El jerez en la literatura Hispanoamericana
El Rebusco
Lo que los escritores americanos dijeron de nuestro vino en los libros de ficción, de poesía y de viajes
Aunque pueda pensarse lo contrario, en la literatura hispanoamericana, en las obras de sus creadores, está presente el vino de Jerez. Su introducción comercial en los diferentes mercados de aquel continente colonizado por España propició su presencia en las mesas de las familias más refinadas y selectas, y de allí a las páginas impresas gracias a la pluma de los escritores más destacados.
Si esta presencia no es tan abundante como las que podemos ver en la literatura anglosajona, si ha de tenerse en cuenta por la relevancia de los autores que lo mencionaron, algunos de los cuales llegaron a visitar la ciudad que lo producía, y catar el vino en las mismas bodegas que lo custodiaban como un tesoro.
Del otro lado del Atlántico.
El poeta chileno, Pablo Neruda, incluyó en su obra 'Canto general', un poema dedicado a su buen amigo, y correligionario, Rafael Alberti. Algunas de estas estrofas, y con motivo de la Fiesta de la Vendimia de 1981, serían reproducidas en una placa dedicada a este escritor, cerámica que aún puede verse en la zona reservada de las bodegas de San Ginés de la Jara, en la sede del Consejo Regulador.
En la pieza, debajo del rostro en relieve, se lee: "...y los toneles del jerez, catedrales en cuyos corazones gongorinos arde el topacio con pálido fuego".
Por su parte, el argentino Julio Cortázar, en su obra 'Rayuela', de 1963, sugiere su paso por Jerez: "Un día en Jerez de la Frontera oí un cañonazo a veinte y descubrí otro sentido del silencio",
Pero en una obra anterior,' Las armas secretas' (1959), rememora una escena familiar en la que su madre agasaja al tío Emilio con. "...Jerez y unas galletitas Bagley".
De Argentina pasamos a Uruguay, de la mano de otro poeta, Mario Benedetti, al que en más de una ocasión le hemos por Jerez para participar en alguna que otra tertulia literaria.
Tal vez esta experiencia le inspirara para escribir un breve relato titulado De Jerez a jerez. Bebida que facilita una relación sentimental con un final feliz: "No me vas a ofrecer un jerez".
Y el jerez era habitual en la cesta de la compra de Benedetti, tal como indica en forma tan sugerente en su creación 'Página en blanco', de 1986: "Bajé al mercado/ y traje tomates diarios aguaceros/ endibias y envidias/ gambas grupas y amenes / harina monosílabos jerez/ instantáneas estornudos arroz/ alcachofas y gritos / rarísimos silencios".
Un compatriota suyo, también escritor, Eduardo Acevedo (1851-1921), publicaría en 1890 su novela 'Nativa', donde remarca el orígen del vino: "...atento al recogimiento del auditorio, sorbía un trago de Jerez legítimo...".
Uruguayo, nacido en Montevideo, es Antonio Larreta (1922-2015), autor de la novela 'Volaverunt', con la que obtuvo en 1980 el Premio Planeta.
Al igual que en una novela de intriga de Agatha Christie, la historia ambientada en la España de finales de principios del XIX, cuenta las intrigas palaciegas que vivió Goya y la duquesa de Alba, y en la que se sospecha que la muerte de ésta provocada por el veneno que había en una copa de jerez.
La novela fue adaptada a la gran pantalla por Bigas Luna en 1999. Parte del rodaje tuvo como escenario natural algunos lugares emblemáticos de la ciudad, como el palacio de Campo Real y la Real Escuela del Arte Ecuestre.
También es posible que el líder independentista cubano, José Martí (1853-1895), conociera el vino y sus tipos en alguno de sus viajes a la Península. pero lo que lo consumía en su lugar de origen queda reflejado en su novela 'Amistad funesta', escrita en 1885, considerada la primera novela modernista: "...al lado de los que se sentaban a la mesa del jerez y la manzanilla a comer".
Otros escritores cubanos continuaron con esta tradición de introducir el jerez entre las páginas de sus obras literarias, como hizo José Victoriano Betancourt en una de sus artículos de costumbre. En el mismo insiste en el valor terapéutico de nuestro vino cuando es aplicado como remedio para curar un padrejón, es decir un fuerte dolor de estómago en el varón: "... y un poquito de jerez y sanseacabó y está usted bueno y sano".
Por su parte, el intelectual cubano Alejo Carpentier, en su obra maestra, 'Los pasos perdidos', de 1953, muestra al personaje principal del relato relajándose con una copa de jerez: "Apuré un gran vaso de jerez", botella que siempre tiene a mano: "Hay una botella de Jerez en el escritorio".
Volvemos al continente, a tierras chilenas. Esta vez con Luis Orego Luco (1866-1942), e Isabel Allende. El primero publicaría en 1908 su novela 'Casa Grande', retrato de la clase alta chilena, y donde el jerez compite en la mesa con el exquisito Iquem. "...los mozos servían el Jerez, en medio del silencio general de los invitados".
