El monumento a Rafael Rivero, Padre del Pueblo, fue levantado por suscripción popular en 1883
Jerez, tiempos pasados Historias, curiosidades, recuerdos y anécdotas
Rafael Rivero fue el gran alcalde que trajo a nuestra ciudad las aguas de Tempul, gestionó la construcción del primer ferrocarril de Andalucía y la primera Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Jerez
Apesar de ser mucho lo que se haya podido escribir del insigne patricio jerezano, Rafael Rivero y de la Tixera, o de la Tijera, parece que todavía siga siendo un desconocido para muchos de nuestros conciudadanos a los que poco, o nada, dice el monumento que Jerez le erigiera en la plaza que lleva su nombre, por suscripción popular, para perpetuar su memoria; y en reconocimiento a lo mucho que hizo por esta ciudad de la que fuera alcalde.
Rafael Rivero nació en Jerez, en la misma plaza que lleva su nombre, el 12 de julio de 1800 y falleció el 11 de agosto de 1881. Curiosamente, su nacimiento tuvo lugar en medio de una terrible epidemia de fiebre amarilla y, en 1854, su actuación con motivo del cólera que azotó a Jerez, sería destacadísima, a favor de sus paisanos. Esta última circunstancia y sus gestiones, al frente de la Alcaldía, para la construcción del primer ferrocarril y la traída de aguas del manantial de Tempul, entre otras actividades a las que le llevó su cargo, hicieron que los jerezanos se volcaran, sin distinción de clases, aportando cada uno lo que pudo, para levantarle el monumento que honra su memoria; aunque aún sean muchos lo que pasen ante el mismo, ignorando quien fuera y lo que hizo por el pueblo al que entregó su vida, como persona y como político de indudable capacidad y prestigio.
Por eso, hoy queremos recordar la figura de este ilustre jerezano, a quienes sus paisanos llamaron Padre del Pueblo por sus destacadas virtudes, por su caridad y, sobre todo, por su decisiva actuación en la terrible epidemia de 1854. Para ello, no hay más que recordar lo que de él dijo, el historiador y archivero municipal, Agustín Muñoz y Gómez, en su libro sobre "Las calles de Xerez", al hablar de la plaza de su nombre.
Este autor nos dice que el mismo día de su fallecimiento, en sesión extraordinaria, convocada al efecto, acordó el Excmo. Cuerpo Capitular, a propuesta del concejal Agustín Piñero y Ramos, colocar una lápida en la sala de sesiones, para conmemorar sus cívicas virtudes, y actos que le hicieron acreedor a la gratitud del vecindario; dar su nombre a la plaza (parte de la llamada Puerta de Sevilla), en que se sitúa la casa que fue siempre su morada; que durante los funerales y conducción del cadáver doblase la campana de la ciudad, que está en la histórica torre de la Atalaya, adosada a San Dionisio; y que se iniciase una suscripción popular, para erigir un monumento a su memoria.
Dice Agustín Muñoz que "todo se cumplió y hoy, en medio de dicha plaza, sobre amplio pedestal, de sencilla arquitectura, se yergue el eximio busto del venerable anciano, llamado Padre del Pueblo por su caridad y abnegación en la epidemia de 1854; por su iniciativa, constancia y desprendimiento para la explotación del primer ferrocarril andaluz; para la fundación del Monte de Piedad; para la traída de las aguas de Tempul, y otras benéficas obras, que glorifican y perpetúan la memoria de tan digno Alcalde y tan noble bienhechor de los pobres".
Y a los efectos históricos del monumento, Agustín Muñoz nos da noticia de que éste se acabó de levantar el 17 de octubre de 1883, en que se puso la sencilla inscripción "Al ilustre jerezano D. Rafael Rivero". La parte arquitectónica, nos dice el historiador, la hizo el jerezano Joaquín de Vargas, profesor de la Escuela Superior de Arquitectura, de Madrid; correspondiendo la autoría del busto, en si, al escultor italiano, de la Academia de Florencia, Augusto Franzi.
Este monumento, tal vez desde su construcción, y durante muchísimos años, al menos, hasta casi finales del siglo XX, estuvo protegido por una reja situada a su alrededor, en cuyo interior existían algunas plantas, rosales creemos recordar. No hace muchos años, el Ayuntamiento gobernado por el Sr. Pacheco, decidió hacer desaparecer dicha vaya protectora, para que el monumento luciera en su mayor esplendor, como así ha sido en efecto; no obstante ello trajo consigo que algunos gamberros, ignorantes de nuestra historia y de nuestros paisanos más preclaros, ensuciaran su pedestal con alguna que otra pintada que, por muy pronto que fueran borradas, lamentablemente dejaba al descubierto que dicha reja, dada la incultura y vandalismo que invade, en estos tiempos, a nuestra ciudad, nunca debió ser retirada.
1 Comentario