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El Puente de Hierro de la Junta de los Ríos

En torno a Jerez

Puentes con 'encanto' (I)

Antiguo puente de La Junta de los Ríos. (Unión Ilustrada 26-06-1919)
Andrés Y Agustín García Lázaro

13 de noviembre 2016 - 02:01

En las últimas décadas va ganando terreno el interés por la conservación y la recuperación del denominado . En él se incluyen todos aquellos objetos, elementos, instalaciones o edificios que forman parte de la cultura industrial y que, de una u otra forma poseen algún valor tecnológico, histórico, científico o arquitectónico. Antiguas fábricas y maquinarias, talleres, instalaciones mineras, edificios industriales, chimeneas, almacenes, molinos… integran este rico patrimonio del que también forman parte algunas antiguas infraestructuras de transporte y obras públicas singulares.

En nuestra campiña y en los alrededores de Jerez existen no pocos bienes que, por sus especiales características, deben ser considerados como elementos relevantes del, de los que nos iremos ocupando en próximos artículos. Como muestra de ello traemos hoy a nuestros lectores un claro exponente de cuanto hablamos, un viejo puente metálico que ha resistido el paso del tiempo y las avenidas de los ríos Majaceite y Guadalete, pero al que es preciso rescatar del abandono y la desidia antes de que se desplome.

El puente de hierro de la Junta de los Ríos se encuentra situado en un hermoso paraje entre frondosas arboledas donde confluyen los ríos Majaceite y Guadalete. Hasta su sustitución en la década de los noventa del siglo pasado por un nuevo puente de vigas de hormigón pretensado, estuvo en servicio durante tres cuartos de siglo, siendo lugar de paso obligado en este rincón de la campiña. Pero su historia se remonta muchos años atrás.

En el último tercio del XIX (1864) se construye la carretera Arcos-Vejer, para abrir una nueva vía de comunicación entre las tierras del interior de la provincia, como se recoge en la 'Memoria sobre el progreso de las obras públicas en España' (1). Uno de los puntos más conflictivos de esta obra era el que planteaba el paso del Guadalete y el Majaceite que se cruzaban tradicionalmente por vados o con barcas (2). La solución adoptada fue la construcción de un único puente de fábrica en el Guadalete, en un lugar próximo a la confluencia de ambos ríos. El 5 de febrero de 1864 se anuncia oficialmente la subasta pública "…de las obras de un puente sobre el río Guadalete en la carretera de tercer orden de Argos a Veger. Presupuesto 1.422.565 rs. 99cs." (3).

Avanzadas ya las obras de la carretera, se acometen en 1866 las del puente tal como se recoge en una noticia breve aparecida en la Revista de Obras Públicas: "En la carretera de tercer órden de Arcos a Veger, ya construida, , en la confluencia de los ríos Majaceite y Guadalete, compuesto de cinco arcos de 18 metros de luz cada uno, de ladrillo con aristones de sillería, alzándose en la altura de los arranques las pilas y estribos" (4).

En 1881, apenas 15 años después de su puesta en servicio, sufrió serios daños como consecuencia de un episodio de fuertes lluvias invernales que ocasionaron una gran riada. De este desastre se hace eco el diario local jerezano , donde se informa que "…ayer se nos aseguró por una persona procedente de Arcos que el puente de la confluencia del Majaceite y el Guadalete en la carretera de Arcos a Paterna, estaba casi destruido por la riada" (5). El puente fue reconstruido, siendo de nuevo dañado en otras ocasiones por la inestabilidad del terreno y por la confluencia en este lugar de las grandes crecidas del Guadalete y Majaceite que todavía no contaban en sus cuencas con ningún embalse. Finalmente, el puente sería destruido por una gran avenida en marzo de 1917, tal como muestran las fotografías de la época.

De la traza y aspecto original de este primer puente de fábrica nos da cuenta Pedro González Quijano, quien fuera ingeniero y director del pantano de Guadalcacín, al describir la obra de construcción de los sifones sobre el Guadalete y Majaceite, informando que en la Junta de los Ríos "la carretera de Arcos a Vejer… atravesaba el río por un puente de fábrica de 5 claros de 18 metros de luz cada uno, prolongados a uno y otro lado de los estribos por muros de acompañamiento." Se trataba de arcos escarzanos o rebajados, construidos en ladrillo y con bordes de sillares de arenisca calcárea, como las pilas en las que se apoyaban, los pretiles y las rampas de acceso a los estribos del puente.

