Paisajes de bodegas y viñas
El Rebusco
Bodegas como catedrales y haciendas como palacetes
El apogeo de los siglos XIX y XX
Jerez/‘Let me live so long as to drink all this wine and be always so merry as it can make me’. (Dios quiera que pueda vivir todo el tiempo para beber todo este vino y estar siempre tan feliz como él pueda ponerme). Washington Irving. Anotación en su Diario después de visitar las bodegas Domecq, 1828.
A finales de 2021 se oyeron las primeras voces contrarias al Parque Eólico del Barroso, entre ellas la de Agustín García Lázaro en su blog En torno a Jerez: “Hace ya más de una década, la instalación del Parque Eólico La Rabia supuso el principio del fin para el pago de Balbaina, uno de los más renombrados pagos de viñas de Jerez, arruinando su paisaje ya para siempre… y todo para beneficio de unos pocos. Ahora, la instalación del Parque Eólico de El Barroso amenaza de ‘muerte paisajística’ y de los históricos pagos de Macharnudo Bajo, Tizón, Cerro Pelado, Orbaneja, Añina, Las Tablas”.
En fecha reciente, el propio Consejo Regulador le ha plantado cara a Capital Energy, denunciándola ante la Fiscalía. El Consejo aprecia “claros indicios de delito’ en el proyecto, además de considerarlo una ‘monstruosidad que supone una agresión salvaje” al viñedo del Marco.
Su presidente, César Saldaña, explicaba a los medios que “nos hemos visto obligados a acudir a la Fiscalía ante la inacción de las Administraciones y el absoluto ninguneo del Ayuntamiento de Jerez”.
Una nueva agresión al paisaje de nuestro entorno vinculado a la actividad del cultivo de la vid. Un hecho que nos aleja de una posible candidatura como una región vitivinícola digna de ser considerada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
El 17 de julio de 2006 esbocé esa posibilidad en un artículo publicado en el diario La Voz de Jerez, lo titulaba ‘Paisaje de Jerez, patrimonio de la Humanidad’. Pero con las actuales circunstancias esas esperanzas parecen se alejan aún más.
En el mundo hay diez famosas zonas vitivinícolas que disfrutan de esta categoría: Champagne, Burdeos, Borgoña, Tokay, Lavaux, Piamonte, Alto Rin, Isla do Pico y el Alto Douro. En este último caso la ciudad de Oporto está incluida en dicha lista del organismo internacional.
Hace ya tiempo que descartamos incluir en esa opción al conjunto de los complejos bodegueros existentes en la comarca. No hemos sabido conservar, ni mantener -salvo excepciones- esta importante riqueza patrimonial que ha marcado la historia de la ciudad en los últimos tres siglos.
Una evolución que ha descrito el historiador jerezano Fernando Aroca Vicenti, en su libro ‘De la ciudad de Dios a la ciudad de Baco. La arquitectura y urbanismo del vino de Jerez (siglos XVIII-XX)’.Un trabajo pionero en esta temática que fue publicado en 2007.
Estudios
Otro nombre destaca en esta materia es el del arquitecto, también jerezano, José Manuel Aladro. Su participación en la obra colectiva ‘Cortijos, hacienda y lagares de la Provincia de Cádiz, editado por la Consejería de Obras Públicas y Transporte de la Junta de Andalucía en el 2002, permitió conocer un aspecto poco estudiado hasta esa fecha, creando un fichero exhaustivo de este tipo de construcciones, muchas de ellas casas de viñas.
Su investigación se ha ido completando con diferentes artículos y publicaciones, como ‘El viñedo de Jerez. Arquitectura y paisaje del vino’ (revista PH, nº 69, 2009). En este afirma que “Casas de viñas y bodegas son dos caras del Jerez, rural y urbana, que han evolucionado histórica y culturalmente de forma paralela”. Trabajo que ha culminado con su tesis ‘La construcción de la ciudad bodega. Arquitectura del vino y transformación urbana en Jerez de la Frontera en el siglo XIX’ (Universidad de Sevilla, 2012).
