Patrimonio vitícola en peligro de extinción

Marco de Jerez

"Más que de la humanidad, el Marco necesita que lo declaren patrimonio en vías de extinción", apunta un líder agrario. Al paso que va el sector apenas quedarán viñas que proteger.

Idílica imagen del viñedo del Marco de Jerez en la época otoñal, antes de los arranques que limitaron la superficie a las poco más de 6.000 hectáreas actuales.
Idílica imagen del viñedo del Marco de Jerez en la época otoñal, antes de los arranques que limitaron la superficie a las poco más de 6.000 hectáreas actuales. / Miguel Ángel González
Á. Espejo

08 de octubre 2018 - 08:30

Jerez/El Marco de Jerez tiene un problema y gordo. Es paradójico que desde el Consejo Regulador -que no deja de ser la voz de su pleno, en el que se sientan los distintos operadores del sector- se pida unidad a los partidos políticos y altura de miras para la defensa de la última propuesta con la que se aspira a lograr la declaración de patrimonio de la humanidad para el viñedo y las bodegas del Marco, mientras las organizaciones sectoriales se tiran los trastos a la cabeza sin que haya el más mínimo atisbo de solución cercana a los frentes que tiene abiertos, los que arrastra desde tiempos inmemoriales y los de nuevo cuño.

Un líder agrario más que capacitado por su amplio conocimiento del sector comentaba con periodistas días atrás que más que la declaración de patrimonio de la humanidad, el Marco de Jerez lo que necesita es la declaración de patrimonio en peligro de extinción. A cuento de qué se va a pedir la protección de la Unesco para un viñedo que agoniza y del que, a este paso, podrían quedar en unos años apenas 2.500 hectáreas de las poco más de 6.000 que se mantienen en la actualidad y en las que se suponía que estaba el nuevo equilibro del Marco.

Los viñistas independientes de Asevi han vuelto a hacer una llamada de socorro a las bodegas, las mismas que los tienen contra las cuerdas por el bajo precio al que se paga la uva del Marco, sólo comparable con el precio de la zalema del Condado de Huelva. Asevi, que es el brazo de Asaja-Cádiz para cuestiones de viña, lleva algunos años alertando del abandono paulatino de viñistas por la falta de rentabilidad del cultivo de la vid, sin que nadie hasta la fecha en el sector haya movido un dedo por interesarse siquiera por sus problemas.

Cada año por la vendimia, la uva llega con una calidad excepcional, la misma de la que presumen las firmas bodegueras y el Consejo Regulador que tienen los vinos de Jerez, cuando como Asaja y Asevi pusieron de manifiesto el pasado viernes, se trata de una afirmación cuanto menos dudosa al mezclarse uvas de toda condición, salvo contadas excepciones, en el tradicional sistema de envejecimiento de soleras y criaderas de los vinos de Jerez.

Esa mezcla final, precisamente, condena el precio de la uva, sin que las bodegas compradoras -que tampoco son tantas- hagan distinciones entre pagos de procedencia, buenas prácticas de los viticultores que les suministran, etc, etc, etc.

Los propios viñistas admiten que tienen que mirar por la peseta para no disparar los costes de producción, y esto repercute en la calidad de la producción final. Pero no pasa nada, porque luego todo se rebuja y se corrige en el laboratorio.

No hace mucho que el sector se conjuró para no repetir errores del pasado, pero la memoria es frágil y todo lo que se está haciendo bien con los nuevos lanzamientos de vinos en rama, añadas y vinos muy viejos (VOS y VORS), que aunque con ventas muy limitadas aportan valor y prestigio, no se aplica a los vinos que representan el grueso del volumen de ventas, del resultado de explotación de las bodegas y del empleo en el sector. En petit comité les diré que detrás de todo esto hay intereses comerciales de bodegas que se cuentan con los dedos de una mano.

Decía el mismo líder agrario citado con anterioridad que es curioso que en la provincia haya ya 500 hectáreas de viñedo fuera de la Denominación de Origen, muchas explotadas por jóvenes recién incorporados a la actividad, que lo están haciendo muy bien, mientras que la Denominación de Origen más antigua de España, con todo el músculo financiero, redes de distribución y contactos de las grandes bodegas, es incapaz de dar con la tecla.

En el Marco hay una corriente impulsada también por jóvenes vitivinicultores, a la que se han sumado algunas de las grandes bodegas, que están recuperando antiguas tradiciones y variedades de uva autóctonas en desuso en las que la viña, el terruño, el pago del que nace la uva lo es todo. Estos nuevos vinos blancos del Marco, que carecen del amparo de la Denominación de Origen aunque se haya abierto el debate en el seno del Consejo para estudiar la posibilidad de darles cabida -cosa distinta es que fructifique la idea, a la que ya han empezado a poner reparos algunos pesos pesados del sector- se venden solos y a precios que ya quisieran para sí muchas primeras e insignes marcas de vinos de Jerez.

stats