El Palacio del Tiempo de Jerez, el museo que pone en hora un arquitecto sevillano
La pasión de Francisco Osuna por los relojes comenzó el día que encontró un reloj de pared tirado junto a un contenedor
Resalta su función como conservador del museo y pone en valor el gran valor patrimonial que hay en Jerez
El 'Afinador del tiempo' del Museo de Relojes de Jerez
Así suenan los relojes del Palacio del Tiempo de Jerez al mediodía
Son las seis y el Palacio del Tiempo retumba. A la derecha, arriba, a la izquierda... Suenan los relojes de la gran colección de este museo vivo, un museo que rompe con las cristaleras y permite viajar en el tiempo a través de sus manillas.
En la calle Cervantes huele a vino. El olor al Jerez profundo a las puertas del Palacio del Tiempo ya va ambientando la experiencia. Una experiencia sensitiva que te lleva por los jardines hasta el primer reloj del Museo, la maquinaria de un Losada de farola de cuatro caras, el primero que se instaló en España en 1856. El relojero del museo es Francisco Osuna, arquitecto sevillano que cada semana viaja a Jerez para poner en hora los 287 relojes de la colección que hay en el Palacio.
Osuna abre los brazos dando la bienvenida a esta máquina del tiempo, unos pasillos por los que recorrer el mundo desde el siglo XVII hasta finales del XIX. En la primera sala hay expuestos relojes de la época de Luis XIV, el Rey Sol. "Tenemos aquí al dios Cronos que es imponente su escultura, es bronce dorado y esta marquetería es conocida como boulle. Tenemos aquí uno con una escultura de Cervantes, relojes de cuando Napoleón iba a las batallas a Egipto y viene de allí y se trae todo el arte...", va describiendo el relojero del Museo a cada paso.
Osuna disfruta detallando las piezas. Algunas muy rococó, otras de estilo más neoclásico o con un corte más imperial. "Cada reloj cuenta una historia. Se repite mucho la maternidad, Hércules, los dioses, el amor, fíjate en ese de María Antonieta en un reloj turquesa, es un reloj femenino. También hay muchos cupidos", continúa explicando el experto, mientras se acerca a un expositor de relojes en bronce pavonado.
En las estanterías hay creaciones de grandes relojeros como Leroy, Lepine y el maestro Berthoud, entre otros. Osuna se detiene en uno especial para él y no es para menos. Es un reloj autómata que acaba de restaurar de 1840. "Se sabe la fecha exacta porque el muelle de dentro tiene grabado el nombre del que lo hizo, antes se firmaba porque se pedía la garantía. El muñeco mueve la cabeza y los brazos y cada vez que levanta los brazos sale una bolita de un color distinto", explica.
El Museo reúne una impresionante colección de relojes franceses, ingleses y un reloj esqueleto de Viena. En una sala circular y oscura, con un techo lleno de luces que hace las veces de un cielo estrellado, se exponen cuatro grandes relojes ingleses que verdaderamente imponen. De unos 2,6 metros de altura, uno de ellos tiene un lacado chino de 1730 y funciona. Cuatro gigantes del tiempo que rodean al visitante junto a los restos de una pequeña capilla gótica, que fue el germen de este palacio jerezano.
Continúa la visita. "Aquí tenemos relojería inglesa de una sola pieza, más sobria. Cajas de madera, menos detalles de bronce. Esta relojería se caracteriza por centrarse más en la máquina que en el exterior. Y un detalle, los relojes ingleses tienen cuartos, a diferencia de los relojes franceses", señala el experto.
En la planta superior está la sala Arturo Paz, en honor al primer relojero de la colección: "Aquí tenemos menos relojes pero son más impactantes, de una gran calidad. El primero que vemos es un reloj inglés en madera de caoba y ya sólo la esfera te dice lo impresionante que es. Tiene calendario, el día de la semana, del mes, tres tipos de melodías, termómetro y barómetro. Este reloj lo restauré hace unos años y tener acceso a estas piezas únicas es un honor".