El pasado año, Aladro publicó en Peripecias Libros ‘La escala urbana del jerez. Los complejos bodegueros jerezanos en el siglo XIX, donde condensó parte de las ideas expuestas en su tesis de doctorado.
En este tiempo, tan solo quince años, han visto la luz aportaciones de otros especialistas, pero sin la envergadura de los mencionados anteriormente. Cabe mencionar los capítulos específicos en ‘La arquitectura del siglo XX en Jerez’ (2012), de Ricarda López y Rosa Toribio, ‘Apuntes para el urbanismo en Jerez durante el siglo XIX’ (2020), de Jesús Caballero Ragel, y ‘Paisajes con Historia, I y II’ (2020, 2021), de Agustín y José García Lázaro.
Del antes mencionado, Fernando Aroca es su ‘Vino, bodega y ciudad en el Jerez del siglo XVII’, aparecido en las Actas del congreso De las cepas a las copas (2020).
Un punto a considerar en el aspecto gráfico es la magnífica colección fotográfica de las bodegas Tradición, un archivo bien organizado y gestionado por Manuel Marín Gil y Álvaro López de Carrizosa; sobre todo hay que congratularse por la adquisición de los fondos de Eduardo Pereira.
Sin olvidar que, en el tomo II de ‘La Imagen publicitaria del Marco de Jerez’ (2019), de Ana Gómez, incluye un breve apartado dedicado a la ‘Los paisajes del vino’.
Las descripciones de los viajeros
Como ya hemos comentado en otros artículos de El rebusco, numerosos fueron los viajeros, y también atrevidas viajeras, que se desplazaron a Jerez para probar el vino en su origen, como así hizo el propio Lord Byron en 1809.
Después de su corta estancia, Byron escribirá a su madre una carta desde Gibraltar comentando su experiencia: “En Jerez, donde se hace el jerez que bebemos, conocí a un gran comerciante, un tal Mr. Gordon, familiar nuestro, que fue muy amable y me concedió el privilegio de visitar sus sótanos y bodegas. Así que pude beber el famoso vino en su misma fuente”.
La mayoría de ellos traían carta de presentación, bien dirigidas a los Gordon, lo que posteriormente vendría a ser González Byass, o bien a la familia Domecq. En menor medida a las bodegas del marqués de Misa.
Algunos, a su vez, eran expertos en la materia, y venían a documentarse sobre una agroindustria, y unos vinos, que tenían fama internacional.
El padre de la viticultura de Australia y Nueva Zelanda, James Busby, lo hizo a finales de septiembre de 1831, en plena vendimia. Su estancia en la zona, sobre todo en Jerez, se desarrolló entre el 28 de septiembre y el 6 de octubre.
Pudo entrevistarse con destacados bodegueros del Marco como Jacobo Gordon, y Pedro Domecq, siempre acompañado y asesorado por el Dr. Wilson, un inglés bien relacionado con estos empresarios.
El viaje de cuatro meses de duración, por Francia y España, para visitar los viñedos más importantes de estos países líderes en aquel tiempo de este cultivo fue recogido de forma detallada en su libro de viaje ‘Journal of a Tour Trough Some of the Vineyards of Spain and France’, publicado en Sídney en 1833. Otras ediciones se hicieron en Londres,1834, y Boston, 1835.
Años más tarde, y casi a la misma vez, lo harían los también británicos Charles Tovey y Henry Vizetelly.
El primero, Charles Tovey, nacido en Bristol, fue un destacado comerciante además de un gran conocedor de los vinos de moda en la segunda mitad del siglo XIX. Viajó por Europa para conocer in situ los países productores de vino más importante: Portugal. España, Francia, Alemania, Hungria, Italia, Grecia. Alcanzó prestigio al publicar su obra ‘Wine and Wine Countries’ (1877). El capítulo IV se lo dedica a los vinos de Jerez, incluyendo información de gran interés.
