Pedro Vázquez: 29 años en Ulloa Óptico, el único negocio que sobrevive en calle Larga
Jerez
Con 14 años comenzó a trabajar en este establecimiento donde aprendió el oficio y, posteriormente, fue empleado en Óptica Jerezana durante dos décadas, hasta su jubilación
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'La Paquera de Jerez' cruzaba el umbral de la óptica y preguntaba: “¿Dónde está mi pichita?”. Su pichita, como lo llamaba la cantaora jerezana, era un joven educado y afable de ojos azules, Pedro Vázquez (1940), empleado de la Ulloa Óptico durante 29 años, el décimo tercer hijo y benjamín de una familia del barrio de San Pedro, en La Albarizuela.
Hijo de un tallerista, un aspecto clave en la trayectoria laboral de este jerezano que con 13 años dejó el colegio La Salle Buen Pastor. Trabajó durante nueve meses como mecánico en El Gallo. Posteriormente, ya sin empleo, venía de jugar y Alfonso Morales que tomaba café en La Moderna de la calle Arcos, llamó a uno de sus amigos para preguntarle si conocía a alguien que quisiera trabajar. Sin dilación, se presentó a Manuel Martínez Molero que un año después le vendió la empresa a Casto Ulloa Fariña, quien poseía establecimientos en toda España. Vázquez fue empleado durante casi tres décadas en Ulloa Óptico, el único negocio que se mantiene en calle Larga hoy día, a pesar de la sucesión de crisis y del desfile de establecimientos que abren y cierran en el centro de Jerez.
El primer día lo pusieron a limpiar. El segundo empezó a darle a la piedra: “Así tengo los dedos torcidos de trabajar”, dice mostrando sus manos. Aprendió a cortar cristales, tratarlos y montarlos. “El oficio no tiene nada que ver con lo es hoy, antes todo se hacía a mano y ahora todo es por ordenador”, señala. Mientras, Martínez, el óptico, graduaba.
En aquel tiempo, la empresa daba la posibilidad de lograr un sobre sueldo superados unos objetivos. “El primer mes doblé las ventas”, presume con orgullo. Era un niño con el don de gentes que aún le caracteriza, trataba y tenía muchos contactos gracias, entre otros factores, a su padre: “Me crie sin madre y me quedé con el mejor padre del mundo”.
Ulloa Óptico era entonces la número uno de las cuatro ópticas que había, y la que más personal tenía. Ofrecía sus servicios a clientes de localidades como Algodonales, Ubrique, Trebujena, Lebrija. Vázquez entabló mucha amistad con todos, así como con los representantes y recaderos. Gracias a este trabajo tiene su vida resuelta hasta los 83 años que tiene.
Para trabajar vestía traje de chaqueta, corbata y bata blanca. “Mi bata tenía fama por lo blancura”. “Tengo en mi casa 50 corbatas. Parecía un médico”, bromea su mujer, Ana Reyes, con la que se casó hace 63 años, madre de sus cinco hijos, que le acompaña en la entrevista. “Dile que te quieren mucho”, insiste ella.
Ambos rememoran aquellos tiempos, años en los cuales los negocios de la calle Larga, por ejemplo, permanecían abiertos todo el día en Semana Santa. “Colocaban las sillas en la puerta y nosotros estábamos dentro trabajando, nos cerraban hasta el paso”, afirma Vázquez. “Yo le decía a los niños: vamos a ver un momento a papá. Los llevaba y estábamos allí un rato con los compañeros…”. La Cabalgata de Reyes la disfrutaba en familia después de que pasaran y concluida la jornada de trabajo.
Recuerda el problemático espejo de gran tamaño de la óptica “de cinco por cinco metros”, acabó roto por un cliente. Otros querían salir o entrar por el cristal del establecimiento. Reacio a ser indiscreto, sí cuenta que se encargó de proporcionarle el audífono a un alcalde de Trebujena y manifiesta que se lleva muy bien con alguna regidora de la ciudad, “cada vez que me ve, viene y me abraza”, o con los ex jefes de los Guardias. Recibía todo tipo de regalos en señal de agradecimiento: cajas de vino, pavos, gallinas, frutas…
Tras su larga vida laboral en la óptica ubicada cerca del Gallo Azul, cambió el rumbo y continuó trabajando durante 22 años en la ya extinta Óptica Jerezana, ubicada en la plaza del Arenal. Allí se estrenó como encargado, dada su experiencia. Se jubiló el día 14 de enero de 2005. La retirada le sentó “divina”, dice exagerando. “Trabajaba encantadísimo. No fui una persona estricta que miraba el reloj para salir. Con mis compañeros aún mantengo el contacto".
En la actualidad, casi 18 años después de colgar la bata, conocidos, clientes y representantes aún lo ven y lo paran por la calle. “Si me tengo que tomar una cerveza, también me la tomo. En ese sentido sí lo hecho de menos”, reconoce satisfecho, Pedro Vázquez.
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