"Lo importante de este museo es que es un museo vivo, sus relojes están funcionando. Yo he ido a muchos museos europeos y son piezas que no funcionan y están detrás de una vitrina. Éste tiene vida, tiene sonido, te acompañan, puedes acercarte...", declara Osuna junto a un impresionante reloj de la época de Luis XVI. "Tenemos aquí un reloj con el anagrama del Rey, eso significa que tuvo que estar en alguno de sus palacios. Es inmenso, el oro se conserva muy bien", añade.
En esta sala hay otro de los 'preferidos' del sevillano. Un reloj esqueleto muy especial firmado por Robert Robin de 1780: "Técnicamente es muy especial. Podemos ver la talla de las agujas, es un reloj esqueleto y con pesas. Con esto se consigue que sea un reloj muy preciso, por eso este reloj lleva segundero. Al tener pesas lo que actúa es la gravedad y tiene una precisión de 5 segundos a la semana".
Al final de la visita el relojero del museo jerezano se deshace en halagos ante dos piezas muy importantes de la colección. Por un lado, está la pieza más antigua del museo que data de 1670 y es un reloj italiano de chimenea. Osuna cuenta su historia: "Este reloj tiene una historia muy curiosa. Se llama reloj nocturno porque al Papa Alejandro VII le molestaba el ruido del tictoc, y pidió a los relojeros Campany que diseñaran uno con el que no se despertara. Así que por aquí ponían una vela, el humo salía por detrás, y la esfera, que normalmente era una esfera pintada, tenía los números calados, de forma que por la noche sólo se iluminaba el número de la hora que era. En éste la esfera parece que se quemó y se le cambió y la nueva es maravillosa, al igual que la caja".
"El último reloj de la colección es el reloj misterioso. Es una pieza única. No he encontrada nada igual. Se llama misterioso porque la máquina está en la base y por arte de 'magia' se mueven las agujas. No lleva cables, ni imán... es misterioso", sonríe el experto, quien guarda bien los secretos de esta pieza.
Pero, ¿cómo llega un arquitecto sevillano a ser el relojero del Museo del Reloj de Jerez?: "Desde pequeño me han gustado las bellas artes, trabajar con las manos. Recuerdo abrir maquinarias, desmontarlas, montarlas de nuevo, me encantaba dibujar... En el año 2000 me encontré un reloj de pared tirado en un contenedor y lo cogí. La caja la tiré porque estaba mal y me quedé con la máquina. La llevé al relojero del barrio y me la desmontó por completo, metiéndola en una caja de zapatos. Me dijo que la montara yo. Esa noche me quedé hasta bien entrada la madrugada montándola y al día siguiente se la llevé. Desde entonces, me iba por las tardes a la relojería y me comenzó a enseñar la profesión".
Ahora compagina la arquitectura con su pasión. Ha aprendido mucho de forma autodidacta, ha comprado todos los libros que ha podido encontrar sobre relojería, porque "cuando crees que lo sabes todo, siempre sale algo nuevo". "En 2010 descubrí el Museo de Jerez, ¡no es posible! ¡Tan cerca! Cuando entras aquí te enamoras del museo. Venía cada dos por tres. Me conozco todos los relojes de aquí antes de ser el relojero del museo y ya en 2020 accedí a la plaza tras presentarme al concurso".
Osuna se define como un conservador del museo, "mi obligación no es sólo mantenerlo, sino que esté de la mejor de las maneras". En los bajos del Palacio tiene un pequeño taller y otro más grande en Sevilla, en los que descubre, diseña, crea y renueva piezas sin parar. El sevillano además es presiente de la ANREG, la Asociación Nacional de Reparadores y Restauradores de Relojería Gruesa, y confiesa estar "completamente enamorado de mi profesión. Esto es una experiencia sensitiva. Aquí los sentidos se multiplican, entras y escuchas... Te eleva. Te das cuenta de las hazañas que ha hecho el hombre".
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