Cantigas de Santa María. En una de ellas, la nº 356, se glosa "como Santa María do Porto fez viir hua ponte de madeira pelo rio de Guadalete pera a obra de sa igreja que fazian, ca non avian y madeira con que lavrassen". El supuesto milagro de la Virgen narrado en esta cantiga hace referencia a la curiosa forma en la que pudo obtener la madera necesaria para construir la iglesia-fortaleza (actual Castillo de san Marcos) que Alfonso X mandó construir en Santa María del Puerto y de la que se carecía (7). Así, las vigas que se precisaban para los andamiajes de los muros y las cimbras de las bóvedas pudieron levantarse gracias a que una providencial riada del Guadalete arrastró milagrosamente un puente de madera existente en El Portal que llegó flotando por el río hasta los pies del castillo. La versión en castellano actual del "milagro" narrado en la citada cantiga es la siguiente: "Hizo venir una riada de agua, que pasó por el Portal / y arrastró un puente de madera, tan íntegra / como en él estuviera; nunca se vio mejor. / Y por el río Guadalete la hizo llegar, / tal como estaba, allí donde / construían la iglesia, / para que no fallasen en terminar / a tiempo la obra" (8).

Este delicioso relato esconde algunos datos de gran interés que, como sucede en muchas otras cantigas, pudieran tener alguna base cierta. El río Guadalete se presenta aquí como un curso caudaloso y de grandes crecidas, característica a la que ya se aludía también en la Cantiga 328. El profesor Martín Gutiérrez nos recuerda como en esta cantiga, al enumerarse las bondades de la alquería de Alcanate (el actual Puerto de Santa María), se señala que está situada entre el Guadalquivir -"que es muy noble río en el que entran muchas aguas y por el que pasan grandes navíos"- y el Guadalete, "que corre con mucho brío" (9).

El texto de la Cantiga 356 confirma también la existencia del enclave de El Portal y de su relativa importancia, que deducimos por la posible ubicación en este lugar de un puente de madera (o de barcas), en las proximidades del embarcadero. De ser cierto, nos encontraríamos con uno de los primeros puentes documentados en la cuenca del Guadalete, levantado tres siglos antes del puente de cantería que en el s. XVI se construiría en el vado de Medina. Dado que en los siglos medievales no se tiene noticia de otros puentes en este sector del río -que se cruzaba por vados, pasadas y barcas- cabe pensar que en la elección de este lugar para su construcción pudo pesar el hecho de que por El Portal se accedía más directamente que por otros vados a la calzada que conducía hacia La Puente de Cádiz. Esta vía pasaba por las tierras del Tesorillo, Frías y Bolaños y circundaba las marismas situadas en la margen izquierda del Guadalete, un camino que aún hoy discurre por la antigua Cañada Real de la Isla y Cádiz.

Habría que esperar hasta el siglo XX para que, el viejo puente de madera de El Portal que por la intervención milagrosa de la Virgen fue arrastrado por una riada del Guadalete hasta Alcanate, fuese sustituido por uno de hierro, el conocido como "Puente de la Azucarera". Hoy, el "Puente de la Herradura" ocupa el lugar de aquellos para seguir comunicando Jerez con los caminos que conducen a las tierras de Medina y Vejer y, especialmente, con esos otros que, bordeando la marisma, se dirigen a Puerto Real, San Fernando y Cádiz. Como hace 750 años cuando Alfonso X, el rey Sabio batallaba por estas tierras.

Consultar referencias bibliográficas y reportaje fotográfico en ww.entornoajerez.com

José y Agustín García Lázaro

http://www.entornoajerez.com

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