El ingeniero pretendía aprovechar este puente para el paso del sifón del canal de riego, que iría alojado en un cajón de hormigón armado sobre el que se situaría la calzada. Presenta así en 1915 un proyecto que nos permite conocer el puente original, con cinco pilas de apoyo en el cauce, salvando los vanos de 18 metros que presentaba el puente. La idea se desechó finalmente porque obligaba a elevar mucho la rasante de la carretera y porque, a juicio de Quijano ". Situado en la misma confluencia, estaba expuesto a las avenidas de una u otra corriente, no siempre completamente concordantes, lo que podría hacer variar y reforzar, en condiciones difíciles de prever, la fuerza de socavación". Prueba de ello es que el río ya había destruido uno de los arcos del primitivo puente, que hubo de reconstruirse en 1906. El ingeniero, tras recorrer el terreno en 1916 hace notar que "…cuando se construyó la obra, hace ya cincuenta años… parece que entonces hubo de estar la confluencia unos 200 m. agua arriba, como resulta de los planos del Instituto Geográfico y Estadístico, cuyos datos se tomaron por aquella época, que confirman referencias de gente anciana de lo cual aún se encuentran indicios en las madres viejas o antiguos cauces, casi del todo cegados hoy, que surcan los tarajales de la inmediata vega de la Pedrosa…" (6).

Sus intuiciones estaban bien fundamentadas y en marzo de 1917, una extraordinaria avenida del Guadalete, con una fuerza y un caudal que no se recordaba, arrastró el primitivo puente de la Junta de los Ríos, el mismo que ligeramente reformado, dibuja Quijano en su proyecto. La riada se llevó por delante también los puentes de Villamartín, Arcos y el que cruzaba el río en La Florida hacia Jerez, con la tubería de abastecimiento del manantial del Tempul (7).

Así las cosas, cincuenta años después de que se hubiese levantado el antiguo puente de mampostería, fue necesario reparar la carretera y levantar uno nuevo. En esta ocasión se optará por una construcción metálica y se incorporarán innovaciones técnicas para salvar la distancia de 100 metros entre los estribos de ambas márgenes con tres tramos de vigas rectas, que se apoyaran en los estribos y en sólo dos pilares en el cauce.

El proyecto del nuevo puente fue encargado al ingeniero de caminos Juan Romero Carrasco, quien lo realizó en 1919. Las obras se subastaron en 1924, siendo finalmente inaugurado en 1925. Natural de Ubrique, Romero Carrasco llevó a cabo numerosas obras públicas en la provincia de Cádiz entre 1904 y 1932, año de su muerte. Junto a los distintos tramos de carreteras que diseñó y ejecutó (en las de Ubrique a Jimena, de Jerez a Cortes, de Alcalá de los Gazules a Puerto de Galiz, de Arcos a El Bosque…) se deben también a él los proyectos de los distintos puentes realizados sobre el Guadalete para sustituir a los destruidos por la riada de marzo de 1917(8). El primero de ellos, el del puente metálico de San Miguel, en Arcos, fue redactado en 1917, apenas dos meses después de la destrucción del anterior puente de mampostería, terminándose las obras en 1920. El nuevo puente metálico de Villamartín (el conocido como "puente de los hierros") fue también proyectado por Romero Carrasco. Con un diseño similar al de la Junta de los Ríos (pero con cuatro tramos de vigas rectas, en lugar de tres), se terminó en 1923 (9).

Durante los ocho años en los que la carretera Arcos-Vejer estuvo sin puente (1917-1925), el paso del río se solucionó parcialmente con la instalación de una barcaza de sirga de la que conocemos sus características por las fotografías antiguas que de ella se conservan. Debe recordarse que en esos tiempos, anteriores a la construcción de las presas en la cuenca, la anchura y el caudal del río en este paraje era mucho mayor que en la actualidad. A modo de plataforma con barandillas de protección, este pequeño trasbordador permitía el paso de vehículos y de personas, manteniéndose así las comunicaciones entre Arcos y Medina, o entre Jerez y la recién estrenada presa de Guadalcacín que, hasta la construcción del puente de La Barca, se canalizaban por este lugar. Una barcaza similar sería instalada también en Villamartín.

La solución técnica para el puente proyectado por el ingeniero Romero Carrasco fue la realización de una estructura en celosía metálica, tipo Pratt. El puente está constituido por tres tramos que se apoyan en dos pilas o apoyos centrales cimentados en el cauce del río. La corriente, salvo en épocas de grandes crecidas, discurre habitualmente al pie de la pilastra izquierda. Las pilas, construidas con grandes sillares de piedra arenisca, tienen una altura máxima de 9 m sobre el nivel habitual de la lámina del río, un grosor de casi 3,50 m y una longitud de 10 m, oponiéndose a la corriente con tajamares curvos de sección semicircular.