Una escena parecida describe la escritora Isabel Allende en su exitosa obra llevada al cine, 'La casa de los espíritus', de 1982. La poderosa familia de los Trueba se deleita con este vino: "Severo sirvió una copa de jerez para cada uno y se bebió la suya de un trago". Un efectivo antídoto para combatir la delicada situación que vivía en ese momento el clan. "El jerez pudo más que la pena y la culpa".
De Chile nos dirigimos a Colombia, de la mano de Premio Cervantes, Álvaro Mutis, cuyas raíces genealógicas están en la misma Cádiz. En su peculiar saga dedicada a Magroll el Gaviero, y que iniciara en 1986, aparece el jerez: "disfrutando de un jerez fino en el bar del Wellington, un establecimiento que siempre me había gustado".
En este singular tour por América, donde se mezcla el vino y la literatura, no puede faltar la figura de Jorge Luis Borges. En una entrevista de 1982, contestaba de esta manera cuando le preguntaron se había estado alguna vez en Jerez: "No, me agradaría conocerlo. Me gustaron tanto Córdoba, Sevilla y Granada".
De seguro que lo probaría, ya que en uno de sus cuentos recogidos en su libro 'Ficciones' (1944), describe como se consume jerez en una reunión de artistas: "No había suficientes copas de oporto y jerez".
Y tampoco hay que olvidarnos del Premio Nobel, el peruano Mario Vargas Llosa, un asiduo por estos lares, tal como queda patente en la bota que firmó en 1974 junto a los directivos de las bodegas González Byass, Manuel Franco Cañero, José Luis Perrino y Eduardo Miller.
Llama la atención que en su novela 'La Fiesta del Chivo', ambientada en la ciudad caribeña de Santo Domingo, cuando aún se llamaba Ciudad Trujillo, el jerez aparezca con frecuencia: "¿Un jerez? ¿Dulce o seco? Te recomiendo el fino amontillado. Está fresquito".
Incluso el brandy jerezano Carlos I es recordado con placer por el dictador: "como el primer sorbo de una copa de brandy español Carlos I".
La ciudad de Jerez rotuló una calle con su nombre en el 2009.
Una reflexión que tenemos que hacer, una vez que hemos expuesto este panorama eno-literario americano, es como México, Argentina y Chile son el origen de la mayor parte de las imitaciones al jerez que se hace en Latinoamérica.
No en vano Nueva España recibía una buena parte del jerez que llegaba a América, tal como podemos ver en la película mexicana Ave María, dirigida por Eduardo Rossoff en 1999.
En la literatura de viajes.
Una vez conseguida la independencia los territorios españoles de América, los miembros de la sociedad criolla dirigente de los nuevos países tardaron un tiempo en reencontrarse de nuevo con España.
Tanto es así que las nuevas generaciones de políticos, oficialidad militar, artistas, y los que ejercían profesiones liberales, preferían formarse en Estados Unidos, Inglaterra o Francia.
Esto fue cambiando con el paso de los años, y a partir de la segunda mitad del XIX empezarían a llegar destacadas personalidades de la elite hispanoamericana: Domingo Faustino Sarmiento, Rubén Darío, Ricardo Palma Soriano, Miguel Ugarte, Justo Sierra, entre otros.
No será hasta 1860 que el destacado diplomático, el peruano Pedro Soldán Unane (1839-1895), plasmará los recuerdos de su paso por España y, como no, Jerez.
En sus 'Memorias de un viajero peruano' (1859-1863), publicado como libro en Lima en 1971. Su capítulo V contiene un apartado dedicado a las bodegas jerezanas: "En las bodegas fuimos muy atendidos, nos hacían recorrer las dilatadas hileras de pipas escanciándonos de cada una de ellas una copita, casi un traguito, y viendo el Jerez en todos sus matices".
Hay que indicar, como curiosidad, que esta visita le acompañó Francisco Javier Frutos, que coincidió con él a su llegada a Cádiz. Este Javier León llegaría a ostentar, años más tarde, la presidencia de Ecuador.
De esta breve relación, por nombrar a algunos de estos aventureros viajeros, hay que reseñar al político chileno Rafael Sanhueza Lizardi (1852-1902), que llega a Jerez, vía ferrocarril desde Sevilla, en 1884.
Su libro 'Viaje en España', publicado en Santiago de Chile en 1886, y en París tres años después, dedicará especial atención a Jerez, que por aquel tiempo tenía 50.000 habitantes.
Él y su familia se alojarán en la fonda La Victoria, visitando las bodegas de los señores de González y Cía. Allí probarían distintos vinos que le haría exclamar: "¡Qué hermosos néctares! ¡Cómo despiertan la admiración, la pureza de sus tintes y lo cristalino de su esencia!".
No hay comentarios