De Henry Vizetelly, del que por fin podemos disfrutar de la traducción al español de su importante obra, ‘Facts about sherry’ (1876), nos quedamos con la descripción de Macharnudo, de Domecq; y de este párrafo sobre los jardines de sus bodegas en Puerta de Rota: “Detrás existe un arriate con flores, seguido de una avenida de acacias y naranjos con bodegas situadas a ambos lados, y al final, una portada coronada por una estatua del dios Baco...”. Una escultura, que hay que indicar, nada tiene que ver con la que varios historiadores locales asocian con la figura del dios Baco sedente de Palomino & Vergara.
También da detalles de la casa de la viña de Cerro Obregón: “Un buen ejemplo de la edificación comúnmente encontrada por la zona de viñas de Jerez”.
En estos días, la prensa ha dado a conocer que esta viña ha sido adquirida por el empresario jerezano Fulgencio Meseguer.
El paisaje urbano y rural
En su libro ‘Cosas de España’ (1846), Richard Ford escribió sobre sus impresiones al visitar las bodegas de Jerez: “Estos templos de Baco tienen el tamaño y la amplitud de catedrales; sus divisiones, como las capillas españolas, llevan el nombre del santo a quien están dedicadas”. Y con este término se les conoce hasta ahora.
Igual impresión tuvieron Gustave Doré y el Barón de Davillier cuando pasaron por la ciudad en 1862. Lo que les llamó más la atención fueron sus famosas bodegas. Como franceses serían agasajados por el ‘señor Domecq’.
Sus recuerdos quedaron impresos en ‘L’Espagne’, (1874). considerado como una de las obras maestras de este tipo de literatura que nos describe la España del XIX.
Otro escritor inglés, de modales exquisitos y refinados, William Somerset Maugham, pasó por aquí a principios del siglo XX, y en su ‘Andalucia’ (edición española de 2005), nos dice que “Jerez de la Frontera es, por supuesto, el hogar del jerez, y toda la ciudad está entregad a la preparación del delicioso zumo”.
En la segunda mitad del siglo XX se vivirá en Jerez una fiebre constructiva de complejos bodegueros que rodearan la ciudad: las de Garvey, obra de Miguel Fisac, 1967-1970; La Mezquita, de Javier Soto López-Dóriga, 1974; Rancho Croft, de Vicente Masaveu, inaugurada el 10 de octubre de 1975; Las copas, de José Antonio Torroja Cavanillas, 1974; Bodegas Internacionales, de Ramón Montserrat Ballesté, 1975; o Bodegas José Estévez, de José María de la Cuadra y Felipe Merino, 1990-2002.
El Consejo Regulador y la Asociación de la Ruta del Vino y el Brandy del Marco de Jerez han puesto en marcha desde hace dos años un programa para dinamizar el enoturismo bajo la denominación de Pago del Sherry, que abarca la campiña de Jerez y la costa noroeste.
Dos iniciativas privadas son de resaltar en los últimos años, como son la rehabilitación de dos bellos edificios de viñas fechados en el XIX destinados a la actividad turística, pero sin dejar de lado el cultivo de las viñas y la elaboración de vinos, tanto para su comercialización como de consumo privado.
Nos referimos a la Viña Santa Petronila, de 1864, con un buen trabajo de sus propietarios actuales Brita Hektoen y Agustín Benjumeda; y la Viña El Carmen, en Balbaina Alta, que con el nombre de Bendita Locura la gestionan dos activas mujeres Ana Luque y Ángela Androve.
Edificios singulares jalonan el paisaje de nuestro entorno, entre ellos resaltar Macharnudo, de Fundador, La Canariera, de González Byass, Bristol, de Williams&Humbert, o Cerro Nuevo, donde José María Pemán buscaba inspiración.
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