El tablero está formado por tres grandes arcos o bastidores de unos 35 m que salvan en total un vano de 104,50 m. Esta armazón metálica, formada por grandes vigas de hierro, soporta el peso del puente. La sección central se apoya en las pilas y las dos laterales lo hacen también en los bordes de los estribos, descansando en cilindros de rodadura para posibilitar la dilatación de los materiales. La anchura total del puente es de 6,60 m, mientras que la de la calzada interior se limita a 4,50 m, con pasos peatonales a ambos lados de 75 cm de anchura. Las grandes vigas que forman los arcos de los bastidores tienen una anchura de 45 cm y sobre ellas se trazan los tirantes y riostras diagonales que forman una trama, a modo de doble celosía, que da solidez a la estructura impidiendo también su torsión y flexión. La altura total de estas estructuras laterales, es de 3,50 m. Sobre ellas se apoya la calzada por encima de la cual sobresalen 2, 35 m evitándose así también que ningún vehículo pudiera caer al río. Todas las piezas están unidas con pletinas, ángulos y perfiles mediante roblones, clavijas de hierro con cabeza en un extremo, que después de pasadas por los taladros de las piezas, había que remachar en caliente hasta formar otra cabeza en el extremo opuesto (10). Las piezas del puente fueron fabricadas por la empresa bilbaína, a la que se le adjudicó en pública subasta en 1924.

Los estribos están construidos con grandes sillares de piedra de arenisca, al igual que los muros de acompañamiento que protegen los taludes de acceso al puente, presentando un resalte para el asiento de los tramos metálicos.

Si bajamos hasta la orilla del río, a los pies del puente, podremos observar su estructura desde otra perspectiva y veremos cómo los arcos laterales del bastidor están unidos por debajo por grandes vigas, a modo de travesaños, arriostradas con otras viguetas diagonales formando un entramado sobre el que descansa la calzada. De la misma manera, si nos fijamos en los grandes sillares de areniscas de las pilas, comprobaremos cómo muchos de ellos han sido desgastados por las corrientes y desprovistos de su capa superficial, mostrándonos así su constitución geológica, apreciándose numerosos restos de conchas fosilizados. Por las características de la piedra, bien pudiera haberse traído de las canteras de la cercana Sierra del Calvario o de Barrancos, donde abunda este tipo de arenisca calcárea (calcarenita) rica en fósiles similares a los que aquí se observan.

En 1987, cuando visita el puente el equipo del ingeniero J.A. Fernández Ordóñez, apunta que "presenta oxidaciones localizadas. Buen estado en general" (11). Lamentablemente, 30 años después, su estado ha empeorado y en la actualidad muestra claros signos de deterioro visibles en toda su estructura, debido al abandono y a la falta de mantenimiento desde hace más de dos décadas. A ello hay que añadir los actos vandálicos que ha sufrido, al sustraerse parcialmente el hierro de las barandillas y celosías. Afortunadamente, hace unos años, con motivo de los trabajos de restauración de riberas realizados por la Consejería de Medio Ambiente (12), se retiraron los eucaliptos que crecían entre su estructura y que resquebrajaban las piedras de sus pilares, causando serios daños. De la misma manera, se aprecia una pérdida casi generalizada de la pintura que le servía de protección y que ha dejado paso a la progresiva oxidación de muchas de sus piezas. Pequeños agujeros en el tablero y el pavimento o en las pasarelas peatonales, la rotura de las barandillas de protección, el robo y desmontaje de algunas piezas, las aparición de pintadas… son otras de las amenazas que comprometen el futuro de este viejo y hermoso puente, que, como queriendo pasar desapercibido, se ha ocultado entre la arboleda del río camuflándose entre los eucaliptos, melias, lentiscos y ailantos de sus taludes.

Tal vez espera, como ha sucedido con los puentes de San Miguel en Arcos o con el de La Barca, que llegue el momento de su restauración y no le suceda como al viejo puente del ferrocarril sobre el Guadalete en El Puerto, salvado 'in extremis' cuando ya estaba siendo desmontado para chatarra hace tan solo unos años. No se merece ese trato este singular puente que, a nuestro juicio, debiera formar parte del patrimonio arqueológico industrial provincial y ser restaurado, consolidado y puesto en valor como mirador privilegiado sobre un paraje fluvial excepcional, la Junta de los Ríos, en cuyas riberas se han realizado trabajos de restauración de los sotos y alamedas y de retirada de lodos y eucaliptos.

El puente merece por si sólo una visita a este lugar, donde también podremos admirar los 'sifones', esos grandes arcos que salvan el río conduciendo las aguas del canal de riego del embalse de Guadalcacín, conocidos popularmente como 'las morcillas'. O pasear por las orillas del Guadalete y del Majaceite, o visitar el antiguo Vivero de Obras Públicas, que acoge las instalaciones de la Granja-Escuela Buenavista. O acercarnos hasta los cercanos cortijos de Casablanca, Casinas o El Abadín, que tanta historia e historias guardan. O descansar y tapear en la conocida Venta de la Junta de los Ríos una de la que tiene más 'sabor' de cuantas encontramos en la provincia... Por estas y otras muchas razones, el viejo puente de hierro de la Junta de los Ríos merece ser salvado del abandono y la desidia y recuperarse como mirador en este hermoso rincón de la campiña.

Consultar mapas, referencias bibliográficas y reportaje fotográfico en http://www.entornoajerez.com/

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